El escritor Sergio Del Molino.

El escritor Sergio Del Molino. Patricia Garcinuño.

Cultura Entrevista al escritor

Sergio Del Molino: “Cayetana e Iglesias son raperos, tal para cual en las peleas de perros"

En 'La piel', el autor de 'La España vacía' parte de su psoriaris para reflexionar sobre este envoltorio nuestro y sus discriminaciones: gerontofobia, clasismo, racismo, machismo... en medio de un país polarizado y pandémico. 

29 mayo, 2020 02:58

Sergio del Molino, autor de La hora violeta y La España vacía, padece psoriasis desde los veinte años. Esa dolencia marcó irremisiblemente su actitud frente al mundo y la concepción de sí mismo. Del propio cuerpo. De la piel como manto superficial por el que acostumbran a juzgarnos, -incluso- a marginarnos: clasismo, racismo, gerontofobia. Fealdad. Belleza. Un envoltorio, al cabo, pero también una presentación ante los otros que aspira a ser impecable, pura, validada… hermosa. Si no, qué dolor. Qué soledad dentro de esta cáscara.

Del Molino, afortunadamente, viene a quitarnos en La piel (Alfaguara) la obsesión cosmética, la veneración canónica y sus memeces. Él reivindica la impureza, la imperfección, lo chusco, lo mestizo, lo raro, lo monstruoso, tanto en lo físico como en lo sentimental y en lo moral. “Cualquier aspiración a la pureza me parece sospechosa y antipática y huyo de ella”, cuenta a este periódico. Pero no siempre fue tan fácil como ahora, cuando uno ha aprendido ya -a fuerza de hostias y de éxitos- a pactar con la realidad.

“En mi juventud, la psoriasis me convirtió en alguien muy pendiente de la mirada ajena, demasiado, me sentía agredido… esa tensión me fue desarrollando un carácter en alerta, excesivamente autoconsciente”, explica. “No es descartable que mi tendencia autobiográfica venga de ahí: es el análisis que hago para huir de la misantropía, porque si me dejo llevar por ella me acabaré convirtiendo en un cascarrabias, en un huraño y en alguien que odia a todo e mundo”.

En su libro habla de sus hermanos de la piel enferma: de Nabokov a Stalin. A este respecto, guiña: “Si me hubiera dejado arrollar por eso, sería un poco Stalin, pero me he ido frenando. Me di cuenta de que la psoriasis era una condición importante, era como el destino en las tragedias… por eso llegué a un acuerdo con ella. En los personajes de la tragedia griega clásica vemos como les avisan constantemente de lo que va a pasar, y eso debería servirles para rehuirlo, pero acaban cayendo en el foso. Yo he hecho un pacto de no agresión con mi enfermedad”. Él no quiere convertir su dolencia en su carácter, porque -ya saben lo que dicen- el carácter es el destino.

Marginaciones de la piel

Entre todas las discriminaciones posibles de la piel, Del Molino apunta que la más llamativa sigue siendo el racismo, por su recorrido y sus consecuencias brutales. “Cuando hablamos del esclavismo de África, de los negreros y de cómo han configurado el mundo americano, no caemos en la cuenta de lo extraordinariamente novedoso que era el hecho de que se esclavizara a una raza por el hecho de ser una raza. En la antigüedad había esclavismo pero era, digamos, democrático: cualquiera podía ser esclavo, te tocaba la china”, comenta.

Pero hay más marginaciones, claro. “Me gustaría que hubiese más libros parecidos al mío desde el punto de vista de la mujer, que surjan de la propia experiencia de la carne. Hay mujeres que padecen psoriasis y siempre tratan el tema desde un punto de vista más analítico, más práctico… seguramente porque lo padecen de forma más dura”, reflexiona. “Gran parte de la opresión sobre la mujer se ha ejercido sobre su piel, obligándola a ocultarla o a enseñarla. Del burka al bikini”.

Por eso, apunta, cuando ellas relatan su vivencia, “lo hacen sin poesía, sin sublimarla, sólo procuran que su experiencia sea útil y alivie, son más militantes”: “Pienso en Cara Delevigne, que enseña agresivamente sus lesiones, como un desafío”.

Las manos siempre han sido un gran indicador para saber si alguien había trabajado la tierra o si era un señorito. Durezas, callos, dolores. ¿Cuál es el clasismo que observa en la España de hoy?

