"Castellano en Cataluña, afrancesado en España, español en Francia, latino en Norteamérica, nesrani en Marruecos y moro en todas partes, no tardaría en volverme a consecuencia de mi nomadeo y viajes en ese raro espécimen de escritor no reivindicado por nadie, ajeno y reacio a agrupaciones y categorías". Juan Goytisolo se bautizaba así en sus Memorias porque se prefería anacoreta, pero -qué disgusto- el establishment lo abrazó como una boa constrictor concediéndole el Premio Cervantes 2014. Otra historia de amor no correspondido, uno de esos tan hondos que incomodan.

"Ser objeto de halagos por una institución literaria me lleva a dudar de mí mismo", aclaró durante el discurso, agobiado por el aplauso oficial. Disidente nuestro que estás en los cielos, lo cierto es que ni los grupos de poder pudieron resistirse a condecorar tu talento corrosivo: sacaron al estrado a un hombre sin influencias, impertérrito en su dignidad, pero que blandía el lápiz y ponía a temblar al mejor disfrazado de los corruptos.

Los contaminados por nuestro primer escritor, Cervantes, no nos resignamos a la injusticia. Digamos bien algo que podemos

"Los contaminados por nuestro primer escritor, Cervantes, no nos resignamos a la injusticia. Digamos bien algo que podemos", guiñó al cierre de su speech de premiado. Se borraron las sonrisas. Varios representantes del PP, como Ignacio González, Montserrat Gomendio o Teresa Lizaranzu decidieron no aplaudir al genio por su rechazo vehemente a los conchabeos y su afabilidad hacia los nuevos aires políticos.

Goytisolo, Wert y González, en la lectura continuada de 'El Quijote', en el Círculo de BBAA. Efe

Cuando al buen hombre le recordaban que obras como Makbara eran lectura obligatoria en los institutos de bachillerato, reclamaba: "No me normalicéis tanto". Ahora es más fácil amarle, porque desde que se fue en junio a causa de un derrame cerebral, ya no molesta. Siempre funciona así. "Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo". Y él nunca se hizo el loco ante los traumas de su país amante e hiriente. "Imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Humanidad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera". Qué manera de embestir.

Contra el costumbrismo rancio

En Señas de identidad -la primera de la trilogía de Álvaro Mendiola, redoneada con Reivindicación del conde don Julián y Juan sin Tierra-, parece que Goytisolo trata de derribar "lo español", pero lo que está dinamitando, en realidad, son los tópicos casposos, los lugares comunes y las simplezas manidas sobre el país. Escribe sobre el veneno del franquismo y sus mecanismos de represión, pero también sobre las izquierdas y su incapacidad para constituirse en una oposición sólida, con capacidad de reacción. Es hermoso -o al menos, justo- que una de las novelas españolas más importantes del siglo XX esté tan marcada por la derrota. La derrota de exiliados, represaliados y fusilados que, sin embargo, no son beatificados en masa por el autor: también arrastran mezquindades que deben ser contadas.

Goytisolo en el retrato que le hizo su sobrino.

Goytisolo no sólo arremete contra la España franquista, sino que dispara contra el resto de tipos de España: no ve claro el final feliz ibérico casi de ninguna forma, pero con su escritura mordaz araña la esperanza. ¿Por qué? Porque sólo con retratos como el suyo, capaces de extraerle las vergüenzas al país que le parió, conseguirán los ciudadanos demócratas construir la España que quieren y superar el guerracivilismo, la epidermis sucia del pasado. Mucha lejía, aunque huela fuerte, y luego, seguir adelante. Fuera los costumbrismos mal entendidos. Lo explicaba él mismo: "La humanidad no puede avanzar sino reconociendo sus errores. Si no hay una autocrítica no hay ninguna forma de progreso. Yo he sido siempre muy crítico con la sociedad, pero también he sido muy crítico conmigo mismo".

El heterodoxo necesario

Eso es la escritura de la conciencia, la escritura de las minorías interesadas en oxigenar: "A mí no me atrapan en absoluto los best-sellers, porque no revelan nada. La buena literatura es la que concierne de alguna forma al lector y le ayuda a descubrir algo que le afecte, a nuestra sociedad o a la humanidad entera". Autor catalán que es ya acervo cultural nuestro, necesario caballo de Troya que nos replanteó desde dentro hasta que no aguantó más y nos miró desde fuera -sin dejar jamás de verse a sí mismo-.

Si Goytisolo hubiese nacido en Alemania, en Italia, en Reino Unido o en cualquier otro país del mundo, habría disparado hacia allá igual que disparó contra España, porque el francotirador es coherente en su reprobación, sólo que apunta a lo que más le apela. Sus amores patrios andaban lejos de los carteles de toros y las verbenas sudadas junto al mar, y no por ello eran menos verdaderos: se parecían más a San Juan de la Cruz, Menéndez Pelayo o Miguel de Cervantes. Le dijimos adiós este año pero le necesitaremos siempre. Descanse en paz el rebelde de guardia.