Marilyn Monroe y Truman Capote, amigos íntimos, almas extravagantes -por fuera y por dentro-; cerca, ambos, de la belleza y del horror vital. Marilyn y Truman, contemplando el puente de Brooklyn desde la orilla de Manhattan, en una tarde cualquiera, cuando ella le espetó: “Si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era Marilyn en realidad, ¿qué contestarías?”. Recordaba el escritor el tono travieso de su amiga herida. “Seguro que dirías que era una palurda”, continuó pinchando. “Por supuesto”, guiñó él. “Pero diría más cosas”. Y su tono se agravó.

“La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes, disolverse a lo lejos. Quise elevar mi voz sobre los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿Por qué? ¿Por qué la vida tiene que ser tan terrible?”. A continuación, algo le devolvió al momento presente, pero siguió balbuceando: “Yo diría…”. Marilyn le dijo que no le oía. “Diría que eres una adorable criatura”: así lo detalló él mismo en Adorable criatura, un relato sobre Marilyn incluido en Retratos (Anagrama, 2001). Así delimitó el padre de Otras voces, otros ámbitos y A sangre fría a su fraterna, a su cómplice, a su compañera de baile, fragilísima, luminosa, condenada al dolor.

Pero hay más: en su conversación interminable, llena de confesiones y secretos, hubo un mensaje de Marilyn que Truman nunca llegó a recibir, o eso dice el coleccionista y artista plástico Frederic Cabanas. Se trata de una carta inédita que hoy él tiene en su poder, en la que la actriz le revela al escritor que teme por su vida… once días antes de morir, el 25 de julio de 1962, y que presuntamente arrojaría luz sobre el final de la estrella.

Según estas líneas, como veremos más adelante, cobra fuerza la hipótesis de que la joven no murió por una sobredosis, sino por una suerte de conspiración política hacia ella después de su affaire con los hermanos Kennedy. ¿Recuerdan todo aquello? -Aquella investigación inconclusa, todas las conspiraciones, la asistenta, la representante, las pequeñas traiciones, los poderes entremezclados-. 

Experto en Marilyn

Cabanas es un experto en Marilyn Monroe, un hombre que lleva toda la vida estudiando su figura y que ha desarrollado una elaborada colección alrededor del mito: desde más de 2.400 libros sobre ella a los guantes que llevaba en Los caballeros las prefieren rubias pasando por una reproducción exacta de las huellas de las manos de Marilyn que lucen en el Grauman’s Chinese Theatre de Hollywood.

Todas estas joyitas las ha expuesto en una planta dedicada a la grandiosa rubia en su fundación, la Fundació Cabanas de Sant Cugat, buena prueba de su devoción. Pero la pieza definitiva, sin duda, sería la carta, con la que topó hace seis años: ahora la ha publicado en formato libro, después de una investigación en la que aporta contexto a cada referencia textual y asegura acreditar su procedencia -porque, por cierto, está escrita a máquina, firmada con ‘MM’, y sólo a final de la misiva aparece el nombre de Marilyn a mano-.

Marilyn.

“Te escribo esta carta en auténtico estado de desesperación”, arranca la confesión a Capote. Más adelante cuenta que se siente “como la mosca en medio de la red: alrededor de mí hay grandes arañas, esperando para desgarrarme, amenazándome…”. Habla también de su fascinación por el entonces presidente de EEUU: “Cuando le conocí, quedé absolutamente impactada por su carisma y nos enamoramos. Me ha dicho muchas veces que quiere casarse conmigo. Yo le hago reír y olvidar sus problemas”, lanza. “Le quiero mucho y él es feliz conmigo. Su mujer no es nada más que un objeto que le da prestigio, pero es fría, anodina y aburrida”.

El contenido de la carta

“Recuerdo el tiempo que pasé con él cuando su mujer estuvo en la India en marzo de este año (…) Ella ya sabía de nuestra relación, lo habíamos enfrentado y yo no tenía miedo”, revela, pero también amenaza. “Tengo pruebas de mi amor con Jack que no dudaré en enseñar a todo el mundo si así podemos ser más felices… para que él, como yo, se libere de la cárcel de su vida. Y de la mía”.

Recuerda que “el mundo me desanima, pero yo insisto”: “Lucharé para hacer feliz a la persona que más me importa de una vez por todas, y por mi felicidad. El sueño que nunca he podido conseguir ahora está más cerca que nunca”. Casi nada. También indica sentirse "manipulada" y "monitorizada". Cuenta que a Jack le protegen muchas personas, pero a ella sólo la ayudan "los que la admiran", pero que ellos "no pueden salvarla".

