Loola Pérez (Molina de Segura, 1991) es graduada en Filosofía y trabaja como integradora social y sexóloga educativa -además, estudia Psicología, dirige y coordina proyectos sobre mujeres jóvenes de su región y forma parte del equipo de AngelBlau España, una asociación para la prevención del abuso sexual infantil-. Ahora presenta Maldita feminista. Hacia un nuevo paradigma sobre la igualdad de sexos (Seix Barral), un ensayo minucioso que apoya el movimiento feminista sin dejar de cuestionarlo cuando estima necesario, fundamentalmente en los tentáculos de lo que Pérez considera "victimismo" y "demagogia".

Arranca disparando desde la primera línea: "Dios está muerto y el feminismo de la corrección política ha ocupado su sitio. Inspira a la obediencia y a seguir al rebaño. No hay ni rastro de maestros. La élite intelectual ha vuelto a su cueva". Directa al pecho. "Tengo veintiocho años, mi palabra es dura y me estorba cualquier paternalismo", continúa. "Para algunos puedo resultar conservadora porque entre mis objetivos no está abolir el matrimonio, acabar con las conexiones familiares y cerrar los peep shows. Contrariamente, para otros debo encarnar una visión progresista porque creo en la despenalización del aborto, aborrezco el trumpismo y no me genera ningún conflicto moral la adopción homoparental. Habrá quien me sitúe entre grises. Ahí me siento más cómoda, impura, maldita". 

Ella misma reconoce que habla de la violación que sufrió "como si contara lo que tomé anoche para cenar" y eso hará que "a ojos del feminismo" pueda ser vista como una "mala superviviente". Se declara "comprometida políticamente" con el feminismo y ya avisa, nadie la envía, pero se maneja como un pez en el agua representando a las malditas feministas. Charlamos con Loola sobre ciencia, sororidad, lesbianismo político, violencia de género, cosificación femenina, porno y prostitución -estos últimos, algunos de los debates más espinosos y candentes del feminismo actual-. Conózcanla. 

¿Qué tiene que recordar el feminismo moderno de los dictados de la ciencia?

Una de las principales cosas es volver a las ciencias de la naturaleza. Creo que todo lo que está fomentando el feminismo es la teoría del constructivismo social y las historias posmodernas, pero eso deja fuera nuestra herencia biológica. No significa que volvamos a un determinismo biológico ni que lo veamos todo desde el prisma de la biología, sino que reconozcamos las cosas aceptadas por la ciencia y lidiemos entre la corriente biológica y la cultural. Quizá hay que integrar. Necesitamos una mirada más integradora de lo que significa ser hombre y ser mujer.

En el libro dices que no crees en la sororidad, que te parece un mito romántico. Es interesante. 

Sí: buá, esto es muy polémico, no creer en la sororidad, no creer en la hermandad entre mujeres.

“Pacto de género”, lo llamas.

Sí. No puede ser una hermandad porque sí, basándose en la característica exclusiva de ser mujer. Tú cuando estás de acuerdo con una persona, estás de acuerdo también con unos principios, con unos valores, con una forma de hacer las cosas. Esa sororidad es como… un elemento donde se llega a excusar todo lo que hace una mujer. No tiene sentido estar a favor de todo lo que hace alguien por el hecho de ser mujer. La mayor muestra de sororidad es no tratarnos entre mujeres como seres perfectos.

En esta lucha de corrientes biológica-cultural, el concepto “sororidad” choca con un concepto biológico que es la “intrasexual competition”, es decir, la rivalidad entre personas del mismo sexo por seducir al otro. ¿Qué opinión te merece esto, cómo lo conjugamos?

En ciencia da para mucha chicha. Yo voy a muchos centros educativos y veo mucho la competencia femenina. También la encuentro en la moda, en los certámenes de belleza, es algo que está ahí. El otro día leí un estudio que decía que las mujeres que se percibían menos atractivas eran las más críticas con las que consideran más guapas. Ahí se veía bien esa competencia. Pensar que las mujeres tenemos que ser sóricas, completamente buenas entre nosotras… nos quita esa capacidad que tenemos como seres humanos de tener malicia. Al final este concepto de sororidad es muy monjil y nos lleva al estereotipo de virgen maría: mujer buena, mujer entregada… pero desde un punto de vista feminista. Nos llevamos los ídolos religiosos a un dogma feminista. Es como ponerte una venda en los ojos.

