Siguen al pie del cañón. Nietos, sobrinos e hijos de represaliados del franquismo que nunca olvidaron una promesa hecha a los suyos. Saber dónde se encontraban sus familiares desaparecidos. Ocho décadas después del inicio de la guerra civil española, la batalla continúa. Santiago, Manuel, Daniel y Ruth recuerdan, desde diferentes posiciones, cómo luchar para crear memoria, aunque sea ya demasiado tarde.

Emilio Silva, presidente de la ARMH, recuerda la falta de voluntad política por parte del gobierno central. “Desde el año 2012 hay ayudas cero a los familiares”. Actualmente ninguna víctima que se dirija al gobierno español puede obtener ayudas para la exhumación en fosas comunes. La responsabilidad recae en los gobiernos autonómicos o las asociaciones memorialistas. “A nosotros nos pasan muchísimas llamadas que han llegado al Ministerio de Justicia y les acaban dando nuestro número”. Respecto a la ley de memoria estatal del año 2007, Silva recalca la inutilidad que ha tenido para el movimiento de la memoria y los familiares. “La ley no sirve de nada ahora pero tampoco sirvió de nada cuando se aprobó”. Con tremenda consternación aclara que “dentro de sus artículos habla de facilitar los derechos humanos cuando su verdadera obligación se encuentra en garantizarlos”.

Santiago Fernández con la foto de su tío Emilio.

La exhumación del tío Emilio

Santiago nunca olvidará la promesa que le hizo a su madre Hipólita antes de morir. “Busca los restos de tus tíos. A ver en qué cuneta están”. El tío Nicomedes (en los papeles), para todos Emilio, era minero en la Río Tinto Company Limited, al igual que su hermano Benito.

“Poco hablaba mi madre de ellos. Había pasado tanto miedo”, relata Santiago a sus 67 años. “Solo que Emilio tenía una novia que se llamaba Amanda y que era sindicalista en la mina”. Hipólita no sabía apenas de la actividad política de su hermano como dirigente local socialista en la huelga general de octubre del 34. Su enfrentamiento con la Guardia Civil lo llevó a un despido inmediato. “A mis tíos le dieron cien pesetas de finiquito y toda la familia decidió irse a vivir a la aldea del Álamo, donde encontraría los huesos de mi tío Emilio en una cuneta”.

Santiago esperó para investigar hasta su jubilación. “Primero me dirigí a unas jornadas de memoria donde conté la historia de mis tíos”. En el pueblo del Castillo de las Guardas (Sevilla) logró contactar con familiares cercanos. Su prima Esperanza conocía, con 82 años, la historia y ubicación exacta de la fosa donde estaba el tío Emilio. Era una tierra vacía, el kilómetro cero de un camino que iba desde la aldea del Álamo, provincia de Sevilla.

Yo les preguntaba cuánto había que dar y todo el rato me decían que solo hacía falta que los familiares tuvieran que pagar por encontrar los restos de los suyos

Redactaría con la ayuda de una asociación memorialista el proyecto de exhumación. Pero el protocolo de la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía no admitía subvenciones a las asociaciones creadas después del año 2004. “No quise venirme abajo y le conté mi historia a los miembros a la ARMH de Emilio Silva en León. Me prometieron, tras el envío de mucha documentación, que la fosa de mi tío Emilio podía ser localizada”.

9.254 euros fue el coste de la exhumación de Emilio Fernández. La asociación de Silvia se haría cargo de todo. “Yo les preguntaba cuánto había que dar y todo el rato me decían que solo hacía falta que los familiares tuvieran que pagar por encontrar los restos de los suyos”. A Santiago le cuesta articular palabra en este momento de la conversación. En el mes de mayo del año 2012 logró enterrar a su madre Hipólita junto a su hermano pequeño. La otra herida continúa aún. “Hay que seguir buscando la pista de mi tío Benito, perdido en algún paraje de la sierra onubense”.

La búsqueda de Antonio: "¿Ahora te vas a poner a buscar?"

Manuel y José García tienen 85 y 87 años respectivamente. Después de toda una vida buscando los restos de su padre, Antonio García López, alias “el Botella” no ha habido suerte, a pesar del apoyo de la administración andaluza. El informe de actuación de la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía ha dado por finalizado el proceso de búsqueda. Desolados y sin apenas explicación, no pueden creer que después de llevar media vida buscando los restos de su padre, no vayan a lograr que descanse en paz.

Antonio García López, alias “el Botella” junto a la corporacion republicana de Guillena.

