María Peral Peio H. Riaño

El Lazarillo de Tormes, Rinconete, Cortadillo, Jesús Ángel y José Carlos Bergantiños Díaz. Todos tienen algo en común, pertenecen a la leyenda típicamente española. Los tres primeros son fabulaciones literarias, que anticipan el ADN de los dos últimos: Bergantiños Díaz, gallegos, bajitos, sesentones, arrestados por las autoridades españolas, puestos en libertad sin pasaporte, refugiados de la justicia norteamericana y charlatanes expertos en arte.

Si Jesús Ángel fuera un personaje de ficción, la Audiencia Nacional no habría dado luz verde a su extradición a los EEUU, donde se le reclama por crear y vender, junto a otras personas como su hermano y su pareja, obras falsas de grandes pintores expresionistas abstractos que les han reportado 33 millones de dólares. Si Bergantiños Díaz no fuera una persona, un gallego de pro acusado, junto a su hermano José Carlos, de ocultar y “lavar” el origen ilícito del dinero, podría ser el protagonista de una novela policíaca sobre el tráfico de pinturas falsas de Mark Rothko, De Kooning o Jackson Pollock, en la que correrían los maletines a reventar y se blanquearía a máxima potencia.

José Carlos tiene una buena colección de Warhols y conoció a Basquiat. Es un filántropo dedicado a la causa desde su Fundación Love-Life-Amor-Vida, y pasea su entrega social por los EEUU. No está casado con Glafira Rosales, pero han compartido vida durante más de treinta años y tienen una hija en común que es violinista superdotada, a la que ya ha escuchado el Papa. A Glafira pueden caerle 99 años de cárcel. La extradición de Jesús Ángel no afecta a José Carlos, que será juzgado en España.

Ella era la intermediaria con la galería norteamericana Knoedler, donde se fragua el mayor hito de falsificaciones de maestros contemporáneos de la historia. Mexicana, vivía en Long Island y tuvo galería en Manhattan. Todas las obras investigadas por el FBI llegaron a manos de Ann Freedman, directora de Knoedler, y de Julian Weissman, uno de sus empleados, a través de Rosales.

Glafira empezó a exportar cuadros de autores estadounidenses desde México a principios de 1993. Ella, según decía a sus compradores neoyorquinos, adquiría las obras a un coleccionista mexicano que habría comprado arte por toneladas en los años cincuenta y directamente a los propios artistas, pero sin papeles que demuestren su autoría.

Una copia china

Rosales les hablaba del hijo de la acaudalada familia mexicana, que vivía entre Suiza y México y deseaba vender parte de la colección heredada, con obras de Kline, Clyfford Still y Motherwell. Ella nunca les desveló el anonimato. No quería levantar sospechas, porque en realidad tenía apellidos gallegos... y chinos.

Si los cuadros no eran de los pintores famosos, ¿de quién eran? Del ciudadano chino Pei Shen Qian, a quien Bergantiños conoció en Queens. Uno se hacía pasar por Rothko y el otro envejecía los lienzos con secadores de cabello. Así desde 1990 hasta 2009, batiendo el récord mundial de estafadores en acción que mantenían John Drewe y John Myatt, que colocaron en Europa varios centenares de obras.

La industria de la mentira saltó por los aires en 2007. El financiero belga Pierre Lagrange compró un Pollock -o Pei Shen Qian- por 17 millones de dólares; y Jack Levi, ex director de Goldman Sachs, compró otro Pollock -otro Pei Shen Qian- por dos millones de dólares. Ambos lo hicieron en Knoedler, donde por cierto también solía comprar el barón Thyssen. El primero trató de vender la obra en subasta de Christie's, que la rechazó porque no era auténtica. Otros expertos confirmaron a Lagrange que le habían timado: las pruebas forenses determinaron que la obra había sido pintada en 1970. Pollock había muerto en 1956. Así que presentó una demanda contra la veterana galería, que tuvo que cerrar después de más de siglo y medio de actividad.

La tormenta perfecta de las falsificaciones se había desatado sobre el cielo de Manhattan, donde la escasez de obra disparaba los precios por encima de los nubarrones. Este caso desvela cómo el número de falsificaciones está aumentando en el mercado de manera espectacular, porque los medios para asegurar la autenticidad están desapareciendo. Los expertos se sienten cada vez más amenazados legalmente por aquellos que han comprado falsificaciones con su autentificación. Nadie se atreve a decir nada, ni a favor ni en contra, el miedo es absoluto a ser demandados.

A Nueva York

Las autoridades americanas aseguran que en ocasiones, incluso, crearon los registros de la propiedad de las obras para poder engañar a los clientes. La Sala analiza los hechos derivados del escrito de acusación del Gran Jurado del Tribunal del Distrito de los Estados Unidos, Distrito Sur de Nueva York, de 31 de marzo de 2014, y considera, en contra del criterio de la Fiscalía, que procede la entrega de Bergantiños por cuanto la presunta actividad delictiva. Nuestro protagonista tiene varios delitos sobre sus espaldas relacionados con la “actividad engañosa” para vender a dos galerías de arte un importante número de cuadros falsos.

La Sala dice que procede acceder a la entrega “por aplicación de las normas de competencia territorial del país en donde se presuntamente se han cometido los hechos objeto de acusación” y rechaza la competencia de la jurisdicción española para la investigación de los hechos.

La revista The Art Newspaper ha publicado una lista de una treintena de coleccionistas timados por el grupo del de Lugo. Entre ellos Domenico y Eleonor De Sole, que han acusado a Rosales de venderles un falso Rothko por más de seis millones de dólares.

*Corrección en el subtítulo: Juan Ángel por José Carlos Bergantiños.

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