Totalmente cierto, también tiene que ver con las arrugas y con la edad. Los ricos pueden permitirse tener una piel tersa con mil tratamientos, los pobres no. Se ve enseguida quién ha llevado una vida de pobre y quién ha llevado una vida cómoda, y quién ha llevado una vida de no dar un palo al agua.

En los jóvenes no es tan obvio, pero a partir de los cincuenta años hay un clasismo enorme y una industria cosmética que vive de hacer que la gente se gaste dinero para parecer de la élite. Para ser aceptados por la élite. Para que no seamos unos viejos pellejosos y Carmen Lomana nos invite a su fiesta.

¿Cómo de fina tienen entonces la piel los rebeldes del Barrio de Salamanca?

(Ríe). Tienen la piel finísima. Lo escribí al principio de la pandemia. ¿Casas como cárceles? ¿Pero qué es esto? Una casa modesta y pobre de hoy en España es como una casa acomodada del siglo XVI. Nos gustan mucho las comparaciones con Montaigne, con los enclaustramientos… ¿cómo que están encerrados, si viven en pisos de 300 metros cuadrados con wifi y con todo? Eso no es un encierro, son unas vacaciones. Evidentemente, la metáfora de la piel está clara.

Es verdad que ha estallado por ahí la válvula, pero no me extrañaría que empezasen a romperse los tornillos de la sociedad española por cualquier otra razón, porque me sorprendía ver una obediencia tan generalizada… hemos sido muy dóciles. Históricamente, se ha visto que las reclusiones han acabado cuando la gente, básicamente, ha estado hasta las narices. Ese es el verdadero final del Estado de Alarma, pero podía haber empezado en Vallecas.

En cuanto a la gerontofobia: ¿siente que este país ha abandonado a sus ancianos?

Peor, los ha dejado pudrirse en verdaderos pudrideros como han sido las residencias de ancianos, y esto ha rebelado una verdad latente que nos costaba mucho ver: los ancianos para nosotros han sido un lastre y les hemos maltratado. Llevamos mucho tiempo haciéndolo. Es consecuencia también de una sociedad con una esperanza de vida altísima que ha llegado a un punto en el que no sabe qué hacer con los ancianos cuando están incapacitados.

Y es un problema social: muchas familias no tienen capacidad ni recursos para cuidar a un anciano de 90 años con demencia. Es el fracaso de la Ley de Dependencia. Es el fracaso del reto demográfico. Es el fracaso de todos y la vergüenza de todos. Vamos a un país cada vez más envejecido y… viejos vamos a ser todos. A ver qué nos pasa a nosotros cuando lleguemos.

La piel pandémica

Respecto a la piel que nos afecta ahora, la pandémica, Del Molino apunta a que “es imposible sentir afecto sin tocarse”. ¿No cree en el amor platónico? “No, no, el amor platónico se deshace. Esas relaciones a distancia donde la gente se cartea se rompen al primer contacto físico. El roce es lo que hace el cariño, es cierto, no hay otra forma de establecer vínculos. Si realmente esto se alarga, viene una sociedad más fría y más misántropa donde la expresión de los sentimientos y su desarrollo lo tendrán muy difícil”.

El panorama es desolador, qué duda cabe. Un país devastado y un Congreso con aires de patio de corrala. “Siento vergüenza cuando sigo las sesiones parlamentarias. Tanto Iglesias como Cayetana están cómodos en esa dialéctica, ¿no? Los dos saben sobreactuar muy bien, saben insultarse muy bien, dan donde duele, y en ambos casos es una estrategia para opacar a sus jefes”, esboza. “No nos merecemos este parlamentarismo, me cuesta empatar con ninguno. Iglesias y Cayetana son tal para cual en cuanto a la pelea de perros. Son raperos”.

Siente el escritor que estamos viviendo un momento de “bastante histeria” y que el Gobierno “no ha estado a la altura”: “No creo que haya que hacer mayores reproches a la gestión ni buscar culpables, es una tragedia sobrevenida y cualquiera que hubiera estado en el poder la habría llevado mal, pero con el paso del tiempo el Gobierno va acumulando errores y debilidades y va asomando un cierto cálculo partidista. Es muy peligroso y deberían corregir ese rumbo, porque caminamos hacia la dicotomía, hacia un enfrentamiento peligroso de la sociedad española dividida en dos bloques. La responsabilidad es amortiguar y encauzar el debate público”.