Chenoa, tomando un café a las afueras de Madrid mientras cae la tarde, no es ya la Chenoa estelar y lejana del escenario y el foco: es Laura, una mujer magnética e hilarante, edificada y discursiva, ácida sin renunciar a la dulzura. Una artista poderosa que lleva poniendo los puntos sobre las íes -en la música y en la vida- al menos desde 2002, año en el que sacó su himno Cuando tú vas y se independizó para siempre del programa que la aupó, Operación Triunfo.

Laura, ya lo avisó, viene de vuelta: ha aprendido a quererse y a reírse de sí misma, a flotar por encima del ruido, a espantar a esos buitres patrios nacidos para aguardar, pacientes, a que nos rindamos a la descomposición. Con ella no lo han conseguido. ¿Quién puede con una mujer que hace de sus desventuras camisetas? Hoy agarra con más seguridad que nunca las riendas de su vida y, sin pretenderlo, seduce hasta a los objetos de la cafetería: será su aura de mujer libre.

Entrevista a Chenoa Silvia P. Cabeza

Presenta A mi manera, una canción que es una declaración de intenciones: "Y qué me pasa, no soy la única mujer que no se casa. Si tú me quieres, convénceme dentro de estas cuatro paredes. No necesito nada más que el tiempo que ya nunca tienes, y si te digo la verdad, lo que haces ya no me entretiene...". Diseccionamos con ella su nuevo tema y charlamos sobre convenciones sociales, modelos de hombre, seducción e infidelidades, y, muy especialmente, sobre ese amor que es el primero: el propio. 

A mi manera es la canción de una mujer liberada. ¿Cuál es la manera de vivir de Laura?

Yo creo que batallando conmigo misma. Creo que el mayor enemigo de cualquier persona, hombre o mujer, siempre es uno mismo. La liberación parte de uno. A partir de ahí puedes empezar a empatizar y a valorar al de enfrente y a la lucha propia que ha tenido. Es el punto de mirarte primero a ti: una vez que tú te quieres es más fácil querer. 

¿Cuándo aprendiste a quererte a ti misma?

¡Uf! Tardé mucho. Cuando te dicen lo de los años es cierto. Precisas de experiencias para ponerte a prueba por más principios que tengas. La prueba de fuego siempre es que te pasen cosas, que vivas, y eso no se hace hasta cierta edad. Yo cuando entré en los cuarenta reconozco que fue en plan “ahora sí, ahora ya puedo poner a prueba muchas cosas que no tenía claras”. Y desaprender. Esa palabra me encanta.

Desaprender, reciclar. Cuando crees que sabes algo pero lo has aprendido mal, y de repente te das cuenta de que eso que has aprendido no es para ti. Hay reglas medio impuestas por la sociedad que te llevan a pensar que esa vida es la correcta, ¡y quizá no es para ti! Si no terminas de molestar a nadie, no creo que sea un problema.

¿Cuál fue la educación sentimental que recibiste, que recibisteis las mujeres de tu generación? A nosotras siempre se nos han dado unas pautas muy concretas y una concepción muy particular del "éxito".  

Bueno, yo parto de la riqueza que tengo en el nido, es decir, en mi casa, y es el hablar. Soy argentina de nacimiento y es una cultura y un folclore muy típico argentino: no parar de hablar. ¿Qué es lo positivo? En mi casa se habla mucho, se pregunta, se curiosea. Si no se sabe se pregunta y si no se sabe también se escucha.

¿Qué se impone? Se impone todo lo que te choque. Por ejemplo, que yo llegue a una franja de edad y me estén preguntando todo el rato que por qué no me caso, que es una de las letras de A mi manera. Eso parece una rareza y no lo es. Hay que balancear la pregunta y la alegría de alguien que se casa con la no pregunta a alguien que no se casa. Es simplemente buscar… a mí la palabra “normal” no me gusta, creo que me encorseta, pero sí creo que hay que buscar una “flexibilidad”. 

Nos contaron la patraña Disney del príncipe azul. Y eso de que iba a haber un gran amor para toda la vida.

Sí. Yo creo que también a ellos les han impuesto una presión extra, que es el ser rubio con caballo y ojos azules, o sea, yo creo que la presión del sueño infantil al final no solamente trauma a la niña, sino al niño también, porque tiene que ser de determinada manera. Ahora hay más dibujos y sueños de antihéroe, que molan mucho y sí me gustan. Ahora somos un poquito más amplios en captar sueños que tengan bases que no sean las “normales”, vuelvo a entrecomillarlo. Eran de otra generación. 

