Berlín

Faris, Allah, y Zian andan con prisa mientras dan caladas a un porro de hachís. Allah y Zian acompañan a Faris a tomar el tren. Faris, que vive en Kassel (centro germano), ha estado de visita y ha pasado la noche en lo que se ha convertido en el hogar de sus dos amigos. Se trata del antiguo aeropuerto de Tempelhof, una enorme infraestructura que Faris, Allah y Zian dejan a sus espaldas camino de la estación.

Los hangares de Tempelhof sirven de hogar para miles de refugiados desde finales del año pasado. Allah y Zian son dos de ellos. Tempelhof es una solución, en principio, de urgencia. La estancia no debería ser superior a dos semanas, pero se está eternizando para sus habitantes.

500 personas por hangar

Entre sus preocupaciones, este chico de 27 años natural de un pueblo situado a proximidad de Damasco no cuenta el auge de la extrema derecha en Alemania. El domingo, Alternativa para Alemania (AfD), el partido xenófobo y crítico con la política de refugiados de la canciller Angela Merkel, lograba el hito de imponerse a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) en las elecciones regionales de Mecklemburgo-Pomerania Occidental (noreste germano). Allí, AfD se hizo con un 21% de los votos. La CDU, el partido de Merkel, conquistó a un 19% de los votantes en unos comicios en los que se impusieron los socialdemócratas (30%).

Aeropuerto de Berlín-Tempelhof. Salvador Martínez

“Tenemos tantos problemas en este sitio”, dice Zain aludiendo a Tempelhof. “Vivimos 500 personas por hangar, allí dentro dormimos en tiendas de campaña hechas de madera y plástico para doce personas, pero no podemos hablar en nuestras habitaciones, porque se crea mucho ruido, estamos obligados a dormir a las diez de la noche, pues a esa hora apagan las luces, es una mierda”, añade.

Como buena parte de los más de un millón de refugiados que han llegado a Alemania en los últimos dos años, este aprendiz de mecánico dejó Siria “por la Guerra”, según explica. No se muestra insensible a lo imponente del lugar donde las autoridades de la ciudad-estado de Berlín le han buscado un segundo e improvisado hogar. “Sí, el edificio es muy bonito, pero para venir aquí a disfrutar de la arquitectura y de la historia del lugar en el tiempo libre”, mantiene. “Pero no está bien para vivir”, asegura.

Dormir en la zona de embarque

El aeropuerto de Tempelhof, creado en 1941 bajo el diseño de Ernst Sagebiel, uno de los prominentes arquitectos del nacionalsocialismo fallecido en Múnich en 1970, estuvo en servicio hasta 2008. Es una “obra muy querida en Berlín”, asegura a este periódico Turit Fröbe, historiadora de arquitectura de la Universidad de las Artes de la capital alemana. Pese a su pasado nazi, “este lugar no tiene para nada mala fama, porque también fue el aeropuerto del puente aéreo que mantuvo abastecido de víveres al Berlín Occidental entre junio de 1948 y mayo de 1949”, recuerda esta investigadora especializada en la historia arquitectónica de la capital germana.

El aeropuerto de Tempelhof, diseñado por uno de los arquitectos predilectos del nacionalsocialismo, estuvo en servicio hasta 2008

Tempelhof también es uno de los lugares de ocio favorito de buena parte de los berlineses. En sus explanadas se pueden hacer barbacoas, ir en bici o en patines y hay suficiente espacio para practicar parapente y hasta organizar macrofestivales. Son minoría los que, a día de hoy, saben que este aeropuerto estuvo al lado de un campo de concentración para judíos y presos políticos en los oscuros días del nazismo. Menos aún son aquellos a los que consta que este lugar surgió gracias a la inspiración nacionalsocialista. En cualquier caso, Tempelhof constituye un inmejorable ejemplo de lo que fueron las obras clasicistas de los arquitectos de Adolf Hitler “por su carácter monumental, con un tamaño sobredimensionado, una morfología propia del nazismo y esas ventanas enmarcadas”, resume Fröbe.

Tempelhof constituye un inmejorable ejemplo de lo que fueron las obras clasicistas de los arquitectos de Adolf Hitler

Un puñado de empresas tienen oficinas allí. La Policía de Berlín también dispone de instalaciones en lo que antes fuera un aeropuerto internacional. Policías y empleados han de contar, eso sí, con más comodidades que Zian, Allah y los cerca de 1.700 demandantes de asilo que allí viven. “No se puede hacer nada a gusto, no tenemos televisión, no tenemos internet, sólo se puede aprender alemán, pero como a las diez de la noche nos quedamos sin electricidad porque la cortan, tenemos que utilizar el teléfono, hasta que se agote la batería”, cuenta Zian.

