Ainhoa Iriberri Lorena G. Maldonado

Hay un poema de Lawrence Ferlinghetti -y miren que era beat- en el que parodia al poeta wannabe; ese que hoy crece, prolífico, en nuestras redes sociales; invade nuestras librerías y manosea ya hasta nuestros más prestigiosos premios literarios. De perdidos al follow. En Manifiesto populista, el autor estadounidense dibujaba esta fatídica pose: "Veo lo que tú no puedes ver / como bien y bebo bien / y sueño con los grandes poemas épicos / soy tu posmoderno antemoderno / tu artista multimedia / soy el más avanzado de los avanzados / soy de un lugar concreto y completamente conceptual (...) en una ocasión conocí a Andy Warhol / y me he acostado con quien ya sabes". 

Ferlinghetti va a cumplir ahora mismo 100 años: quizá es porque sabía reírse primero de sí mismo y luego, muy seguido, de los "poetas de lenguaje deconstruido", de los poetas extravagantes "que rebosan éxtasis y visiones". Hoy que ellos se han hecho con el patrimonio de la lírica patria; hoy que resulta más difícil que nunca alimentarse de una poesía grave, inteligente, genuina y compleja; hoy, en los tiempos de Elvira Sastre, de Marwan, y del "enter" entre frases para construir versos, recomendamos diez viejos poemas de diez escritores brillantes. Y sin filtro. Feliz Día de la Poesía.

1. Estadística. Vicente Gallego

De todas las maneras que el amor 

es capaz de inventar para matarse, 

son las más compasivas las que muchos

consideran más crueles: la traición, 

la mentira, cualquier suicidio rápido 

que certifique el fin con mucha sangre

y permita lavarla con el llanto. 

Pero el amor es cruel consigo mismo, 

o es acaso muy torpe, porque suele 

elegir una muerte sin nobleza 

que se da con un alma lenta y triste: 

ese gas repulsivo y venenoso 

que acaban generando los bostezos. 

2. Por si no lo sabías (Del autor) Carlos Marzal

Quien escribió estas líneas, 

el tipo que ha venido 

con sus huesos a dar en esta página, 

-por si no lo sabías- no es tu benefactor,

no es un filántropo, no siente compasión

por quien ahora le mira más allá de este libro. 

Conque ni semejante, ni hermano, ni otras estupideces.

Tiene un arma en la mano y lo que quiere

es descargarla entera en tu cabeza. 

(Y eso tampoco significa mucho

para él ni para nadie.) Así que ya lo sabes:

nunca le des la espalda, 

no le profeses nunca gratitud. 

Lo que él quiere de ti sólo es tu miedo, 

lo que vino a robarte es tu dolor, 

a cambio del dolor que él ha sentido. 

Y cuando te lo aprendas será tarde.

 3. Invitación al viaje. Amalia Bautista

¿Cuándo iremos al mar,

tú y yo, juntos y solos?, 

¿cuándo podremos ir al mar?, ¿podremos?, 

¿iremos algún día tú y yo al mar? 

no conozco la arena entre tus dedos, 

ni el olor de la crema protectora en tus hombros, 

no he escuchado contigo el rumor de las olas, 

ni he besado la sal en nuestros labios. 

No sé lo que es quedarse 

a tu lado en silencio mirando el horizonte. 

No he visto el mar contigo. 

No sé lo que es el mar. 

4. 5-VI-2013. Rafael Argullol

Renunciar a alguien

porque te adentras en una senda 

que todos juzgarán equivocada 

es como rehuir el oasis que la suerte 

ha puesto, de repente, ante ti 

mientras errabas, sin rumbo, en el desierto. 

Cuidado, cuidado: te perderás. 

Tenéis razón, no lo niego, 

pero, ¿qué podemos hacer, vosotros y yo,

si, en realidad, sólo hay sendas equivocadas

que conducen a desiertos en los que perderse?

No me importa que el oasis sea un espejismo: 

quiero su jardín frondoso,

quiero su agua clara para saciar la sed. 