Bueno, el extremo opuesto a esa competencia salvaje es el lesbianismo político.

El lesbianismo político podríamos decir que es una de las propuestas que viene de una conjunción entre el feminismo radical y el feminismo cultural: cada vez cuesta más diferenciarlos, la verdad. Ese lesbianismo es una propuesta totalmente idealista porque conlleva que tú tengas que vivir tu sexualidad, para estar protegida, y para tener reconocimiento dentro de una militancia. Para tener ese reconocimiento y acceder a un sistema de protección feminista, tienes que abandonar tu personalidad, abandonar tu identidad y renunciar a tus verdaderos deseos. Es asfixiante y es una forma de control de nuestra sexualidad. Hemos pasado de la norma de los años 40-50 de esa heterosexualidad obligatoria (si eras homosexual te enfrentabas a tratamientos invasivos de electroshock) a una sexualidad que para que sea políticamente correcta dentro de la militancia feminista.

¿Por qué hay hombres que matan a su pareja o expareja? ¿Cuál es la razón profunda?

Podemos hablar de una pluralidad de causas en cuanto a las motivaciones. Esta quizá es una de las cuestiones que no estamos sabiendo gestionar dentro de las políticas públicas, porque tenemos una ley de Violencia de Género que es una ley sumamente pionera y yo creo que es muy importante que esté pero también creo importante la evaluación de la ley, algo que no se está haciendo. Tenemos una cifra de víctimas donde no hay un cambio significativo, no hay un progreso. Es una ley que se está aplicando en algo puramente ideológico, que es ir a una única causa cuando quizá encontramos muchos factores motivacionales.

Yo sí creo que hay hombres que matan a sus parejas por el hecho de ser mujeres y porque sienten desprecio hacia lo que significa ser mujer, pero también pienso que hay otros factores que tienen que ver con los rasgos de personalidad de ese agresor, que tienen que ver con el entorno social de ese agresor y que son muy importantes a tener en cuenta tanto en la prevención como en la posterior reinserción y reeducación de ese delincuente.

Dices que sí crees que hay hombres que matan a sus mujeres porque son mujeres, pero, ¿qué hay de la otra parte? ¿Las matan también por el hecho de que ellos son hombres? Porque estos factores de los que hablas (rasgos de personalidad, entorno social, etc) también pueden darse en mujeres, pero, sin embargo, ellas no matan a sus parejas o exparejas, o lo hacen en una gran minoría.

Sí, creo que es un factor importante. A lo mejor estamos muy focalizados en que el factor de riesgo es ser mujer y no estamos mirando que el factor de prevención es trabajar la emocionalidad o la no exclusión de esos hombres. En la estrategia de salud mental se ha introducido la educación emocional, es muy importante y hablo de eso en el libro. Pero, ¿cómo la hacemos? Si la hacemos como estamos haciendo la prevención de la violencia de género en las aulas, lo llevamos jodido. Las charlas de violencia de género: una charla son 50 minutos en un horario lectivo. ¿A eso lo puedes llamar prevención? ¿Estás trabajando cambios actitudinales? ¿Estás trabajando el contexto de esas personas; estás trabajando en la resolución de conflictos y en cómo poner límites? No es lo mismo una charla de sensibilización a hablar de prevención, que conlleva otra profundidad donde es fundamental la profesionalidad. Estamos en la enseñanza del eslógan.

Crees que hay intrusismo.

Muchísimo intrusismo. La violencia de género es un delito y para trabajar contra él no puedes tener una titulación cualquiera.

Sabes que Vox quiere derogar la ley de Violencia de Género porque piensa que es discriminatoria para los hombres. ¿Qué piensas de esto?

Creo que antes de proponer una derogación, habrá que hacer una evaluación. Eso es puro populismo que viene a alimentar las posiciones más radicales y más insensibles.

¿Qué concepto tienes de “cosificación”? ¿Estás de acuerdo con que se ceba con las mujeres?

Bueno, es un concepto muy marxista.

En el libro dices que el feminismo no puede estar al servicio del marxismo.

Eso es. Esa cosificación de “el cuerpo de las mujeres como mercancía”. Bueno: ahora mismo, tal y como las mujeres hemos alcanzado mayor poder en las sociedades, también hemos desarrollado una mayor conciencia sobre nuestro poder sexual, y creo que llegamos en cierto sentido a dinamitar un interés social por mercantilizar nuestro cuerpo. La exposición o la exhibición de nuestro poder sexual también es una forma de decirle a ese otro lado que nos quiere cosificar “no, no, aquí mando yo, esto lo gestiono yo”.