A ellos no se les pregunta tanto si se casan o no o si tienen hijos o no. Parece una cuestión reservada a las mujeres. 

Las preguntas de una alfombra roja, por ponerte un ejemplo, suelen ser “¿qué llevas puesto, cuándo te vas a casar, estás enamorada, vas a tener hijos?”. Y si tienes hijos, “¿cuándo vas a tener el siguiente?”, aunque acabes de tenerlo. Hay un estrés constante con ese tema. De hecho, ahora ha salido un informe donde dice que el problema de la esterilidad ahora es más por los chicos que por nosotras. Tienen muchos problemas. Antes los Tudor le cortaban la cabeza a Ana Bolena porque no tenía un niño y eran ellos los que ponían el sexo. Yo creo que poco a poco, al final, es un juego entre dos y tiene que estar equilibrado. 

Esta canción es un poco el antónimo de El anillo pa’ cuando

Totalmente. 

Fue un gran hit del verano, pero al final es otra recurrencia: no paramos de estar exigiendo algo que legitime el amor. En este caso, una alianza. Tú dices en la letra “convénceme dentro de estas cuatro paredes”, no ante el escaparate.

Claro, yo siempre parto de que mi letra es una opción. Fíjate: la letra está compuesta por Barei, por Rubén Villanueva, Fernando Montesinos y Kai Etxaniz, tres chicos y una chica. O sea, que tampoco creas que ellos no piensan más o menos como nosotras. Ellos son capaces de ponerse ahí. De todas maneras, de El anillo pa cuándo pienso que si yo lo que estoy intentando es ser flexible, tengo que serlo también con lo que escucho. Cuando escucho esa canción me parece graciosa. No digo “dónde vais” ni pongo el grito en el cielo. De nuevo, poner la balanza. Yo no lo quiero, no quiero se anillo, quiero que me lo demuestres… pero hay de todo. 

¿En qué circunstancias te apetecería ese anillo?

Hombre, yo por celebrar. Yo voy a lo básico. Creo que más de una nos casaríamos por hacer fiesta. Por decir: “bah, voy a juntar aquí...”. Hay ritos de “te echo arena y tú me echas, y estamos casados”, y ya me parece bien. Lo que pasa es que el anillo es guay, es simbólico, y mola mirarte la mano. Todo hay que tomárselo con cierto humor para quitarle un poco de peso y de hierro a toda la situación. Me decían “el punto feminista” y todo esto… vamos a descontracturarnos un poquito, que si no al final estamos un poco a cuchillo.

Chenoa. Carmen Suárez.

¿Cuál fue tu primer amor?

Mi mejor amigo: ¡maravilla! Esto en Mallorca pasa mucho. Estábamos en la pandilla. Fue como raro, porque nos miramos un día y fue como “sí”. Tenía como 15 o 16 años. No pude tener más suerte, era mucha confianza, estaba muy a gusto… y más o menos siempre he mantenido esa tónica. Si no soy amiga de con quién estoy, malo. 

¿Cómo se diferencia cuando es algo más?

Lo de las mariposas en el estómago es una gran definición de lo que uno siente cuando algo le gusta. Algo. No tiene que ser un chico o una chica. Cuando algo te gusta, si estás abierta… te late, como dicen en México. Estás como rara, “pasa algo”. “Algo me está pasando y no sé que es”. Hasta que lo averiguas y te lanzas. 

¿Se sigue llevando de alguna manera eso de esperar al hombre perfecto para la primera vez? 

Pues mira, estaba viendo un reportaje de Jordi Évole en el que estaba con una trupe de chavales y hablaban sobre la presión de ser virgen según con qué edad. Parece una tara ser virgen si tienes 17 o 18 años. Yo no sé ahora mismo qué parámetros se están barajando en la adolescencia para llegar a es conclusión, ¿estamos haciendo algo mal? ¿Estamos mandando un mensaje extraño: demasiada rapidez, demasiado fast food, como digo yo? Puede ser. 

Igual esto ha virado. Antes era lo de “cuanto más te reserves, mejor”, y ahora es lo de “ah, ¿pero que todavía eres virgen?”. 