Luego ya veremos. 

5. Los hombres tristes no bailan en pareja. Piedad Bonnett

Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.

Hasta sus frentes pensativas bajan 

las nubes 

y se rompen en fina lluvia opaca. 

Las flores agonizan 

en los jardines de los hombres tristes. 

Sus precipicios tientan a la muerte.

En cambio,

las mujeres que en una mujer hay 

nacen a tiempo todas 

ante los ojos tristes de los tristes. 

La mujer-cántaro abre otra vez su vientre 

y le ofrece su leche redentora. 

La mujer-niña besa fervorosa 

sus manos paternales de viudo desolado.

La de andar silencioso por la casa 

lustra sus horas  negras y remienda 

los agujeros todos de su pecho. 

Otra hay que al triste presta sus dos manos 

como si fueran alas. 

Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas. 

No hay pues mujer más sola, 

más tristemente sola,

que la que quiere amar a un hombre triste. 

6. Canción para todas las que eres. Eliseo Diego

No solo el hoy fragante de tus ojos amo

sino a la niña oculta que allá dentro

mira la vastedad del mundo con redondo azoro, 

y amo a la extraña gris que me recuerda

en un rincón del tiempo que el invierno ampara.

La multitud de ti, la fuga de tus horas,

amo tus mil imágenes en vuelo

como un bando de pájaros salvajes.

No solo tu domingo breve de delicias

sino también un viernes trágico, quien sabe,

y un sábado de triunfos y de glorias

que no veré yo nunca, pero alabo.

Niña y muchacha y joven ya mujer, tu todas, colman mi corazón,

y en paz las amo.

José Agustín Goytisolo.

7. Esos locos furiosos increíbles. José Agustín Goytisolo 

Llegan apresurados y nunca dicen para qué

ni de dónde proceden

y enseguida te piden dos mil francos

que casi siempre te han de devolver

o te quitan la toalla sin respeto

cuando te estás duchando

se ponen la colonia los polvos el masaje

la loción de tu novio o de tu hija

te arrastran a lugares espantosos o bellos

y ni siquiera piden tu opinión

y beben prodigiosamente se ponen a cantar

en cualquier parte

o arman la del gran dios en un bar miserable

y por motivos nimios

siempre siempre avasallan te compran un sombrero

o unas flores

y un día salen al galope quizá hacia los infiernos

qué desastre.

Señora caballero muchachita asustada

militante de un partido ecologista:

si se tropieza usted con uno de esos

locos furiosos increíbles

no le deje escapar llévelo a casa

son tiernos como niños

a veces tienen frío quién sabe si es porque

les han pegado duro

duermen poco se lavan todo el rato y son muy

besucones y mirones

pero cuidan los libros sacan todas las noches

el cubo de basura a la escalera

y están sólo pendientes de tener siempre

un cenicero al lado.

Tienen por fin el gran inconveniente:

se van mas vuelven pronto

duran toda la vida.

8. Échale a él la culpa, Vicente Gallego

Hoy te has ido de fiesta con amigas,

y sin que tú lo sepas me regalas

un tiempo de estar solo que ya empieza

a ser raro en mi vida, un tiempo útil

para intentar pensar en ti como si fueras

lo que siempre debiste seguir siendo

cuando pensaba en ti: aquella persona,

en todo semejante a cualquier otra,

que una noche lejana tuvo el gesto

generoso y extraño de entregarme su amor.

Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías

ridículos del otro, en implacables jueces

que condenan sin pruebas y comparten

sus estúpidas penas con el reo.

El amor nos confunde y trata ahora

de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo

con los nombres que cuadran al que cae en su vacío:

egoísta, ridículo, inseguro, celoso...

Y como un ejercicio de humildad pienso en ti

divirtiéndote sola: te imagino bailando

y mirando a otros hombres;

al calor del alcohol

confiesas a una amiga algunas cosas

que te irritan de mi sin que yo lo sospeche,

y por unos instantes saboreas

una vida distinta que esta noche te tienta

porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas

como yo dudo a veces, y que también te aburres,

y que incluso algún día habrás soñado

follar como una loca con el tipo que anuncia

la colonia de moda.

