Esta semana Madrid en Danza nos abre las puertas de la Sala Roja de los Teatros del Canal para mostrarnos la última, cuidadísima, creación del incombustible Antonio Najarro. Rodeado de talento, el coreógrafo nos regala una noche fresca mezclando con armonía: música en directo, luces impares, vestuario singular y un amasijo exquisito de danza española.

La velada comienza en el cielo con formaciones corales de hombres y mujeres que dialogan a través del baile, siempre elegante, siempre armónico, aunque en franca superioridad femenina con brazos singulares en homenaje, permanente, a otros muchos firmamentos coreográficos.

A partir de este momento nueve planos se suceden no todos con la misma fuerza y atino, a decir: un dúo, quizá lo podemos llamar pas de deux, demasiado azucarado y con algunos fallos en la ejecución, un vigoroso coral de mujeres que no pierden la sutileza por mostrar su fuerza, dos solos de bailarín y bailarina donde, con creces, brilló Carlos Romero sobre una correcta Tania Martín y un final estratosférico con castañuelas elocuentes y nervio coreográfico.

Apoyado en la música original, con reminiscencias de tango y jazz, especialmente compuesta para la ocasión por Fernando Egozcue, Alento se nos descubre como una sintonía de aptitudes en la que brilla la magnífica ejecución en directo del propio Egozcue con su guitarra, Laura Pedreira al piano, Martín Bruhn a la percusión, Miguel Rodrigáñez al contrabajo y Tomas Potirón. Este último culpable absoluto de un violín parlante que se antoja delicioso.

A la música se unen el diseño de luces con la firma segura de Nicolás Fischtel y el vestuario con las improntas de Oteyza, Víctor Muro y el mismo Najarro. Todo ello magníficamente mezclado con una visión innovadora de la danza española que incluye flamenco, danza estilizada, folclore y la casi olvidada escuela bolera.

Sin lugar para la duda, Najarro muestra su fuerza creativa y su espíritu transformador con este obsequio coreográfico delineado para un amplio espectro de gustos y expectativas. Sin embargo, algo me faltó para que el círculo se cerrara en aras de la perfección. No encontré un hilo conductor, una trama, ese argumento que nos haría recordar, años después, aquel espectáculo, bello, que disfrutamos la primera noche cálida de esta primavera madrileña.