También somos lo que hemos perdido. Y este 2016 nos ha ido resquebrajando en talento hasta hacernos un poco más huérfanos. Por suerte hay una vida que ya nunca conoceremos, una vida más mustia, menos alegre -y menos amarga, porque la amargura es palanca-, menos honda, menos fascinante y más vulgar, y es una vida sin Lampreave en las películas de Almodóvar, sin la libertad de George Michael, sin la filosofía para todos los públicos de Umberto Eco. Se van yendo los míticos y cada vez celebramos con más ahínco los relevos: por aquello de lo irrecuperable. Resistir a 2016 se ha vuelto un triatlón, pero ya lo decía Ángel González: para vivir un año es necesario morir muchas veces mucho. Ellos tienen una suerte con la que el resto soñamos. Siempre seguirán aquí, de algún modo. 

Literatura y pensamiento

Con Umberto Eco se fue el aguafiestas de guardia. El filósofo y novelista que vivió como un insumiso ante el orden y las modas del pensamiento. Dijimos adiós a la ironía, a la sospecha de todo, al cazador de los falsos profetas y las teorías pseudocientíficas. Semiótica -disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir, dijo- y apocalipsis. Nos vamos inexorablemente al carajo: Eco lo sabía y a muchos no les hizo gracia. Con Harper Lee -célebre autora de Matar a un ruiseñor- perdimos la gran proclama contra el racismo que se contradijo a sí misma en Ve y pon un centinela. ¿Sabía Lee que la verdad resultaba irritante y quiso redimirse publicando, al final de todo, su obra originaria?

Con Umberto Eco dijimos adiós a la ironía, a la sospecha de todo, al cazador de los falsos profetas y las teorías pseudocientíficas

Nos dio dos Atticus -uno, racista, otro, el que decía aquello de "que hayamos perdido cien años no es motivo para que no intentemos vencer"-: el mundo digirió mejor el segundo. Hoy, que no nos curamos del lastre de la xenofobia, sabemos que Matar a un ruiseñor fue el preludio de una sociedad más justa que aún no llega. El primer Nobel húngaro de Literatura, Imre Kertész, se llevó consigo todas las razones por las que es una desgracia ser judío. Dijo que Auschwitz le pareció "una exacerbación de las mismas virtudes para las cuales me educaron desde la infancia".

Dio un toque de atención al mundo: los campos de concentración no eran una anomalía histórica, una mutación aislada e irrepetible, sino el cáncer lógico de una cultura enferma. La de un poder político que se ejerce sobre el cuerpo y el alma, la de una "crisis moral y espiritual en la que se hundieron los valores que habían sustentado la civilización europea durante siglos".

El pensador Gustavo Bueno se adelantó a Podemos e intentó hacer ver que la dualidad ideológica izquierda-derecha estaba agotada desde la Revolución francesa, y que debíamos crear un debate político plural y sofisticado. En esas seguimos. Adiós a Víctor Mora y a su Capitán Trueno. Adiós al poeta comunista que más años pasó en las cárceles franquistas. Marcos Ana y su Decidme cómo es un árbol.

Cine y teatro

Se ha ido Chus Lampreave, la mujer más almodovariana que Almodóvar. La voz de la calle. La auténtica Marca España, la quintaesencia del español de la Transición hasta nuestros días. Se hizo la tonta mil veces y de todas venía de vuelta. Bud Spencer nos dejó sin los mejores tortazos de la historia del cine.

El cineasta Abbas Kiarostami -ganador de la Palma de Oro de Cannes por El sabor de las cerezas- también echó el vuelo después de marcar un antes y un después en el cine de su país gracias a su honestidad y a su capacidad poética. A los 69 se marchó Emma Cohen: actriz, escritora, icono del underground catalán, musa anarquista de Fernán Gómez, activista hecha verbo. Fue la Gallina Caponata de Barrio Sésamo y mejor Bruja más que bruja.

Se ha ido Chus Lampreave, la mujer más almodovariana que Almodóvar. La voz de la calle. La auténtica Marca España, la quintaesencia del español de la Transición hasta nuestros días

El actor Gene Wilder será recordado siempre como el hombre que se retiró por la poca calidad de los guiones. Prefirió quedarse con El jovencito Frankenstein o Un mundo de fantasía. El cineasta Michael Cimino -rey destronado de Hollywood- nos instruyó en el triunfo estelar y el fracaso perfecto: ahí queda su única obra maestra, El cazador. Una y no más.

Dijo adiós Jon Polito, el actor secundario favorito de los Coen. Y Zsa Zsa Gabor, la última mujer fatal de médula. Carrie Fisher y Debbie Reynolds: dos mujeres rebeldes reventando Star Wars o Cantando bajo la lluvia. El dramaturgo Francisco Nieva: coletean con fuerza aquí, en tierra firme, sus más de treinta piezas teatrales.

Música

El cáncer pudo con el camaleónico David Bowie -que era el estilo reinventado hecho osamenta-, pero no con su leyenda. Sin Prince no volverá a sonar igual Purple Rain: "honey, I know, I know, times are changing". Ni 100 days, 100 nights sin la arrolladora Sharon Jones. 2016 también se llevó a Manolo Tena, el músico devorado por la industria que saldó cuentas con sus demonios con ese superventas -temazo de ayer y de hoy- que es Sangre española.

Sin Prince no volverá a sonar igual Purple Rain: "honey, I know, I know, times are changing". Ni 100 days, 100 nights sin la arrolladora Sharon Jones

El flamenco perdió empaque sin ese hombre del que García Márquez dijo: "Cuando Lebrijano canta, se moja el agua". México anda insomne desde que se fue Juan Gabriel: "Hasta que te conocí, vi la vida con dolor, no te miento, fui feliz, aunque con muy poco amor...". George Michael nos arrancó la irreverencia. Y con Leonard Cohen se marchó el casi Nobel, el músico y compositor, el poeta y letrista. El hombre que respetó la música cuando hizo canciones y cuando escribió poemas; el mal amante que nos enseñó a todos a amar. Se fueron todos, pero nos quedan.