Manuel empezó la búsqueda de su padre, concejal de Izquierda Republicana durante la República, en el Ayuntamiento de Guillena (Sevilla), en el año 1985. “Cuando iba a la cárcel o al ayuntamiento a pedir datos, informes o fichas me decían siempre lo mismo. Ahora te vas a poner a buscar después de tantos años”. Miguel recuerda cómo aquel suceso marcó para siempre la vida de los suyos. “Gracia, mi madre, nunca tenía una sonrisa en la boca. Había pasado muchísimo”. En agosto de 1936, el padre de Manuel murió abatido por la Guardia Civil con 46 años. Sus restos se encontraban, según testimonios orales, en el camino del Serrano (que une El Ronquillo con Guillena), provincia de Sevilla. “Me dijeron que lo enterraron debajo de un árbol, con piedras encima para que nadie viera el cuerpo lleno de tiros. Hasta algunos fueron capaces de decirnos que se lo habían comido los lobos”.

Gracia, mi madre, nunca tenía una sonrisa en la boca. Había pasado muchísimo

Manuel se reprocha no haber estado cerca aquellos días de trabajos y localización de la fosa. “Vivo en Jerez y ya con la edad poco puedo coger el coche”. Las probabilidades de hallar los restos del Botella parecían muy claras pero el paso de los años ha creado lagunas en los pocos testigos que quedaban. “Teníamos hasta un nicho en el cementerio. Aún no me creo la noticia”, afirma. La Junta de Andalucía ha enviado una carta informando a Manuel de todo el proceso. Más tarde recibiría una escueta llamada de teléfono “No hemos podido hacer más. Lo sentimos”.

Daniel busca a su abuelo

Daniel Galán lleva poco tiempo en el tema de la memoria. Su abuelo paterno, Miguel fue fusilado justo al final de la Guerra, con 53 años. En la fosa número 128 de Paterna (Valencia) se encuentran sus restos, donde existen un total de 130 fosas. Muchas de ellas individuales “Esta zona fue republicana casi hasta el final de la guerra y la represión posterior fue tremenda”, afirma Daniel. El compromiso de la administración valenciana con los familiares resulta muy escasa. “Hay familiares de una fosa muy cercana a la de mi abuelo que llevan casi tres años esperando que le contesten. Necesitan 17.000 euros para exhumar sus cuerpos”. Mientras tanto realizan rifas, venta de camisetas y tómbolas para conseguir fondos.

Daniel Galán en la fosa de su tío en Paterna.

En Paterna faltan los cuerpos de más de la mitad de los represaliados. “De los 2.238 víctimas, un millar fue llevado hasta el Valle de los Caídos para hacer de relleno en el mausoleo del dictador en los años cincuenta”. Daniel respira tranquilo. Su abuelo Miguel se encuentra en el otro millar de fusilados donde no removieron la tierra.

El abuelo de Daniel salvó en más de una ocasión, durante la guerra, al ilustre conde de Cirat para el que trabajó durante largos años en la desaparecida aldea de Requena, conocida como las Cinco Casas. “Mi abuelo Miguel siempre lo ayudó pero al acabar la guerra y llevarlo preso nunca quiso interceder por él, a pesar de la insistencia de mi familia, se lavó las manos”.

La última carta del abuelo de Miguel dice: no tenéis que bajar la cabeza por nada, lo que me pasa es porque a alguien le estorbo y así vienen las cosas

Miguel Galán es detenido en abril del 39 y llevado a la prisión de Requena. Más tarde a la Modelo de Valencia donde se celebra el Consejo de Guerra. El 23 de octubre de 1940, Miguel sería asesinado. Su delito, auxilio a la rebelión.

En un cajón de su casa, el benjamín de los Galán guarda con recelo la única carta a lápiz que conserva de su abuelo en la cárcel. La historia ha tenido tanta trascendencia que ha llegado incluso al archivo de familiares Herencias del 36 que desde el pasado mes de mayo está funcionando por parte de la universidad inglesa de Canterbury. “Las redes sociales me han permitido contactar con su promotora española que está ayudando a todas las víctimas”.

En la carta, publicada en este archivo digital, el abuelo de Miguel, se despedía así de los suyos. “Querida esposa e hijos. Esta carta es para deciros que en estos momentos me acuerdo mucho de vosotros y me pongo a escribiros estas últimas letras de despedida, os advierto que no tenéis que bajar la cabeza por nada, lo que me pasa es porque a alguien le estorbo y así vienen las cosas”.

El archivo inglés de los represaliados del franquismo

Ruth Sanz trabaja desde hace más de una década para universidad de Canterbury, a pocas millas de la capital inglesa. Procedente del pueblo onubense de Arroyomolinos de León, el pasado año decidió presentar una iniciativa al Departamento de Historia de la universidad en la que trabaja para recopilar testimonios de los represaliados en España, que le tocan tan cerca. “Crear una base de datos con financiación propia ha sido un paso adelante para hacer entender a mi país que la memoria existe y que interesa a cualquier entidad que esté dispuesta a luchar por la dignidad de las víctimas, como las españolas en una guerra donde hubo un verdadero genocidio”.

A través de su correo insiste a asociaciones memorialistas, familiares, o administraciones de la necesaria labor de aunar testimonios. “Herencias del 36 es un proyecto que por ahora es pequeño pero que puede llegar a recopilar mucho material para luchar contra la desmemoria de nuestros gobiernos”.

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