¿Pero no crees que ese tipo de exposiciones sirven a la clásica demanda masculina? ¿Qué tipo de subversión hay ahí si al final estamos de acuerdo en que tú quieres verme los pechos y yo te los enseño? Simplificando muchísimo. ¿Qué desafío hay ahí: si la mujer acaba entregando lo que el hombre quería de ella?

Sí y no. No es lo mismo que tú exhibas algo cuando no tienes el poder que cuando eres tú quien gestiona ese poder, porque creo que pasas de la posición sumamente de objeto (estética) a una posición donde tú tienes el poder y tú tienes la ética. Yo me exhibo pero yo te digo cuándo, por qué, de qué forma, y si me puedes ver o si me puedes tocar. Quizá no podemos cambiar de forma radical la cultura pero expresiones de ese tipo nos ayudan a dinamitarla. Lo hemos visto en la Super Bowl con Jennifer López y Shakira. Dos mujeres latinas sumamente sensuales, sumamente sexuales, pero que a la vez son radicalmente talentosas. Puedes pensar: ¿habrán llegado ahí por su físico o por su talento? Yo pienso que han llegado ahí sobre todo por su talento, pero que han sabido explotar su físico. No desde la visión de “con mi físico vendo”, sino “no soy solamente un físico”.

Loola Pérez.

¿Qué opinión te merece entonces la tesis de Ana de Miguel en su libro Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección? El debate que resucita cada año en Nochevieja, con el vestido de Pedroche, por ejemplo. ¿Hasta qué punto somos libres para elegir lo que supuestamente elegimos porque queremos; sin ceder a un condicionamiento económico que dirige nuestra vida mientras lo vendemos como “empoderamiento”?

Las tesis de Ana de Miguel no son tesis que me gusten ni que discursivamente pueda valorar porque no considero que tengan un rigor académico; están basadas, en cierto sentido, en la opinología y en una especie de moral personal. Partiendo de ahí: esa libre elección es muy difícil en un mundo donde tenemos diferentes intereses, motivaciones, estructuras sociales, económicas… pero, claro, ¿qué pasa? ¿Ella sí que elige porque lleva cierta moral y los demás, que no practicamos la suya, significa que no elegimos? A lo mejor elegimos aquello que no le gusta. Pero tenemos la libertad de elegir aquello que no le gusta a otras personas, en eso consiste uno de los pilares básicos del feminismo: que las mujeres no somos clones, que somos plurales en intereses, necesidades e historias personales y vitales.

Pensar que por no practicar una moral no eres feminista o estás alienada o estás cosificada creo que es sumamente peligroso, además, teniendo en cuenta que el liberalismo clásico fue una de las filosofías fundamentales para el desarrollo del feminismo en la Ilustración. Desde Mary Wollstonecraft a Stuart Mill. El feminismo viene de un concepto de libertad que defiende la libertad de expresión, defiende el progreso de las democracias, defiende la pluralidad, el derecho de las mujeres a la educación pero también el derecho a disentir y a que respeten mi espacio privado, y a lo mejor en mi espacio privado está lo que yo hago con mi cuerpo. Creo que todo esto acaba en cierto dogmatismo y en un uso del feminismo como ideología culpabilizadora.

Lo que siempre me resulta sospechoso en este tipo de cosas es la demanda. Es decir, puramente masculina. ¿Por qué siempre el capital sexual que se vende es el de la mujer? ¿Por qué es nuestro cuerpo el que cotiza y el de ellos no, o no tanto?

Creo que ahora en una sociedad cada vez más globalizada y en la que el capitalismo ha venido a influenciar los medios de comunicación, los planes directivos de las empresas, etc, los cuerpos de hombres y mujeres están usados en publicidad, explotados en ese sentido. Quizá en las mujeres es mucho más evidente en el caso de la prostitución pero no en el caso de la pornografía, porque mira el porno gay, es sumamente abrumador, pero nadie pone el foco ahí. No sé hasta qué punto esas demandas vienen por la inhibición sexual que han tenido las mujeres históricamente, porque las mujeres, a lo largo de la historia, no hemos podido expresar nuestro deseo sexual y no hemos tenido en nuestras manos el capital para tener servicio sexual o para tener el conocimiento sobre nuestra sexualidad. No sé hasta qué punto relacionar esas dos variables.