Sí, yo creo que se ha ido de un extremo al otro. Antes te decían “guárdate”. En mi casa eso no se ha usado, no es un lenguaje que yo haya manejado. Tengo padres jóvenes, que son músicos, con lo cual es una profesión mucho más bohemia… y eso marca mucho a la hora de poder hablar o de tener tabúes o miedos. Ahora las madres están siendo más mayores y la diferencia que logran con los hijos adolescentes es mayor, y te vas cerrando… es más complicado. Pero creo que es básico: menos móvil, más charla. Pero todos. 

¿Qué sabe Laura hoy de los hombres que no sabía con 18 años?

Todavía no sé nada. Son muy raros, tío (ríe). No lo sé. Yo soy un tipo de tía que creo que tengo un punto muy testosterónico, para ellos, ¿eh? “Es que tú impones” es de lo primero que me suelen soltar. Y cuando me dicen eso es… ¿sabes los dibujitos que se van poniendo corazas? Pues eso. Y eso me lo tengo que hacer mirar. A veces los entiendo más y a veces menos.

Sí distingo a muchos hombres que están muy satisfechos con su lado femenino, y eso se nota mucho (lo noto cuando están con mis amigos gays, por ejemplo). Sí reconozco al “hetero duro”, este que se pone en plan macho… me resulta muy gracioso. Y luego está el que repudio totalmente y que generalmente no es amigo mío, porque no tengo nada que ver: el de la rigidez mental, que no me causa ningún atractivo. 

¿Cómo suele ser ese hombre que te genera rechazo?

Sobre todo el que es medio homófobo y se nota. Enseguida me vas a ver posicionada. No me va. 

Lo de “impones” se les dice a las mujeres que tienen un carácter fuerte. Pero a los hombres nadie le dice “ah, es que eres muy ambicioso...”, como si fuera algo malo.

Bueno, yo siempre me pregunto por qué nadie hace un listado de solteras de oro. ¿Hola? Yo estaría encabezando, por favor (risas). Pero veo reportajes de “solteros de oro” y ves a los chavales ahí maqueados… y luego te ponen “fracasadas en el amor”, y aparecemos todas, yo en chándal. ¿Qué pasa: por qué? 

Es absolutamente machista. 

Eso es muy machista. Y muy desagradable, porque lo que están haciendo es que la gente que admira a ese tipo de personas piense “hostia, no es del todo guay querer a esta tía, porque es una desgraciada”. Es como ¡mal!

No entiendo esa absurdez. Hombres y mujeres de todo tipo de edades hemos fracasado alguna vez en el amor.

¡Pero qué bien! ¡Equivoquémonos! Vamos a fracasar. Qué postizo sería si no. Vender que todo está bien… no es cierto. El mundo gira para todos, todos tenemos vida, todos tenemos historias. Yo puedo empatizar con historias de otras mujeres a las que veo pasarlo mal y enseguida pienso “esto se le va a pasar, va a estar bien, va a estar bien”. Luego está en ti que tú aprendas y gestiones cómo vas a aprender de esa mala experiencia. Y no es odiar al mundo, no es odiar al hombre, no es odiar la situación, es quererla y abrazarla y me ha pasado a mí. 

Eso que dices de la empatía es fundamental. 

Es básico. A veces salgo en algún programa y hay alguien que escribe “pues mírala, tal...”, y muchas veces es tía, y pienso: no, por dios… cuidado. Hay una palabra que se está usando poco y es “piedad”. Parece tan cristiana y no lo es… es una palabra para todos. Ten piedad, ten piedad de la gente. Busca un poquito. Un poquito de piel.

Chenoa. Carmen Suárez.

Te preguntaba por los hombres antes, pero, ¿qué sabes hoy del sexo que no sabías con 18?

¡Guau! Pues un montón de cosas. Bueno, bueno, bueno… ¡es que no te da la cinta del casette! (ríe). Sé lo que me gusta. Y eso me parece básico. Sé lo que no quiero. Sé lo que me gusta a mi y lo que puedo dar al de enfrente. Sé decir “no” cuando no quiero. Sé respetar mis tiempos. Soy muy lenta: me gusta mucho el cortejo, me gusta mucho el café, la conversación. Me gusta mucho la cena. Me atrae, me resulta muy sexy la charla. Si no me atraes en eso, Houston, tenemos un gran problema, porque no me voy a acostar con ese tío.