Para calmarme un poco

tras la última idea, yo me digo

que el amor es un juego donde cuentan

mucho más los faroles que las cartas,

y procuro ponerme razonable,

pensar que es más hermoso que me quieras

porque existen las fiestas, y las dudas,

y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo

mejor de lo que piensas ciertas cosas,

que soy tu semejante, que he pensado besarte

cuando llegues a casa; y que es el amor

-ese tipo grotesco y marrullero-

el que va a hacerte daño con palabras

absurdas de reproche cuando vuelvas,

porque ya estás tardando, mala puta.

9. Ya nada ahora, Ángel González

Largo es el arte; la vida en cambio corta 

como un cuchillo 

                                   Pero nada ya ahora

—ni siquiera la muerte, por su parte 

inmensa—

podrá evitarlo: 

                             exento, libre,

como la niebla que al romper el día 

los hondos valles del invierno exhalan,

creciente en un espacio sin fronteras,

este amor ya sin mí te amará siempre.

Ángel González.

10. Lucy, Mariano Gasparet

No es extraño que a veces piense en Lucy y

caiga abatido a ras de suelo ni su

curiosidad ni sus ojos luminosos

son suficiente motivo para erguirme

ahora que Lucy no está vencen la

gravedad y el cielo mi deseo de ser

alguien a la altura de su amor

a la altura de sus expectativas

de su alegría pugnaz y primitiva

perdida en el aire su alegría

prendida en la copa de los árboles

entreverada en los arbustos o en el

cruce seminal de los trigales y su

techo de vainas cómo pude amarla

tanto tantas cosas me enseñó la dulce

Lucy a doblar con arrojo las piernas

a no temer levantar las manos y los

hombros a dejar caer el peso de mi

cuerpo e incluso el peso de la bóveda

azul de la sabana sobre las corvas

recuerdo la primera mañana que los

dos jugamos a perdernos yo seguí a

Lucy más allá de las acacias donde

caza el guepardo y Lucy me enseñó

su secreto podía andar sobre sus pies

nunca vi nada tan hermoso aquella

hembra joven sabía mirar la vida

por encima del miedo era tan alta

como un ñu como un león era el

centro del mundo mi dulce Lucy me hizo

creer que no había nada imposible

que la tierra y el cielo son la misma

cosa que estaríamos juntos siempre

pero un día Lucy se marchó quizá

aprendió a volar como un águila

como un halcón quizá quiso conocer

por qué ruge el volcán y escupe humo

qué hay más allá de las montañas del sol

era tan inquieta que la creo capaz

de cualquier cosa no tenía límites

yo la espero desde entonces aunque

he de admitir que sin Lucy me derrumbo

porque nunca fui tan valiente como ella

a veces me aparto del grupo y me adentro

sigiloso en la pradera y me alzo y miro

el horizonte girando lentamente

sobre mis piernas como Lucy me enseñó

e imagino que nos vemos que la encuentro

porque más grande que África fue nuestro amor

pero el cansancio y la certeza de que

nunca volverá me tiran hacia abajo

entonces regreso al galope junto al

grupo y pienso que debo olvidarme

que de nada vale levantarse y caer

y pienso dónde estarás querida Lucy.

Idea Vilariño.

11. Lo que siento por ti es tan difícil. Idea Vilariño.

Lo que siento por ti es tan difícil.

No es de rosas abriéndose en el aire,

es de rosas abriéndose en el agua.

Lo que siento por ti. Esto que rueda 

o se quiebra con tantos gestos tuyos

o que con tus palabras despedazas 

y que luego incorporas en un gesto

y me invade en las horas amarillas

y me deja una dulce sed doblada.

Lo que siento por ti, tan doloroso

como pobre luz de las estrellas

que llega dolorida y fatigada.

Lo que siento por ti, y que sin embargo

anda tanto que a veces no te llega.

Noticias relacionadas