El escritor Mario Cuenca Sandoval venía desde 2015 rumiando una novela dentro: una novela que no fuese exactamente sobre el fascismo, sino sobre los preparativos del fascismo. “Sobre los preámbulos de una sociedad y de un individuo que se acaban deslizando hacia estas ideologías”, precisa a este periódico.

Lo más difícil fue encontrar a la víctima, digamos, o al verdugo, al tipo que se deja captar por la ultraderecha y que se aleja de cualquier estereotipo de brocha gorda: “Se trata de un hombre extremadamente culto y sensible, no es ningún iletrado ni ninguna persona fácilmente manipulable. Me gustaba la idea de derribar esos tópicos. Él se dedica durante toda la novela a racionalizar o justificar el rencor que se estaba despertando en él hacia ciertos colectivos, como los inmigrantes o los homosexuales”, cuenta.

De ahí nació Lux (Seix Barral), un libro espinosamente próximo a nuestra España de hoy, porque se desarrolla en un futuro cercano -de cuatro a ocho años-, cuando la extrema derecha -aquí Vox- se hace con el control del país. Cuenca Sandoval cuida mucho el no emplear la palabra “fascismo” en ningún momento del texto. “Lo hice de forma deliberada. No estamos ante un fenómeno del fascismo al estilo del siglo XX, esto no se parece a lo que se ha vivido en tras épocas en Europa. En algunos rasgos sí, claro, porque la nueva extrema derecha tiene su genética, pero esto es una especie de fascismo democrático”, sostiene.

“Es una popularización y un blanqueamiento de ciertas ideas de la extrema derecha, pero, supuestamente, desde posiciones democráticas y dentro del espectro de una sociedad democrática. Quería tratar cómo el populismo se está extendiendo tanto por la derecha como por la izquierda y sobre cómo deteriora la democracia la extensión de este modo de pensar, tan reductivo y polarizante. El ‘ellos’ y el ‘nosotros’, como si no hubiera más opciones”, expresa el autor.

Tensión emocional

Para que Lux llegara al poder provocó cierta tensión emocional en la novela, buscó un clima asfixiante, una tragedia colectiva: voilá, y fue una epidemia, decidida narrativamente antes de que nosotros tuviéramos constancia de la nuestra. “Necesitaba un drama colectivo que transformase por completo los estados de ánimo. No era difícil de predecir: los epidemiólogos no hacían otra cosa que apuntar que llegaría, lo que no sabíamos era cuándo. En la novela hay mucha recriminación al Gobierno por su gestión de la pandemia y eso va generando cierto clima que… bueno, no va a pasar aquí. Esto es una ficción, pero tomo ciertas premisas del presente y las llevo a sus últimas consecuencias”.

¿Cuánto de Lux es Vox, si hasta en la portada del libro aparece el morrión que se puso Santiago Abascal y que dio lugar a infinidad de memes? “Tiene mucho de Vox, claro, pero también de otras muchas formaciones que se han llamado ‘la nueva derecha’. Hay argumentos en la novela que vienen incluso de la nueva derecha americana y de otros populismos de Europa”, expresa. “Sí que el hecho de llamarla ‘Lux’ tenía algo de ‘Vox’, pero me parece más interesante la idea de la luz: la formación se vende como la única luz que puede alumbrar el país”.

¿Todos tenemos un fascista dentro? “Bueno, todos tenemos emociones que si se adueñan de nuestra capacidad de juicio nos conducen al resentimiento y al rencor hacia los demás. Es humano establecer ese tipo de diferencias entre nosotros y ellos, es una necesidad psicológica de los seres humanos: ya sea en lo sexual, en lo racial… el problema es cuando se convierte en el pretexto para odiar a alguien”, esboza.

