F. J. Cristòfol Inma León

El flamenco está viviendo una larga travesía por el desierto desde el mes de marzo. La llegada de la Covid-19 ha cerrado a cal y canto durante seis meses las casi 400 peñas flamencas que hay en Andalucía. Aunque se han celebrado algunos recitales, se estima que han dejado de realizarse más de 1.500 actividades. Ello implica, al menos, a 3.000 contratos de artistas que se ganan la vida en estas peñas.

En las peñas es donde se desarrolla el flamenco base, donde los jóvenes comienzan sus carreras: “Poveda, Arcángel y todos los grandes empezaron con recitales en los pueblos”. En conversación con EL ESPAÑOL, el presidente de la Confederación Andaluza de Peñas Flamencas, Paco Viedma, es muy claro en su juicio: “Si talamos la base del árbol, nos quedamos sin flamenco”.

Las peñas flamencas se reúnen en pequeños locales en los que la intimidad y la cercanía con los artistas generaba un ambiente mágico; la distancia de seguridad ha desprovisto al flamenco a pequeña escala de su fortaleza: el sentimiento. “Nosotros damos trabajo a muchos artistas que viven todo el año de las actuaciones. Ahora muchos de ellos no están teniendo ningún ingreso”, asegura Viedma.

Desde la Confederación Andaluza mantendrán una reunión esta semana con la Consejería de Cultura de la Junta para presentar medidas que ayuden a mantener la vida de estas entidades. De entre todas, destaca una: que las peñas flamencas sean centros de prácticas para artistas: “Las peñas flamencas tenemos que incardinarnos en la sociedad, por eso queremos firmar un convenio con la Consejería de Educación y que los alumnos de los conservatorios hagan sus prácticas en nuestros recitales”.

Otra cuestión que también ha paralizado en seco la Covid-19 es la faceta social del flamenco. La peña ‘La Solera’ de Villanueva del Ariscal (Sevilla), una localidad de casi 7.000 habitantes, paró su programación el pasado mes de marzo. 

Con más de 80 socios y 18 años en activo, desde el pasado mes de junio se limitan a hacer reuniones de aficionados, las tertulias mensuales y algunas actuaciones cumpliendo todas las medidas de seguridad en tabernas y bodegas de la localidad como ‘El Melli’ o ‘El Potro’.

“No nos podemos quedar parados porque si no nos morimos”, asegura su presidente, Fernando Prieto. Se resiste a dejarse vencer por el virus en esta peña que ha acogido en su seno a artistas de la talla de Esperanza Fernández, Juan Peña ‘El Lebrijano’ o Rafael Riqueni. 

Los artistas

El artista sevillano David Peña ‘Dorantes’ (Lebrija, Sevilla, 1969) fue uno de los protagonistas el pasado miércoles con un concierto de la Bienal desde la Iglesia de San Luis. Un espectáculo en el que asegura que, por sacarle algo positivo al virus, pudo sentir la cercanía de la gente por su formato íntimo. 

El compositor del himno flamenco ‘Orobroy’ pasó de dar conciertos por todo el mundo a confinarse en su casa por la Covid. Habla abiertamente de la situación por la que atraviesa el flamenco y asegura que conoce a compañeros que “están pasando penurias”. El sector es inestable de por sí, no hay ninguna figura jurídica que se adapte a las circunstancias de estos trabajadores y muchos no han podido acogerse a ninguna ayuda.

Al pianista le pilló la pandemia con su último proyecto terminado ‘La Roda del Viento’, cuya promoción física tuvo que parar y hacerla por las redes sociales debido al confinamiento. De ahí que vea el streaming como “una ventana al mundo” que ha llegado para quedarse. Sobre el futuro, asegura que es muy difícil de prever. “Lo dejo a la esperanza”.

El cantaor Arcángel (Alosno, Huelva, 1977) también ha sufrido un parón en seco en su carrera. Ha perdido casi una quincena de conciertos ya programados, algunos justificados por la pandemia y otros entiende que no tanto porque se iban a tomar todas las medidas de seguridad. “Si hacemos una cadena de prioridades para las administraciones, desafortunadamente la cultura está en el último eslabón y el flamenco más abajo aún”, asegura el artista onubense a EL ESPAÑOL.

Considera que en Andalucía no se dota lo suficiente al flamenco para que tenga una proyección internacional más adecuada y tiene responsabilidad en ello. “En el Estatuto sí se habla de la importancia de protegerlo”.

Por tanto, entiende que ahora es el momento de arrimar el hombro entre todos, desde las administraciones públicas y los políticos a los promotores de los conciertos y los artistas. 

A punto de comenzar a grabar un nuevo disco en Madrid, cuando el virus se lo permita, Arcángel espera que “la sociedad no se deje dominar por el miedo. El miedo paraliza, al virus hay que tenerle respeto, pero no miedo porque nos llevaría a una situación aún más catastrófica”.

Asegura que tanto él como muchos artistas flamencos se han encontrado con muchas dificultades. De hecho, conoce a compañeros que estaban contratados por cuenta ajena en distintos ‘tablaos’ de manera irregular. Tanto que “las ayudas de los ERTEs se les ha quedado en 60 euros al mes. Así no se puede vivir”.

Es el caso del cantaor Luis Perdiguero (Málaga, 1979). Señala que por el cierre de las peñas se ha encontrado con tres veces menos trabajo que habitualmente. “El gran peligro de que sigan las peñas cerradas es que muchos artistas pierdan el sustento y se dediquen a otra cosa”. Ante esta situación, el cantaor considera que “hay que mantener la cultura en marcha. Ahora está casi parada y está siendo desastroso”.

La Bienal 

Jamás imaginó la organización de la Bienal ver cumplir sus 40 años y su XXI edición marcada por una pandemia mundial. Aún así ha sabido reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos marcados por la Covid. Ha sacado adelante su programación con medio centenar de espectáculos, la mayoría estrenos absolutos, que culmina este fin de semana, con el 50% del aforo y con el streaming con un papel fundamental en muchos de ellos.

Ha reunido a artistas de la talla de José Valencia, Farruquito, El Pele, Antonio Canales, Inés Bacán, Dorantes, Tomás de Perrate, Rocío Molina, Israel Galván, Andrés Marín, María Terremoto, la Tremendita o Patricia Guerrero, entre muchos otros.

Estos artistas han actuado en auténticas joyas patrimoniales como el Monasterio de San Jerónimo, el Real Alcázar, la Iglesia San Luis de los Franceses, el Pabellón de Marruecos, el Monasterio de la Cartuja, el Teatro Lope de Vega y el Teatro Central. Todo ellos con aforos adaptados y con posibilidad de cumplir todas las medidas de seguridad.

Al respecto, el director de la Bienal, Antonio Zoido, habla a modo de balance -culminó este fin de semana- y está satisfecho. “La pandemia nos pilló cuando estábamos acabando la programación y la incertidumbre era máxima”. En un principio pensaron desarrollarla en su totalidad por streaming pero finalmente se ha podido llevar a cabo de manera presencial. “Los artistas necesitan el calor del público”.

“Lo que más me preocupaba eran las 350 personas, entre artistas y técnicos, que dependían de esta programación y finalmente todos han actuado”, remarca Zoido. También, asegura, la respuesta del público. “Ha sido buena”. Se han llenado todos los aforos, pero claro estando a la mitad. En total, han pasado este año por la Bienal unos 15.000 espectadores que han podido disfrutar del flamenco en tiempos de Covid.

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