Habla de tipos del círculo de Kennedy que no le despiertan confianza. Habla de James Angleton, de Cord Meyer -ambos trabajaron para los servicios secretos de EEUU- y de su esposa Mary Pinchot, de sus "operaciones extranjeras" y de gente que ella "no conoce" o "no quiere conocer". La nube negra se acercaba.

Habla también de su angustia y de elementos periféricos de ella, como la existencia de un número maldito que no se atreve ni a escribir. Se muestra frágil y dubitativa respecto al futuro y a su propia vida: “Quién sabe qué nos traerá el día de mañana, tengo miedo, temo lo peor”, escribe a Truman, y le dice que espera su “consejo de hermano”, que le quiere y que él siempre la ha ayudado “incondicionalmente”. Le advierte de que no se siente "segura" respecto al envío de la carta y que teme que sea interceptada -por esa misma sensación de vigilancia que arrastraba-, así que la coló en el estuche de un Montblanc que, por lo visto, él le había dejado hacía tiempo. 

Marilyn con Kennedy el famoso día del Happy Birthday Mr. President.

Pero, ¿cómo llegó este documento a Cabanas y cómo se desarrolló la historia hasta su publicación? ¿Ha pasado los suficientes filtros? Juzguen ustedes mismos: “Es una de esas cosas que chocan y que hacen gracia. Hace años recibí una llamada telefónica de otro adepto a Marilyn, que me había localizado por libros que yo había escrito sobre ella y por mi fama de coleccionista al respecto. Me llama para decirme que tiene un estuche de bolígrafo Montblanc y que ha encontrado ahí una carta con la firma de Marilyn”, relata. La misiva llevaría escondida 60 años, desde que fue escrita.

“Lo cuento todo en el libro. El dueño de la carta, que sigue siéndolo, por cierto -porque no me la ha vendido, pero sí cedido-, me llama para que le confirme si es auténtica, y desde entonces han pasado seis años donde hemos hecho todas las investigaciones pertinentes. En primer lugar, yo ya sabía de primeras que era auténtica, por todo: por la firma, por lo que dice, por cómo lo dice, por cómo está redactada. Pero, evidentemente, de cara al libro, ha pasado dos controles de grafología independientes que coinciden en que es de ella”, cuenta al teléfono.

El presagio de su muerte

Cabanas vive esta carta como una suerte de “memorias” de la actriz: “Deja claro que tiene el presagio de que va a pasar algo malo y quiere contárselo todo a su amigo Truman Capote. Ella está sufriendo porque en su entorno las cosas no van como deberían. Es una carta de socorro, de auxilio”, detalla. “Al principio, con un documento tan importante en las manos, me surgió la duda de si debía publicarlo o no, porque es una carta íntima, confidencial, pero yo he invertido toda mi vida en seguir la estela de la artista y nadie la iba a tratar con más cariño que yo”.

Explica que en esta carta “se relaciona directamente la muerte de Marilyn con Kennedy”: “Sabemos sin duda que lo de él fue un asesinato, respecto a ella siempre tuvimos la sospecha, pero esta carta sugiere que sí. Llega a confirmar que estuvo en manos de los mismos que la mataron, el entorno de Keneddy, que la acechaba. Además, también da pistas sobre lo que un año más tarde sería el magnicidio del presidente, como han avalado algunos estudiosos de su muerte en el mismo prólogo del libro”.

Pero, ¿cómo llega esta carta, escrita en EEUU, hasta España? “Porque Truman Capote, ese verano, cuando Marilyn le manda la carta, estaba en Palamós. Todo apunta a que es cierto pero la carta nunca llega a sus manos. Si hubiera llegado, él nunca habría escrito lo que escribió de Marilyn después de su muerte ni en las entrevistas que hizo al respecto”.

Marilyn siempre será un misterio. Una asfixia. Una exposición constante que, paradójicamente, nunca nos permite ver su fondo. Lo resumía con maestría el dramaturgo Arthur Miller, su marido desde 1956 a 1961, en sus memorias Vueltas al tiempo: "Para haber sobrevivido, ella tendría que haber sido mucho más cínica o haber estado mucho más lejos de la realidad de lo que estaba. Pero no, ella era una poeta en una esquina tratando de recitar entre una multitud que le arrancaba la ropa”.

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