Se encontraba en la capital de Burkina Faso, Uagadugú, trabajando en un proyecto de Amnistía Internacional. Su inteligencia, simpatía, ilusión, sensibilidad y belleza no han podido con las armas que cada día siembran de sangre mercados, calles, plazas, restaurantes, mezquitas, metros, ferrocarriles, aeropuertos u hoteles. Leila Alaoui es una de la treintena de personas ejecutadas por proyectiles que toman el nombre de Alá en vano.

Le ha tocado a ella, era una de las nuestras. Si nos tocan a una nos tocan a todas, pregonamos una frase, que es mucho más que una oración. Una persona generosa que con sus imágenes e instantáneas daba existencia a lo que no es habitual, ni fácil, a veces ni recomendable, simplemente la vida. Las vidas de aquellos que nunca aparecen en los grandes medios, ni en publicaciones masivas, con suerte en museos y galerías, el exotismo vende, la multiculturalidad genera ciertos toques de elegancia y consideración.

Era capaz de plasmar en una imagen realidades muy sórdidas. Poner luz a las tinieblas. Generar confianza en mundos inexistentes. Captar una sonrisa, su sonrisa lo hacía posible.

La recordamos en Madrid, en el Colectivo La Latina. Su primera exposición en la ciudad: “Mujeres marroquíes en primer plano de la escena”, una galería de retratos de 28 artistas, mujeres de las letras y de las artes entre las que se encontraban escritoras, artistas plásticas, cineastas, fotógrafas, estilistas, actrices o músicas. Tenía 28 años, verano de 2011.

Exposición de Leila Alaoui en Madrid, en 2011. R.C.

Amabilidad, ternura, simpatía y cariño desprendía en cada mirada, palabra, gesto, explicación. Todas y todos tratados con el mismo afecto y respeto. Era imposible no estar pendiente de ella, la dulzura en persona. Apego y tacto exquisitos reflejados en la obra expuesta. Todos preguntando, demandando información sobre cada una de sus fotografías, las cartelas eran manifiestamente insuficientes. Interacción activa algo imposible en los grandes museos.

Del CEPI Marroquí próximo se acercaron un buen número de mujeres de mediana edad, todas magrebíes. Unas con yihab otras in velo. La emoción se palpaba y contagiaba. No era una gran galería, ni un gran museo, pero sí un lugar cálido, cercano, amable, estaba, se la notaba muy a gusto, en su salsa que diría un castizo del barrio vecino de Lavapiés.

Ser del Sur

No acababa de entender, era habitual la pregunta: “¿Por qué me habéis elegido para que expusiera?”. Por su talento, por lo que representaba, como mujer joven, como magrebí, no había ni más explicación, ni más disquisiciones.

El lunes nos dejó. No sabemos, ni seguramente sabremos, si a las detonaciones que la hirieron habrá que unir la negligencia de responsables marroquíes y franceses, sus dos nacionalidades precipitando su desafortunado abandono. Su familia elevó la queja, las autoridades galas investigan. La cruel realidad es que ya no está entre nosotros.

Un 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, también en Madrid, Beirut, París, todo el sur del Mediterráneo… lugares para darles vida, sin ser consciente que su cámara y su vida, se iban a apagar en un lugar inimaginable. Un lugar, cómo otros muchos, donde la vida no parece valer la pena.

Leila es otra esas mujeres árabes que peldaño a peldaño muestran todos los días que ellas, las musulmanas, realizan su trabajo igual que cualquier otra

Para muchos su ausencia será indiferente, para otros una mirada, otra más, donde reflejarse para relatar lo que mostró con su objetivo y su mochila, fiel acompañante. Leila es otra esas mujeres árabes que peldaño a peldaño muestran todos los días que ellas las musulmanas, las africanas, las de cualquier lugar del mundo, realizan su trabajo igual que cualquier otra. Ser de Sur no es ser menos, igualdad con el hándicap de tener que realizarlo en peores condiciones de todo tipo y menos medios.

El atentado de Uagadugú es otros más de violencia inexplicable. Terrorismo que donde más duro castiga es los territorios donde se engendra y dice defender, Leila víctima de una muerte injusta, como tantas otras. Para algunas hay gestos masivos incluso simbólicos, para otras ni eso. ¿Alguien ha visto, estos días, Yo también Soy Burkina Fasso en alguna red social o viñeta?

Adiós compañera.

*Rubén Caravaca Fernández es dinamizador y comunicador cultural. Autor del libro la “Diversidad de las músicas de Marruecos” y la “Guía de las músicas del Magreb”. Coorganizador del Festival Noches de Ramadán de Madrid (2006-2012).

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