¿Será el escritor Neil Strauss el eco en carne y hueso de Carrie Bradshaw?. Parece ser que sí. El periodista que se animó a escribir un primer libro tratando sus experiencias en la comunidad de seducción, ahora se atreve con una segunda parte: El otro método, un libro incómodo sobre las relaciones de pareja (Lince). Un tomo en el que detalla lo complicado que es combinar los sentimientos de un soltero y Don Juan empedernido, con aceptar y concienciarse de lo que conlleva el ‘sí, quiero’.

Strauss cuenta en esta obra las distintas etapas y dudas por las que pasa un auténtico seductor desde su propio punto de vista. Una ejemplar sin ficción que deja paso a la imaginación que desde la tercera hoja no deja de volar. Donde su primera persona se mezcla con la de cualquiera que empiece a leer. Lo comienza con una advertencia a su futura esposa y lo concluye con un agradecimiento por su lectura y aguante.

A lo largo del libro, Neil Strauss va cruzando distintas puertas, la infidelidad, la exclusividad, las alternativas, la anhedonia y por último el plantearse la libertad. Empieza el libro desde un punto de amor ciego, que no claro y va pasando por distintas etapas y sucesos, se plantea problemas y realidades y en la mayoría se da por guerrero perdido.

Cierro los ojos y me zambullo de nuevo en el confort de mi cama, listo para otro día ilimitado, libre para expandirme en la dirección que yo elija. Cualquier realidad puede ser la mía. Puedo tener un bebé con alguien como Linda. Puedo crear una comunidad de amor libre como la del padre Yod. Puedo encontrar una relación sin ataduras y sin límites. Puede serme fiel a mí mismo”. Y se plantea qué es la libertad y si de verdad le merece la pena: “Quizá esto sea la libertad: estar en una habitación circular rodeada de puertas abiertas, sabiendo que puedo cruzar cualquiera de ellas y previendo la nueva aventura que hay detrás de cada una”.

Se fustiga en el querer y no poder. “Me pregunto por qué siento que no puedo con el matrimonio, pero sí con la paternidad. Creo que es porque lo que me preocupa no es la responsabilidad, sino la exclusividad”. Y culpa a Tinder, a las copas nocturnas, las charlas con sus amigos, la poca confianza con su padre y a la luna -por culpar que no quede-, por brindarles tantas oportunidades y no obligarle a cumplir con una. Se debate entre creer en la monogamia y seguir con relaciones a ritmo de likes.

Me dice que ella cree que hay tres clases de hombres: los tíos “hasta que la muerte nos separe”, que quieren estar con una persona el resto de su vida; los del tipo Peter Pan, que no quieren crecer nunca y sólo aspiran a coleccionar muescas en el cinturón, y los hombres maduros, que quieren tener relaciones íntimas con múltiples parejas”. Y se pregunta cuál es él, y por qué no lo tiene igual de claro que lo que quiere cenar esa noche.

No tiene claro si para él está hecho la consecuencia del ‘sí, quiero’ o prefiere picar de flor en flor. “El estilo de vida liberal es un simple “vamos a follar!. El estilo de vida poliamoroso es un “me gustaría conocerte. Supongo que si el poliamor se limitara al sexo, se llamaría policoito. En la charla que me da a continuación, Shama Helena me explica que para la mayoría de la gente el poliamor significa tener múltiples relaciones de amor romántico en las que todos los miembros saben de la existencia de los demás. Aquí la palabra clave es amor. Una relación que permitiera sólo el sexo esporádico a escondidas técnicamente no entraría dentro de sus parámetros. La otra distinción es la honestidad. Tener una amante secreta o estar en una relación de “no preguntes, no cuentes” tampoco sería verdadero poliamor. Y poli no necesariamente va de la mano de libertad. Muchas relaciones, me explica Shama Helena, exigen exclusividad sexual por parte de algunos o de todos los miembros del grupo; es lo que se llama polifidelidad”.

Entre tantos “dimes y diretes”, se cuestiona si la fidelidad no es más que una quimera y si la fidelidad realmente merece la pena, a dónde va a parar el deseo y la pasión y si abrirse una cuenta de Tinder es buena o mala idea. Estos temas los trató en su primer libro, y en esta segunda oportunidad les ha vuelto a dar cabida, aunque con una pequeña diferencia, esta vez el autor está enamorado. El paisaje cambia y pretende encontrar lo que al recibir la flecha de Cupido se propuso cumplir. Darse la oportunidad de acertar y toparse con la estabilidad y felicidad al lado de su pareja.