¿Qué buenas razones hay para defender el porno?

¡Tengo un montón! (Ríe). Permite la exploración en la sexualidad de las mujeres de una forma segura, nos permite diferenciar lo que es la fantasía del deseo (la fantasía está en tu cabeza pero el deseo va hacia lo que ya seguro quieres hacer; hay fantasías que uno no quiere llevar al plano real). También defiendo el porno porque sacia la curiosidad, sobre todo de las mujeres más inexpertas, y aumenta la creatividad dentro de las parejas (cuando se ha llegado a cierta rutina sexual), y, además, representa a las mujeres desde algo que les ha sido negado desde siempre, que es su poder sexual explícito. Las mujeres a día de hoy aún se sienten culpables por desear, por ser promiscuas, por tener sexo sin compromiso. La pornografía abre un abanico que es mucho más positivo que negativo para las personas adultas. Otra cosa es: cómo crear mejores contenidos.

A simple vista: te metes a buscar porno y simplemente los títulos de los vídeos ya son degradantes y humillantes para la mujer. ¡Incluso antes de acceder al contenido! “Puta, guarra, zorra, tragaleche, madurita no sé qué”. ¿Qué tipo de invitación hace a una mujer feminista ese título? ¿Cómo vamos a ser complacientes con ese tipo de trato?

Yo creo que la sinopsis del porno, aparte de que mucha son denigrantes, son poco creativas. Es todo como un dos tres, un dos tres, y llega a empobrecer. Está esa parte de crear una industria… no más moral ni más fina, pero sí quizá más consciente de los deseos de las mujeres, porque a lo mejor a ti te puede apetecer un día donde te llamen puta, pero mañana quieres que te llamen princesa. En ese sentido creo que tiene que haber un porno mucho más consciente de las fantasías femeninas… Sí es interesante la pluralidad de cuerpos que se ve en la pornografía. Hemos pasado de este porno de los años noventa muy neumático a un porno cada vez más amateur, de chicas menos operadas, más naturales: cuerpos más mayores, más jóvenes, más delgados, más gruesos, etc. Ha habido una democratización de los cuerpos, pero claro, luego están esas sinopsis y esos contenidos… entiendo lo que dices.

Hay algo preocupante de cierto sector del feminismo moderno y es que ha juzgado nuestros deseos sucios. Lo que decías de “hoy quiero que me llamen puta, mañana princesa, mañana nada”. Lo que sea. Bien: pero parece que si te gusta que te llamen “puta”, es que tu deseo responde a una oscura maquinaria y estás sometida y tienes que deconstruirte y tienes que intentar que no te guste que te llamen “puta”.

Bua… esto… ese feminismo hegemónico del que hablo en el libro se ha centrado exclusivamente en los pánicos y se ha centrado en la visión culpabilizadora de los deseos de las mujeres, y no ha sabido entender que las mujeres tienen una variedad de deseos y que son libres de disfrutar su sexualidad incluso desde un punto de vista políticamente incorrecto. Parece que las mujeres tenemos que ser santas y puras incluso en la cama, incluso cuando tenemos fantasías sexuales. Al feminismo, en ese sentido, le falta mucha sexología, y le falta mucho saber de cuestiones que vayan más allá de lo panfletario: le falta conocimiento sobre los deseos reales de las mujeres. Una mujer que desea que la llamen puta o disfruta de ciertas situaciones donde ella representa en esa fantasía un deseo irrefrenable para un hombre puede ser absolutamente empoderador.

Y ella puede sentirse totalmente satisfecha con su vida sexual, y quizá lo que le hace sentir insatisfecha o culpable es esa presión social de que sus fantasías son “poco feministas”. Porque, ¿qué es una fantasía sexual feminista? Es como ese calificativo que se pone y te suena “buá, fantasía feminista”. Vale, qué, pero está vacío de contenido. Porque al final lo que esconde es la prescripción de un código moral sobre tu sexualidad, y eso es sumamente peligroso, porque la sexualidad es el ámbito de la creatividad y algo no es malo para ti a menos que dificulte tu respuesta sexual, ponga tu vida en peligro o a menos que sea una amenaza de un otro hacia ti.

¿Crees que “el porno crea Manadas” o “el porno crea violadores”?

No hay una correlación entre ver porno o cometer una violación o un abuso.

En este caso estamos hablando de delitos, pero, ¿hay correlación entre ver porno y ser machista o ser misógino o tratar de forma degradante a la mujer?