“Por fin preguntas cómo me llamaba, la verdad, hubieses empezado con buen pie”, cantabas en Cuando tú vas. Todo esto del amor nocturno, esporádico. 

Claro, son otras formas de tener una satisfacción pero gestionada por otro tipo de mujeres que también me gustan. Tienen la soltura y tienen la capacidad de decir “mira, no me importa ni cómo te llamas”. Pues fenomenal. Si tú me preguntas a mí como Laura, no puedo. Me conozco y sé que no me va. 

Necesitas citas. 

Necesito muchas cosas. Si yo me cito con un chico, sabe quién soy. O piensa que lo sabe. 

Eso debe de ser jodido. 

Sí. Ser prejuzgada, catalogada, lo que sea. Y yo tengo que romper eso, y ver si eres capaz de ver más allá del personaje. Además yo soy la típica que cuelga la bata de cola y me ves haciéndote la cena y de repente paso la aspiradora. Me gusta mucho disociar el personaje de la persona.

En mi casa somos todos músicos y lo hacemos, es natural. Parece que estoy todas las noches animando a todo el mundo, pero en mi casa soy un muermo. No hablo nada un día, estoy callada porque no me apetece… no hablo. O soy de estar viendo series por un tubo, maratón… “eres una asocial”. No, es que estoy todo el día recibiendo información y necesito un reset. 

Y qué hay de la admiración. Los hombres te mirarán con un “oh” en la boca: “¡Estoy quedando con Chenoa!”. 

Sí, me miran como a la virgen María más de uno. Pero luego me escuchan hablar y ya. “No me mires así como si fueras el gato de Shrek, por favor, es que no me parece atractivo” (risas). Pero yo entiendo que hasta cierto punto es como si estuvieran mirando la tele. ¡Miran la tele! Sí, sí. Y luego ya se van relajando. Quizá por eso necesito más proceso del normal. 

¿Y necesitas admirar?

Sí, sí, totalmente. Yo puedo estar con un tío feo de narices, que como sea algo de investigador de no sé qué, no sé cuánto… uy, sí, sí. Los cromosomas. Cuéntamelo todo. Igual no entiendo nada, pero… (risas). Pero me provoca ilusión de charlar. 

¿Para qué sirve la belleza?

La belleza es bonita para admirarla, pero si no tiene algo detrás, una historia… sabes que cuando vas a ver un museo, las esculturas están en un pedestal. Tienen base. La base es importante. El mármol para apoyar. Tiene que haber un poco más. De repente ves a alguien bonito pero enseguida te has olvidado, porque te está dando otra cosa. ¡Gracioso! Eso para mí es muy guay. Me puedo enamorar perfectamente de un feo gracioso, me causan mucho buen rollo. 

“Ni loca, ni sumisa”, dices en la letra de tu canción. Ese clásico de “todas mis ex están locas”. 

Es algo que se ha quedado. Es que las costumbres… dicen que en 21 días puedes hacer hábito de muchas cosas. Pues igual ponemos a todos en fila para que no lo digan más. Está muy metido en vena, es muy complicado. Son palabras que se han inventado por algo: en algún momento habremos sido más sumisas, en otros momentos habremos estado más piradas de la cabeza… y seguramente hemos manejado un poco eso. Las palabras te ubican. En Argentina se dice “sos una desubicada”, en vez de decir que “sos una loca”. Me encanta el “no, sos una tipa bien ubicada”. Es como el Google maps: estoy aquí.

Pero no tienes mucha pinta de haber sido sumisa. 

Yo he sido sumisa, sí. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. 

¿Con todo tu poderío?

Con todo mi poderío me he bajado muchas veces, porque he pensado o he creído que siéndolo iba a ser feliz con la persona con la que estaba. Y eso ha mermado no mi seguridad, pero… mi madre me decía “Laura, yo sé cómo eres, no vas a aguantar”. Efectivamente: me dura poco la sumisión. Yo estoy preparada para la guerra. El guerrero puede estar un ratito, pero cuando despierta es como: ¿qué me estás diciendo? Y sale todo sin filtro, claro.

Chenoa. Carmen Suárez.