Un ayuntamiento del nacionalsocialismo

El aeropuerto de Tempelhof no es la única construcción arquitectónica de interés que está siendo utilizada como hogar de acogida debido a la situación de emergencia que todavía se vive en Berlín por la llegada de los cerca de 80.000 demandantes de asilo que se instalaron aquí en 2015. El antiguo Ayuntamiento de Wilmersdorf, en el distrito del oeste berlinés de Charlottenburg-Wilmersdorf, constituye otro buen ejemplo. Para 2016 se han hecho estimaciones según las cuales hasta 60.000 personas pedirán el estatus de refugiados a las autoridades berlinesas.

El Ayuntamiento de Wilmersdorf y el aeropuerto de Tempelhof son centros para refugiados calificados como "problemáticos"

El antiguo Ayuntamiento del Wilmersdorf es un bloque de cinco alturas diseñado en los años 40 por Helmut Remmelmann. Aunque sus dimensiones son muy inferiores respecto a la obra aeroportuaria de Sagebiel, en este otrora centro de poder local se puede acoger de urgencia hasta 500 refugiados. Desde el pasado verano se ha puesto a disposición de decenas de demandantes de asilo. Diana Henniges, responsable de Moabit Hiflt, una organización de ayuda a los refugiados en Berlín, cita al hogar de refugiados de este edificio como uno de los más problemáticos. Esa etiqueta también se la pone al de Tempelhof.

Lo peor de estos lugares es que, de acuerdo con Henniges, hacen imposible la integración de los demandantes de asilo

“En Berlín la situación es catastrófica, especialmente en los lugares que se utilizan para la acogida de emergencia”, según Henniges. Probablemente lo peor de estos lugares es que, de acuerdo con Henniges, hacen imposible la integración de los demandantes de asilo. “Un refugio de emergencia, en el que viven cientos de personas y en el que todos hablan lenguas diferentes al alemán, evita que se pueda aprender la lengua local”, explica Henniges a este periódico. Para ella, lugares como Tempelhof o el antiguo Ayuntamiento de Wilmersdorf constituyen una nueva forma de “apartheid”.

Una treintena de demandantes de asilo alojados en Tempelhof llegaron a decidir este verano dormir en la calle mostrando su hartazgo. Llevaban meses esperando un mejor hogar de acogida prometido por las autoridades que no llegaba. “Yo llevo un poco esperando, ocho meses”, dice con una sonrisa irónica Zian. Él todavía no puede empezar sus clases de alemán. “La burocracia alemana es muy pesada”, lamenta este chico.

Su amigo Allah, natural de la ciudad siria Hama, lleva tres meses aprendiendo la lengua de Goethe. En Siria había empezado los estudios de filología francesa. Ahora quiere ser peluquero. De hecho, pasa sus ratos en Tempelhof cortando el pelo a sus compañeros de hangar.

Uno de los mayores centros de congresos del mundo

Otra notoria protesta de refugiados por las precarias condiciones en las que están viviendo sine die en hogares de emergencia ha ocurrido en el Centro Internacional de Congresos (ICC, por sus siglas alemanas). Es uno de los edificios más llamativos de Berlín. Situado en el oeste de la ciudad, en el distrito de Charlottenburg-Wilmesdorf, este lugar es el techo bajo el que duermen desde el pasado mes de diciembre medio millar de refugiados. “El ICC es puro arte pop”, estima Fröbe. Para ella, el edificio concebido por Ralf Schüler y Ursulina Schüler-Witte en los años setenta, “es muy representativo de su época, por sus formas, sus ventanas redondeadas, casi parece una escultura gigante, es como un anfibio en mitad de la ciudad”, añade la investigadora de la Universidad de las Artes.

Centro Internacional de Congresos en Berlín. CC

Frente a él también han dormido este verano varias decenas de refugiados que se negaban a volver a este hogar de acogida de emergencia, pues venían de otro de similares características situado en un centro deportivo berlinés. Entre los participantes en las protestas había niños. Uno de ellos llevaba una pancarta que decía: “quiero dormir en seguridad”.

Igual que le ha ocurrido a Tempelhof en los últimos años, se ha discutido abundantemente sobre el futuro del ICC, una obra arquitectónica que mide 320 metros de largo, 80 metros de ancho y que se levanta hasta 40 metros de altura. Sus dimensiones lo convirtieron en uno de los mayores centros de congresos del mundo. Antes de que se instalaran allí los refugiados, llevaba casi dos años cerrado, pues había perdido su rentabilidad comercial y precisa un costoso saneamiento. Le queda, eso sí, un improvisado uso humanitario que sus creadores probablemente jamás habrían imaginado y que está muy lejos de satisfacer a sus habitantes.

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