Esta mañana de martes, Juana Rivas -la madre que se encuentra en paradero desconocido desde el 26 de julio, tras huir con sus hijos para no entregárselos a su expareja, condenado por maltrato en 2009- tenía una cita judicial a la que no ha acudido. Tras la vista, el juez ha emitido la orden de detención de Rivas, que ahora se encuentra en busca y captura. Aderezando las tensiones, en las faldas de los juzgados de Granada y bajo este sol de justicia de agosto, hordas de caballeros alzaban con obstinación pancartas y camisetas que rezaban lemas como “Stop denuncias falsas”, “Custodia compartida ya”, y, muy especialmente, “stop feminazis”.

Esta última consigna ha provocado un zafarrancho en las redes sociales, volviéndose tendencia en España. Los usuarios, indignados, aluden desde sus cuentas a la hipocresía de lanzar este mensaje “para defender a un condenado por violencia de género” y mientras “se televisa el número para denunciar violencia machista”. Pero, ¿qué significa “feminazi”? ¿A qué alude, qué se esconde detrás de un término que no recogen los diccionarios? Explica el filólogo Carlos Mayoral que el término “es un neologismo, una palabra compuesta que entiendo que significa ‘nazis del feminismo’, ‘feministas radicales’, en suma”.

¿Por qué académicas como Clara Janés -que, entendemos, conoce a la perfección la definición de ‘feminismo’ de la RAE- dicen que no se consideran feministas? ¿Se está bifurcando el término?

Pero si la RAE recoge la palabra “feminismo” como “ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”, ¿cómo se puede ser “radical” a partir de esa definición? “El concepto se refiere a llevar la lucha por la igualdad hasta el extremo de matar por ello”, reflexiona. ¿Y por qué académicas como Clara Janés -que, entendemos, conoce a la perfección la definición de ‘feminismo’ de la RAE- dicen que no se consideran feministas? ¿Se está bifurcando el término? “Sí, se está difuminando, al menos a partir del que viene recogido en el diccionario de la Academia: hay un sector que cree que para alcanzar esa igualdad hay que visibilizar a la mujer más que al hombre, lo cual ya ataca a la propia igualdad, es una paradoja”.

Mayoral continúa. “Quizá Janés se refiera a eso: ella no sentirá que haya que penar más a un asesino de mujeres que a una asesina de hombres”. ¿Cabe entonces la idea de que la RAE recoja una acepción más de ‘feminismo’ para representar estas nuevas sensibilidades? “Sí, porque el diccionario tiene que reflejar realidades. También es cierto que la RAE puede tener problemas a la hora de glosar tendencias sociales y políticas, porque esta cuestión es muy subjetiva, y el diccionario siempre tiene que ser objetivo y explícito, y esto de lo que hablamos no deja de ser una perspectiva. El perspectivismo es eso: cada uno observa el término con sus propios ojos, y a lo mejor lo que para alguien es un feminismo extremo, para otro es un feminismo moderado”.

¿De dónde viene 'feminazi'?

El filólogo cree que este ambiente enardecido no es más que fruto de “todo lo que ha tardado el tema del feminismo en surgir en España, aquí ha costado mucho sacarlo a la palestra”: “Pienso en Virginia Woolf en Inglaterra o en Simone de Beauvoir en Francia. Mientras ellas ya luchaban por esto, aquí sólo estaba Nada, una novelita de Carmen Laforet y tres cosas más. Si el diccionario está desactualizado es porque nuestra sociedad está desactualizada. Hemos vivido el proceso del feminismo mucho más rápidamente que en otros sitios, nos ha venido de golpe”, relata. “Por ejemplo, María Zambrano: es una de las diez o doce mentes más brillantes del siglo XX y nadie la conoce en este país. España ha vivido ajena a esto”.