Tampoco lo creo. No. No existe esta correlación. La mayoría de las personas saben diferenciar lo que es la fantasía de lo que es la realidad. Lo que sí necesitan es construir una vida sexual mucho más creativa más allá de los estereotipos de la pornografía. Habrá personas que necesiten el porno para estimularse con su pareja, como te decía antes, y otras personas necesitarán apagar el porno y reencontrarse con su cuerpo. Las dos direcciones. Este eslógan de “porno crea Manadas” es un eslogan populista, alarmante y que bebe de la psicosis. En cierto sentido, ojo, porque guarda cierta relación con las demandas que provienen de grupos ultraconservadores, y tú dices: ¿hasta qué punto los extremos se tocan? ¿Cómo te pueden vender esto como transgresor si es conservador y busca un sentido de pureza sexual? Al final no puedes ver porno ni fantasear con nadie más, tienes que conformarte con una pareja, y, además, una pareja estable, seria, que sea el padre o la madre de tus hijos.

Razones para defender la prostitución.

Yo no hablaría tanto de razones para defender la prostitución como de “razones para atender las demandas de las trabajadoras sexuales”. Personalmente (y esto lo comparto creo con muchas compañeras feministas) lo que más nos preocupa es la censura del sujeto político, tanto por parte partidos conservadores como progresistas. Porque esa censura actúa como una cortina de humo y se dejan entonces de abordar las necesidades de las personas que se dedican a la prostitución: desde aquellas necesidades dirigidas a mejorar las condiciones de trabajo a aquellas que se focalizan en alternativas laborales para quienes no desean seguir ejerciendo. Se pone el foco en el pánico y lo moral en lugar de en los derechos y demandas de esas personas.

Es cierto que se celebran muchas charlas o conferencias sobre la prostitución donde no hay siquiera una prostituta para contar su visión.

Sí. Tampoco es necesario que sí o sí tenga que haber una prostituta en esos debates, o una abolicionista, pero justamente lo que llama la atención es que hay una tendencia muy grande a censurar las voces de las trabajadoras sexuales y a censurar sus demandas. Incluso, cuando alzan su voz, la estrategia que se sigue por parte del abolicionismo, es la difamación. “Están dirigidas por el lobby proxeneta”, “en realidad son unas privilegiadas”… es una negación continua hasta el punto de que se usa la mentira. No obstante, sí de verdad interesase proteger a las trabajadoras sexuales de los abusos, habría un mejor clima para entenderlas. Evitar que se expresen no solo las condena a la exclusión sino que asimismo tampoco repercute de forma positiva en las víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual. Conviene diferenciar entre dos categorías: víctimas de trata y trabajadoras sexuales. Si prescindimos de la distinción de esta realidad, mal vamos.

Loola Pérez.

¿Una prostituta puede ser feminista?

Por supuesto.

¿Cómo se puede ser prostituta sin servir a la dominación masculina? ¿Crees que hay cosas que no se deberían comprar ni vender sin que pierdan su sentido (por ejemplo, la amistad; cuando entra el dinero pierde su sentido originario; o el sexo)? ¿Tiene sentido el sexo sin deseo, sólo con consentimiento?

Creo que el feminismo está muy obsesionado con el sexo. En ese sentido está más obsesionado que la Iglesia, en este punto. Y está muy bien que exista ese interés, ¿eh? Pero hay que profundizar en argumentos, en los deseos de las personas y en qué piensan los hombres de todo esto. Muchas de nosotras no sólo nos relacionamos con mujeres en la cama, sino que nos relacionamos con otros hombres. A veces con hombres y mujeres, todos a la vez. Sería interesante amplificar esos debates y trascender la visión de los peligros y los pánicos sexuales. Tenemos una visión muy pura del sexo pero no la tenemos de los cuidados: en los cuidados sí puede intervenir el dinero, pero en el sexo, si no hay una justificación romántica o un deseo recíproco parece que no vale. ¡Y ojo una cosa es el deseo y otra el consentimiento! Consentimiento debe existir siempre, pero más interesante es el matiz del consenso. Las prostitutas no solo consienten sino que consensuan qué practicas van a hacer o cuáles no, el uso obligatorio del preservativo, el lugar… Vamos, que tienen capacidad de agencia.

Entonces, según tu tesis, en una sociedad donde estuviéramos realmente emancipadas, ¿nosotras seríamos puteras? Si, como dices, nuestro problema ha sido la inhibición o la falta de capital… Me cuesta imaginarlo.