Vamos a la segunda parte del verso que comentábamos. “Ni loca, ni sumisa… ni rapera: no te confunda el chándal”. ¿Y este guiño?

Lo que hablábamos antes. Es tirar de humor para reírte de tus propias experiencias. Ya que lo sabemos todos, vamos a reírnos de que ya pasó, ya fue… yo siempre lo he hecho así. Aquí se estila menos. En EEUU es más típico: cuando hacen algún escándalo tipo “salgo del coche sin bragas” pasan mucha vergüenza y tal, pero luego un programa invita a la tipa que salió sin bragas y aparece con tres bragas puestas por las rodillas. Saben jugar.

Mira, yo tengo una línea de camisetas con Verónica Miyun, que es mi estilista pero también es mi socia. Y me dice: “¿Qué camiseta quieres sacar ahora?”. Y yo le digo: “Yo en chándal no salgo más”. Y es de las más vendidas. La gente llama y les dicen: la tenemos en burdeos, en verde botella y en gris. Y la gente: “No, no, yo en gris, como la original...”. Me parto. Es muy gracioso. Como todo. La cobra. La cobra nunca existió, pero ¿qué hacía? Era luchar contra Goliat. Pues saqué camisetas. Yo cuando vi la avalancha dije: “No puedo pelear contra esto”. ¿Qué hice? Un anuncio y una camiseta que decía “la vida cobra sentido”. Y hasta luego, Maricarmen. No puedo estar convenciendo de que eso no pasó. 

En ese momento pensé: ¿esto es un delirio conspiranoico? ¿La gente lo está viendo porque quiere verlo?

Sobre todo, fue una incoherencia. Si tú me conoces un poco, como mis amigos, por ejemplo, saben que lo último que voy a hacer delante de 5 millones de personas es improvisar. 

En cualquier caso: las mujeres llevamos toda la vida haciendo cobras, en el caso de que nos hubieran hecho una, ¿¡qué pasa!? 

No pasaría nada, pero es que no me pega. ¡Pero si había otro plano…! Y ese nunca lo ponen. Pues he tenido que reaccionar así, porque si no, no vivo. Donde nos movemos, si quieres ser superviviente, creo que esto es muy importante. No te puedes enfurruñar, amargar… imagínate que todo te lo tomas a pecho. Te enfermas. De estrés, de tristeza. Te crees que eres una porquería, te crees que no sirves.

Es tanta la avalancha que como no tengas una herramienta para gestionar la emoción… yo acudo a higiene mental, que es un psicólogo, igual que tenemos higienistas bucales, por ejemplo. La palabra “loco” es muy peligrosa: eso es una enfermedad. Nosotros tenemos que hacer un reseteo con gente que te dice “toma el palo y el rastrillo, que no los tienes, y ahora aras la tierra y clavas la semillita”.

Los psicólogos son pobres basureros emocionales: no hay un vínculo afectuoso con ellos, así que te despreocupas, porque quieres ¡hablar!, y a lo mejor no quieres preocupar a tu familia o a tus amigos. ¿Y qué pasa cuando no hablas? Que te lo tragas todo, y eso psicosomáticamente te destroza. A todos nos sienta estupendo dos meses de terapia. 

¿Crees que el episodio del chándal habría tenido la misma trascendencia si hubieses sido un hombre?

Yo en ese momento no estaba entre qué hago ni qué no hago, yo no pienso, yo hago. Y una vez hecho, se apechuga. Punto. También creo que pequé de juventud. Era pequeña. ¿Cómo se me ocurrió…? Ok, lo asumí y chao. Lo llevo con gracia, nada más. No es una polvareda en mi vida. Se baja el polvo y se barre. Ahora hay más solidaridad. “Yo también he estado en chándal llorando”, me dicen.

Hay más Bridget Jones, y con más valentía para decirlo. La gente sabe que por ahí pasamos todos. Las cosas han cambiado mucho: ahora somos también más envalentonadas a la hora de la seducción. O si la mujer siente que le gusta otra mujer, ¿qué pasa? Pues todo se toma con menos dolor de espalda: te gustan las tías, guay, estupendo. 

¿Has tenido esa duda alguna vez?

