Peio H. Riaño Ana Delgado

El mismo año en que entregaba los retratos a Alicia Koplowitz (empresaria y cuarta persona más rica de España), Guillermo de la Dehesa (presidente del Patronato del Museo Reina Sofía, patrono del Museo del Prado y asesor internacional de Goldman Sachs) y el arquitecto Norman Foster, el pintor Hernán Cortés respondía al mismo encargo del Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla: un retrato del nuevo rey, Felipe VI.

Un año después llega otra petición del mismo modelo, el del Consejo de Estado. Quieren un Felipe VI de Hernán Cortés para antes de diciembre. Precio: 68.200 euros. Es una contratación directa, no hay concurso público. Tal y como explican desde el Consejo de Estado a este periódico, el pintor “ha sido elegido por sus características”.

Retrato del rey Juan Carlos I (2001), por Hernán Cortés.

No hay una decisión colegiada y aseguran que ha sido el presidente (José Manuel Romay Beccaría) el que ha tomado la decisión, porque “ya ha pintado otros retratos de Felipe VI para otros organismos y aquí han gustado”. “No se suelen hacer concursos, éste es un organismo pequeño. Para nosotros era una garantía que el pintor conoce al retratado y que va a tener rápido la ejecución del cuadro”, cuentan desde el Consejo de Estado y bromean con los años que tardó Antonio López para acabar a la Familia Real de Patrimonio Nacional. “Ya vamos con retraso como para acumular 26 años más...”.

Rápido y eficaz 

El método seguido por el Tribunal Constitucional es exactamente el mismo: la elección del pintor gaditano se debe a su “reconocimiento a nivel internacional y por ser uno de los mejores retratistas de España”. Además, Cortés ya había pintado al monarca para “otras instituciones como el Tribunal Supremo y conocía cómo había que retratarlo”. Este organismo pagó al pintor 66.000 euros por su trabajo.

El banquero Francisco González, pintado en 2007.

Gracias al boca a boca institucional, Hernán Cortés se ha convertido en el pintor preferido para sustituir al padre de Felipe VI en las sedes de los organismos, por dos motivos: conoce al modelo -el primer retrato que hizo del Príncipe de Asturias fue en 1997 (para la Agencia EFE)- y es rápido. Dos virtudes que le van a reportar cerca de 300.000 euros, dado que cada una de las pinturas se venden a casi 70.000 euros.

El descuelgue de Juan Carlos I ha provocado una tormenta de encargos en Hernán Cortés, que podrían seguir creciendo, dado el número inédito de retratos oficiales (entre fotografías y pinturas) que deben decorar por ley los salones oficiales de España. “Debe hacerse notar que el Estado quede colocado en una posición de superioridad, tal y como establecen diversos preceptos de la Constitución, tanto en relación a las CCAA, como en los entes locales”, reza en una resolución del Tribunal Supremo de 2010.

Galería de notables

El artista ha inmortalizado a políticos como José María Aznar (82.600 euros), Felipe González (69.600 euros) o Magdalena Álvarez (79.560 euros). Pero también a Rodrigo Rato, Esperanza Aguirre, además de al rey Juan Carlos I y doña Sofía. En 2012 -en plena crisis financiera- se desató la polémica cuando el ex ministro Álvarez Cascos quiso que Antonio López (Tomelloso, 1936) lo retratase por el precio de 194.700 euros. Fue Ana Pastor, ministra de Fomento entonces, quien retiró la propuesta. Hernán Cortés tiene en el Estado su mejor cliente, cuya cuenta acumulada por altos cargos puede aproximarse al millón de euros.

Gaspar Llamazares (IU) preguntó en 2014 al Congreso cuánto dinero se había gastado el Estado en inmortalizar a sus gobernantes. El Gobierno respondió que 1,3 millones de euros y sacaron a la luz las cuentas, aunque el listado estaba incompleto ya que no se incluían las adquisiciones más antiguas.

El ex presidente Felipe Gonález, retratado por Hernán Cortés en 2005.

Ese mismo año se publicó la lista de los ministerios que más han gastado en arte. Desde 1994 la cartera de Fomento ha destinado a inmortalizar sus cargos al óleo 195.138 euros. El ministerio de Justicia invirtió 187.469 euros y Asuntos Exteriores, 170.408. Sin embargo, no sólo las sedes ministeriales retratan a sus altos cargos: el Senado, el Tribunal Constitucional y el Congreso también lo hacen.

Todos los presidentes de la Cámara Baja han tenido su respectivo cuadro. A Gregorio Peces Barba lo retrató Rafael Canogar, en 1986. A su sucesor, Félix Pons, Bernardo Torrens que también hizo el cuadro de José Bono (82.600 euros). La obra del pintor madrileño era la segunda en la que se retrataba a Bono, ya que el político optó por Hernán Cortés para su retrato en la galería del Ministerio de Defensa. Manuel Marín prefirió una fotografía de Cristina García Rodero por la que los españoles pagaron 24.800 euros.

Un pintor moderno

Sobre el trabajo de Hernán Cortés ha escrito Javier Gomá que, junto a las hechuras de la tradición pictórica española, “se enriquece de las aportaciones de la experimentación de vanguardia, prudentemente administrada y asimilada”. El filósofo explica en uno de sus catálogos que con la aparición de la fotografía , el retrato entra en crisis porque la foto “sirve con eficacia a la finalidad de perpetuar en una imagen perdurable los perfiles individuales de la persona, sin necesidad de encargar un retrato, caro y trabajoso a un pintor”.

Políptico de los ponentes de la Constitución, de 2009.

El historiador del arte José Álvarez Junco explicaba que los personajes de lujo a los que ha retratado Cortés son “ciudadanos honrados”. Aunque hoy nos cueste creerlo. Aquel friso de los siete padres de la Constitución que cuelgan del Congreso, desde 2009, le llevó a la cumbre de la pintura institucional de corte. Álvarez Junco los presentó como los ciudadanos que cambiaron a la sociedad española y a Hernán Cortés como el pintor de la Transición. “Son dirigentes demócratas y respiran democracia por todos sus poros. Son gentes del común, representan a la generalidad de los españoles del momento”, escribió. Aunque lo cierto es que todos sus protagonistas forman parte de la galería de los notables más poderosos de este país.

“Es una pintura que se asemeja a la fotografía por su limpieza, su carencia de adornos, su realismo. Y que añade a todo eso un toque personal, de cercanía, de intimidad”, sigue en su reflexión Junco. “A Hernán Cortés le importa sobre todo la psicología del retratado. Trata a su modelo como un ser humano; en este caso, como seres humanos reflexivos, preocupados, sensatos”. El vínculo entre el retratista y el retratado es el factor determinante de la obra de Cortés, un punto más a su favor frente a Antonio López, que trabajó durante las casi tres décadas con fotografías.

Amancio Ortega por Hernán Cortés (2006).

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