La filóloga Loli Pastor explica que “la etimología de ‘feminazi’ viene dada por un comentarista conservador estadounidense, Rush Limbaugh, que asoció el movimiento de las mujeres que estaban a favor del aborto con los crímenes de los nazis hacia los judíos en el Holocausto, porque, según él, ambas cosas eran matar a personas sin ninguna razón”. Alude a que “como este término cubría el concepto de una realidad que aún no tenía nombre, se popularizó, aunque siempre como término despectivo; de ahí que sea confuso que las ‘hembristas’ o ‘feministas extremas’ se llamen a sí mismas ‘feminazis’, porque es un acrónimo peyorativo”.

La etimología de ‘feminazi’ viene dada por un comentarista conservador estadounidense, Rush Limbaugh, que asoció el movimiento de las mujeres que estaban a favor del aborto con los crímenes de los nazis hacia los judíos en el Holocausto

Pastor cree que el movimiento feminista ha cometido el error de definirse a sí mismo, precisamente, como “feminista” en lugar de como “igualitarista”: “Creo con el concepto ‘igualitarismo’ nos ahorraríamos muchas polémicas al respecto. Está claro que lo contrario a ‘machismo’ no es ‘feminismo’, sino ‘hembrismo’, que tampoco está recogida por el diccionario, pero el pueblo está más acostumbrado a formar palabras con ‘fémina’ que con ‘hembra’, entonces todo se ha malinterpretado”.

El lingüista Jorge Diz Pico sostiene que “hembrista no tiene la carga potente de llevar el formante -nazi”: “Una hembrista podría ser seguidora de una cierta ideología, pero una ‘feminazi’ lleva implícita un autoritarismo. Para insultar o deslegitimar, ‘feminazi’ cumple mejor su propósito de aludir a que ‘se ha llegado demasiado lejos’, como lo de ‘ni machismo ni feminismo, igualdad’”.

¿Qué debe hacer el diccionario?

Diz Pico se refiere a una cuestión troncal. “Sí que es verdad que hay gente que parece equivaler ‘feminista’ a ‘la inversa de machista’, y ahí entramos en los problemas de confeccionar un diccionario, respecto a si debe intentar ser lo más neutro posible reflejando al pueblo -por ejemplo, recogiendo un uso peyorativo de palabras como ‘gallego’ o ‘gitano’- o ejercer de fuerza social mediante filtros y definiciones no imparciales. En este caso creo que la cantidad de gente que interpreta así este uso es menor todavía. De seguir creciendo, mi opinión personal es que un diccionario con sesgos es poco científico y le resta utilidad. Veo más útil recoger esos usos, con la marca de ‘derogativo’ necesaria, que omitirlos”.

El lingüista señala que no considera “que la ausencia de estas definiciones las deslegitime como para ayudar en su desaparición; al contrario, si la idea es llamar la atención sobre su inadecuación, quizá ayude más recogerlas con su marca de ‘insulto’ y aprovechar la autoridad social de los creadores de diccionarios”. En cualquier caso, no le parece que el uso de “feminista” como insulto sea “particularmente llamativo”: “En general, toda palabra simplemente definitoria acaba siendo usada como insulto por detractores: en el lado opuesto del debate tenemos el uso de ‘señor’ como ‘carcamal machista’ por parte de los círculos feministas”.

Toda palabra simplemente definitoria acaba siendo usada como insulto por detractores: en el lado opuesto del debate tenemos el uso de ‘señor’ como ‘carcamal machista’ por parte de los círculos feministas

Diz Pico fija el tiro en otra tendencia interesante, como la de usar “nazi” con recurrencia, faltando al término original. “Mi teoría es que hemos ido evolucionando hacia llamar ‘nazi’ a alguien autoritario a raíz de la influencia inglesa (especialmente estadounidense). En este caso, alguien ‘feminazi’ sería alguien que intenta imponer sus ideas feministas a comparación de cómo los nazis imponían su ley”.

Dice que no ha podido “comprobarlo empíricamente”, pero que su sensación es que antes “empleábamos más el término ‘fascista’ para este tipo de persona, ya que era nuestro referente más cercano, sin embargo en inglés siempre se ha tirado de ‘nazi’ para ello. Por ejemplo, lo que hoy llamamos ‘grammar nazi’, hace unos años se llamaba en España ‘talibán ortográfico”. Ahora, conociendo la raíz lingüística, juzguen ustedes mismos.