No lo creo (risas). Aquí hay dos cosas muy importantes: hombres y mujeres, generalmente (luego hay mucha diferencia entre grupos), no somos psicológicamente iguales (y esto no tiene por qué estar reñido con el hecho de que merecemos los mismos derechos y oportunidades). Tampoco tenemos las mismas motivaciones e intereses. Podemos encontrar a mujeres que tengan mayor interés para el romanticismo y hombres con mayor interés para la sexualidad, pero eso no significa que en el grupo de hombres y en el grupo de las mujeres queramos todos lo mismo. Tan artificial es comprar sexo como comprar amor a través de los cuidados, la compasión o la pena… ¿cómo decirte?… Es ciertamente artificial, falso, pero la mentira en el amor y en el sexo puede ser reconfortante para muchas personas y también tedioso para quien lo lleva a cabo.

¿En qué oficio se canjearía eso?

Pues por ejemplo: ¿cuánta gente ejerce cuidados, no le gusta lo que está haciendo y tiene que poner una sonrisa? Cuidando niños, por ejemplo. Y a día de hoy ya hay mujeres que compran servicios sexuales, pero para ellas seguramente sea más importante la compañía… Quizá son más discretas que muchos otros hombres, que presumen de consumir prostitución como si fuera una especie de competición entre su grupo de pares.

Ir al teatro. Parece una coña, pero no: las citas.

Sí. Prefieren eso que a lo mejor acostarse con una persona, pero muchos hombres cuando están en prostitución, muchas compañeras trabajadoras sexuales me cuentan que acaban funcionando como psicólogas. Que cuando consumen prostitución es una forma que tienen de salvar su matrimonio.

¿No crees que si la prostitución se regula vamos a legitimar una estructura donde el hombre siempre va a ser más poderoso que nosotras porque puede pagar por nuestro cuerpo, y no al revés?

No lo creo. Yo creo que los hombres están cambiando mucho en ese sentido y que para que cambien las cosas es muy importante darles derechos y reconocimientos a las trabajadoras sexuales. Cuando éstas no tienen derechos, sí que se motiva la desprotección ante los abusos… ¿A quién acudes a pedir ayuda cuando si eres puta o bien te ven como una delincuente o como una eterna víctima?

Supongo que estás en contra de perseguir al putero, como decía el PSOE, a fin de que eso sea un mecanismo para minimizar el drama de la trata.

Más que en contra de perseguir al putero, estoy en contra de que se hagan políticas contra el trabajo sexual sin contar con sus verdaderas protagonistas. Ellas reivindican que perseguir al cliente les acaba perjudicando a ellas, porque tienen que hacer el servicio a escondidas, más rápido, con mayor presión, sin poder a lo mejor negociar el uso del preservativo… y eso sí me parece interesante, cuidar sus condiciones y que sean lo menos peligrosas posible.

¿Es compatible el feminismo con la teoría queer? ¿Qué hacemos con las TERF?

La teoría queer al fin y al cabo es una teoría que ya empieza a tener peso de corriente en el feminismo. Viene a ampliar, a transgredir, a subvertir… creo que el feminismo queer vive de experiencias puramente individuales, sobre todo para las personas trans que están reivindicando su identidad como personas trans desde un sustrato puramente biológico, porque cada vez hay más evidencias científicas a este respecto.

¿En qué sentido?

Hay una área del cerebro concreta, la denominada BSTc, que parece elemental en el comportamiento sexual y que es similar entre mujeres cis y mujeres trans, y entre hombres cis y hombres trans. Ya tenemos ahí algo para empezar a entender el fenómeno de la transexualidad. También el sexólogo Milton Diamond tiene trabajos muy interesantes sobre la influencia genética de la transexualidad. Ser trans no es que tú te disfraces, no es que no te apetezca ser hombre o mujer. Ser trans es una identidad y debe ser reconocida, respetada y tener garantías legales cuando se sufre discriminación. Es decir, como cualquier otra persona que sea cisgénero… A menos que estemos tratando con personas sumamente intolerantes, no creo que sea difícil de entender. Y creo que el feminismo no debería usar la bandera de la ignorancia y la intolerancia con respecto a esto como ya hace hoy la ultraderecha. Hay comparaciones que son odiosas, pero es más terrible negar la intolerancia que se puede llegar a respirar dentro del movimiento contra las personas trans. Es una verdadera lástima.