Yo nunca. Y qué lástima. Ojalá. Me hubiera evitado algunos quebraderos de cabeza. Me llevo muy bien con las mujeres. Siempre que estoy con una mujer y veo que tiene un problema, me posiciono enseguida, aunque no tenga razón. Me pasa con amigas: luego en casa sí que les echo la bronca, pero delante de otras personas jamás me pongo de parte de quien les está dando la coba. Es la camaradería de ellos, ¿no?, pues traída aquí, hacia nosotras.

¿Cómo ha cambiado la seducción?

La seducción, alias “cortejo”, tiene poca cabida. Todo es muy rápido. Tienes que ir igual de deprisa que una app. 

El Tinder ardiendo. 

Sí. Bueno, es otra manera. Y hay que adaptarse. Es normal que las cosas evolucionen. Pero cada uno tiene el derecho de elegir lo que quiere, y si eso no te va, no lo hagas, por más que lo haga todo el mundo. Respeta tus tiempos, son tuyos.

¿Qué te hubiera gustado sobre el amor y el sexo cuando tenías 15 años?

Que primero me tenía que querer yo, no buscar que me quisieran. Sí. Eso fue y es una tara. Viene de lejos. El buscar que me quieran siempre ha sido una tara. El ser aceptada. Ahí viene la parte tóxica. 

¿El hombre perfecto existe?

No, ¡y menos mal! 

¿Cómo sería el perfecto para ti?

¡El paciente! Porque a mí cuanto más me achuches, más me alejo. Con 40 ya tengo mi micromundo bien formado, así que no me lo vengas a tocar ahora ni a moverme las cosas de sitio. Pero si lo haces con cariño y con tiempo, igual te digo “venga, sí, va, pon la taza allí”.

¿Cuál es el mayor tabú sexual que existe en la España de 2019? 

Catalogar el placer en identidad sexual. El placer no es ni hombre ni mujer, el placer es tuyo. Te gusta chupar un pie, comer chocolate, untarte de fresas… ¿a mí que más me da? Hay una imposición de lo que tiene que ser el placer. Bastante que nos dicen lo que tenemos que hacer para que nos digan también qué tenemos que sentir. Para mí igual el placer puede ser comerme un plato de espaguetis, porque no puedo comer hidratos, y me resulta tan satisfactorio como un orgasmo. O estar sola. Mimarme, quererme. Estar sola. 

Eso me recuerda a lo que decía Woody Allen: que masturbarse es hacer el amor con la persona que uno más ama en el mundo. 

Es muy grande. Es una gran frase.

¿Qué importancia tiene el sexo en una relación?

Al principio muchísima. Primero hay piel y química. Y durante la relación creo que tiene una importancia bastante potente. Sí, sí la tiene. Pero bueno, también hay una flexibilidad… todo lo hablado y todo lo pactado… Yo sí soy de pactos. Si tengo pareja, llevo 10 años contigo y me dices “me apetece estar con una jirafa”, vale, pero cuéntamelo. Acordemos tener sexo con otras personas, estupendo, pero hablándolo. 

¿Estamos preparados para eso?

No creo que exista todavía la valentía de la charla, sino no existiría tanta, tanta, tanta gente infiel. Todo el mundo es infiel. Todo el puto mundo. Y el problema no es la infidelidad, el problema es que no me lo cuentes a mí primero, porque de ser así no habría engaño. Pero ah, quizá no sería tan morboso para ti hacerlo si me lo cuentas. Ahí hay una cosa oscurita que tenemos que trabajar. Si no me lo estás contando porque eso te produce cierta satisfacción hay un punto cínico que tenemos que hablar por lo menos.

Es como cuando alguien se va con un infiel que está con pareja, y el tipo deja a su pareja, bueno, o le hace la vida imposible para que sea ella quien lo deje (porque él no quiere ser responsable)… y de repente aparece con la otra, totalmente cambiado, corazones y corazones… cuando a ti te decía “yo es que no soy muy cariñoso”, y con la otra sí. Ahí hay un mareo… 

¿Tú has sido infiel?

No, no lo he sido. He tenido la posibilidad. La he tenido enfrente. La tentación la he tenido delante, pero bueno, me voy a casa y me ducho.

A ellos les cuesta más. 

Claro. Les cuesta mucho. Y lo puedo entender. Pero me lo tienes que contar, porque si no me lo voy a tener que inventar y a cuadrar algo que vaya con tu personalidad. Y me da mucha pereza. Sin comunicación, el amor es inviable.

Chenoa. Carmen Suárez.