Berlín

En el pueblo de Klatenburg hay, como mínimo, 25 veces más libros que habitantes. Esta pequeña población de Land germano de Baja Sajonia (noroeste) no alcanza los 2.000 habitantes. Sin embargo, dispone de una librería única y bien dotada. Por allí han pasado casi un millón de libros. La dirige el pastor protestante Martin Weskott.

“Ahora mismo tenemos 50.000 libros, pero por aquí han pasado más de 800.000 ejemplares”, cuenta este religioso a EL ESPAÑOL. Todos esos volúmenes son, en realidad, libros huérfanos que quedaron sin dueño y acabaron en la basura. Desde principios de los años noventa, Weskott les da cobijo en las instalaciones de su parroquia antes de venderlos a precios simbólicos. Les ofrece así una segunda oportunidad para que vuelvan a poblar estanterías y mesitas de noche.

Ser pastor religioso es una tarea literaria, porque la Biblia, en sí, es una biblioteca

Weskott tiene más aspecto de artista bohemio que de religioso. Luce una larga barba blanca y suele llevar sombrero negro. No en vano ha escrito numerosos libros y es miembro del Centro Alemán de Poetas, Ensayistas y Novelistas (PEN-Zentrum Deutschland, en alemán). “Ser pastor religioso es una tarea literaria, porque la Biblia, en sí, es una biblioteca”, explica este hombre nacido hace 65 años en Fulda (centro germano).

Rescate de la RDA

Él está al frente de la Iglesia de San Juan de Klatenburg. “Los religiosos protestantes siempre fueron gente con dotes de o sensibilidad literaria”, agrega. Desde luego, ésto último no faltaba a Weskott cuando pudo percibir que, al poco de producirse la reunificación germana en 1991, la basta mayoría de la producción de libros de la extinta República Democrática de Alemania (RDA) estaba siendo desechada.

Fuimos para allá, recogimos los libros y los metimos en un refectorio de un monasterio situado aquí cerca

“Todo empezó con los libros de la RDA”, cuenta. “Un día de mayo de 1991 vi en el periódico Süddeutsche Zeitung una foto que mostraba libros producidos en la RDA que estaban acabando en la basura, la foto estaba tomada en Leipzig, en Brandeburgo, uno de los entonces nuevos Länder de la Alemania reunificada”, agrega.

Había pasado poco más de medio año desde la reunificación y, según veía Weskott, el legado literario de la RDA estaba en vías de extinción. “Fuimos para allá, recogimos los libros y los metimos en un refectorio de un monasterio situado aquí cerca”, recuerda, aludiendo a los libros de Leipzig.

Una historia alternativa

A través de esa operación de salvamento, se hizo con ejemplares de libros de reconocido prestigio literario. Nombra Weskott, por ejemplo, al periodista y poeta checoslovaco Jaroslav Seifert, ganador del premio Nobel de Literatura en 1984. El pastor y librero de Klatenburg menta otros nombres, como el de Stefan Heym, escritor y figura intelectual germana que destacara con su participación en la revolución pacífica que llevara al colapso al régimen comunista alemán.

Pero a Weskott no interesan tanto los autores que han quedado como referentes de la literatura de la RDA, esos autores que cuyos libros se leían incluso en la Alemania Occidental.

La idea que predomina sobre esta literatura está llena de clichés, no se considera literatura en sí

“Los autores de primera línea de la RDA fueron considerados en su día en la Alemania reunificada, recibieron reconocimiento, pero hay muchos autores que estaban detrás de las figuras y se han olvidado”, comenta Weskott en tono crítico. “Es muy importante que esta literatura también sea considerada, que se lea, porque nos permite conocer y entender la RDA”, señala el pastor, que tiene como proyecto escribir una “historia alternativa de la literatura de la RDA”. “La idea que predomina sobre esta literatura está llena de clichés, no se considera literatura en sí”, abunda.

Weskott niega ser un “nostálgico de la RDA”. Sin embargo, basta una breve conversación con él para darse cuenta de que ha leído muchos de los libros que le rodean en su librería, especialmente los editados en la Alemania comunista. “En esta literatura se hablaba de auténticos tabúes, había interrogantes económicos, y, por ejemplo, hay hasta un autor que criticaba la construcción de Plattenbauten”, añade. 

Uno de los espacios de la librería de Martin Weskott. Carolin Hlawatsch. http://www.carolinhlawatsch.com/ Klatenburg.

Alude con ese término a los austeros y prácticos edificios prefabricados que poblaron la Alemania comunista. Su arquitectura ha caracterizado y aún caracteriza barrios del este germano con pasado soviético. Según estima este pastor, su trabajo como librero y anticuario puede que haya salvado “la punta del iceberg” de la literatura de la RDA.

Con el tiempo, su proyecto fue ampliándose. Hoy día funciona bajo el eslogan “transmitir libros en lugar de tirarlos”. Casi hay que interrumpir a Weskott cuando hace la lista de los temas que abordan los volúmenes que tiene en venta. “Tenemos novela, poesía, teatro, libros de música, biografías de artistas, de teología, agricultura, plantas, animales, de deporte para entrenar y para formar entrenadores, de política, historia, economía, cocina, medicina, matemáticas, química, física, libros para jóvenes adolescentes y para niños”, enumera sin llegar al final de su oferta. La mayoría de los libros están en alemán, aunque también hay en inglés y francés. “En español hay muy poco”, reconoce Weskott.

Lejos de la basura

Su particular librería lleva ya tiempo nutriéndose de donaciones de particulares y de grupos de personas que llevan libros de la basura o que iban a terminar desechados. A Weskott le llegan libros de todo el mundo. “Los hay desde Japón a Canadá”, asegura. Los vende, después de oficiar el servicio religioso, a precios casi simbólicos. Suelen constar entre uno y seis euros. Los beneficios van a parar la modesta iglesia a la que sirve Weskott.

Hay beneficios asociados a la actividad de Weskott que, sin embargo, llegan a trascender la propia labor de este párroco alemán “rescatador de libros”. “Un científico del Instituto Max Planck [prestigiosa institución germana para la investigación, ndlr.] compró aquí hace unos años un libro editado en la RDA que le sirvió para fabricar un fotoespectómetro que acabó yendo a Saturno en una sonda espacial. Eso, sólo con un libro de la basura”, comenta Weskott orgulloso.

Menciona la misión de exploración espacial Cassini-Huygens, un proyecto de la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Italiana. Los viejos libros que van a la basura pueden ser tan válidos como los que acaban de editarse. “Los libros no son para la basura”, en palabras de Weskott.

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