Hace 60 años Europa acudió a toneladas de cultura para reconstruirse después de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. “La cultura era el motor de la reconstrucción y Europa necesitaba alma. La cultura nos permite convivir como europeos”. Habla Katherine Watson, directora de la Fundación Cultural Europea, ubicada en Holanda y con actuaciones en todo el ámbito comunitario y países limítrofes. La entidad se creó en 1954 precisamente para hacer frente a uno de los momentos más críticos de la comunidad y vuelve a hacer frente a una grave crisis que demanda la intervención de la cultura más allá de sus ámbitos culturales.

La cultura debe ser un agente activo en las soluciones sociales

Para la gestora cultural, que participa en las jornadas Pública 16 (organizadas por la Fundación Contemporánea), en el Círculo de Bellas Artes, Europa vive “una situación extrema” y la cultura debe “aportar la solución al desequilibrio social” actual. Pide compromiso y unión, trabajo conjunto. Cuando Watson habla de cultura no lo hace desde el punto de vista de las industrias culturales. Cuando habla de las soluciones culturales no se refiere a meter más público en teatros. “La cultura debe ser un agente activo en las soluciones sociales”.

Dice que gracias a la cultura la sociedad puede llegar a nuevas posibilidades, porque hace pensar de una manera diferente. Por eso, ante unos retos nuevos y tan difíciles, la cultura ayuda a la unión de la comunidad para pasar a la acción. La Fundación trabaja para buscarle una función a la cultura, una vez fue vaciada de su sentido social: “Necesitamos ser flexibles, abiertos, dar respuestas rápidas. Somos socios en la implicación de la sociedad civil”, cuenta.

El hazlo por tu mismo ya no interesa tanto como el hazlo con otros

Cultura es una palabra muy amplia que abarca las artes, pero también toca las diferencias entre países. “Cultura es un colectivo”, incidió. “El hazlo por tu mismo ya no interesa tanto como el hazlo con otros”, aclaró y señaló a España como “ejemplo increíble” en el que están ocurriendo “cosas increíbles, como el cambio de las alcaldías”.

Tomar la calle

Ante el nuevo paradigma crítico la cultura no puede encerrarse en sus cuevas del espectáculo, sino que debe adaptarse a los nuevos tiempos. Y salir a la calle y “encontrarse más allá de su terreno de confianza”. Invita a todos a salir al encuentro de los otros. La cultura necesita expandir sus fronteras y conectarse con disciplinas sociales, como el medio ambiente. Hacer de la experiencia cultural una experiencia política, de comunión con el resto de la ciudadanía. Como indica Watson los gastos de la Fundación son tan variados como las fuentes de ingresos (aunque el 70% de su financiación proviene de la Lotería Nacional).

La cultura ayuda a navegar en las difíciles aguas de la diversidad y a descubrir cómo pueden las comunidades resistir al cambio migratorio

Aboga por la conexión entre el sector público y el privado en la captación de fondos para el desarrollo de sus actividades culturales, pero insiste en no olvidar a las personas, porque echa en falta incluir a la sociedad civil en esta colaboración. “La acción colectiva por los comunes”, como lo define.

“La cultura ayuda a navegar en las difíciles aguas de la diversidad y a descubrir cómo pueden las comunidades resistir al cambio migratorio. No seremos organizaciones humanitarias que ayudan al desplazamiento, pero debemos saber cómo podemos ayudar a las familias a asentarse en su nuevo entorno”, explica para animar al debate de la búsqueda de una solución para el proceso de transformación por el que pasa Europa. La cultura puede ser el cabo al que las migraciones se agarran, el lugar donde no son marginadas: “No podemos negar sus tradiciones, tampoco podemos cambiarlas, pero sí podemos innovar juntos”.

La sociedad debe apropiarse del espacio para producir el acto cultural y social

En ese planteamiento las conexiones locales, asegura, son prioritarias frente a las nacionales e internacionales. La red de conexiones se traza desde el barrio y las políticas públicas están a su servicio. “Al legislador le cuesta seguir este hilo de conexiones y sólo actúa cuando todo está claro”. Es obligación del gestor cultural promover la conexión con los responsables de las políticas públicas, participar y negociar los procesos políticos. Watson elogia el caso de Medialab Prado en España y lo pone como ejemplo: “La sociedad debe apropiarse del espacio para producir el acto cultural y social”.

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