“Cuando casi te atropella una persona, te giras enfadadísimo y ves que es una persona obesa y le gritas ‘gordo de mierda’, algo que en otro contexto jamás nos hubiera salido, ¿no? Utilizamos a los demás como objetivo de nuestros rencores y temores. Todos tenemos dentro la posibilidad de rodar por la pendiente del fascismo”.

'Cacería' de inmigrantes

Cuenca Sandoval no cree que ningún país occidental y menos europeo esté ahora mismo en ese peligro inminente, pero sí siente que, como ya sucede, ciertos discursos xenófobos pueden llegar a las instituciones y nos conduzcan a “un cierto retroceso en los derechos sociales”. En la novela, Lux comienza siendo una “formación de carácter nacionalista, conservadora en lo moral y liberal en lo económico”, pero al final se acaba encaminando hacia un lugar muy siniestro. El autor prefiere que no desvelemos la trama y sus delirios fascistoides, pero daremos algún dato.

“Hay una práctica que se extiende por el país y es ‘la cacería’: los viernes, muchas personas voluntarias salen a la caza de inmigrantes ilegales, y el gobierno repite una y otra vez que ellos no están detrás de esas prácticas, que son grupos incontrolados… bueno, la idea es que no es que Lux sea una élite de malvados dirigentes que manipulan al pueblo, es que todos somos culpables de lo que sucede en España, por participar y extender esos mensajes”. Casi nada.

Feminismo combativo

¿Qué lugar queda para las mujeres feministas en esta novela; son ellas, acaso como ocurre ahora en España, una de las principales trincheras contra Lux? “Esta es una novela deliberadamente masculina, con la mayoría de protagonistas hombres porque estadísticamente es así: en la extrema derecha hay una prevalencia del votante hombre y del militante hombre. Es un mundo muy masculino. Y, sin contar nada sobre el final, aunque la mujer tiene un papel pasivo y de lectora a lo largo de la historia, la novela apuesta por una caída de Lux que pase por la organización de las mujeres”.

El varón en Lux está descolocado y “reivindica la vuelta a los roles tradicionales de la mujer”, a esa “sociedad homogénea donde había menos diversidad de todo tipo y todo era más sencillo”. “¡Ese pasado inmaculado que se ha corrompido en las últimas décadas por culpa de determinados colectivos, empezando por las feministas!”, ironiza el autor. ¿Siente el escritor que tiene algo parecido a responsabilidad social o política? “Cuando escribí este libro no pensé en el efecto que pudiera tener sobre los demás, porque si se piensa en eso es probable que el proceso creativo se seque, se agoste, se aborte”, esboza.

“Pero toda literatura es comprometida, se quiera o no, porque se hace desde un posicionamiento ético, desde una visión propia del ser humano. Esta novela, a pesar de lo que pueda parecer, no tiene un posicionamiento político explícito más allá del: democracia o fascismo. Hay una apuesta por la democracia. Se habla de los linchamientos electrónicos, del papel fundamental de las redes sociales en esto”, sostiene.

Trampas de la nostalgia

“Se habla también de cómo las circunstancias personales de protagonista y su dolor particular hacen que acabe votando a Lux de forma convencida, siendo un profesor de Derecho culto e inteligente. Las formaciones de extrema derecha capitalizan muy bien el sentimiento de abandono de ciertos colectivos. Te dan un culpable de carne y hueso -mujeres, inmigrantes, homosexuales-, simplifican la realidad, impiden que la gente sea consciente de que es víctima de algo mucho más global”, concluye.

Hay trampas tanto en la nostalgia como en el progreso, desliza. Por último: ¿qué pensaría Santiago Abascal si leyera esta novela? “He preferido no pensar en eso, por lo que te decía de amputar el proceso creativo. Pero espero que fuera capaz de leerla como lo que es: una novela, no un tratado político, no un ensayo sobre la nueva derecha. Para eso hay excelentes monografías escritas por gente que ha estudiado muy bien el tema. No pretendo con este libro insultarle a él ni a sus militantes ni a sus votantes”.

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