Los comensales de 'Ven a cenar conmigo: Gourmet Edition' en montaje de JALEOS.

Los comensales de 'Ven a cenar conmigo: Gourmet Edition' en montaje de JALEOS. Mediaset

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El Dioni y su penosa cena en Ven a cenar conmigo: ¡aburrimiento, unas esposas y un policía poco creíble!

Si os digo que lo más interesante de la noche ha sido cuando se ha colado por la ventana un mosquito tigre y se ha suicidado un pez de mi pecera, ¿me creéis? Pues eso. Un páramo de desolación

26 marzo, 2020 01:34

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Juro que no suelo sentir vergüenza ajena por casi nada en la vida. Soy un tipo que, no sé, no me escaman excesivas cosas. Yo si el mundo -normal y audiovisual- se lo curra un poco de nada, soy un tipo bastante crédulo, pero lo de este miércoles ha sido demasiado. Os lo juro que sí: viendo Ven a cenar conmigo: Gourmet Edition no he podido por más que sentir bochorno, vergüenza, espanto, nervios, una pizca de pena, quizás una dosis de repugnancia... Pues, imagínenselo todo eso hecho un gurruño de sentimientos a cual más descabellado y desproporcionado. 

Porque sí, acudir de cena a la casa de El Dioni (70 años) es lo que tiene: que uno se puede encontrar, mejor, figurar de todo: desde un hombre en andas por su servicio doméstico, cargado de oropeles y lujos, hasta aquel que vive en un pisito humilde, con paredes y techo de gotelé, que cocina en sartén honda y que llena de humos una cocina sin extractor. Y que, puestos, las mentes más adelantadas como la de Víctor Sandoval (53) cuchichean que entre las paredes de la casa se encuentran los 140 millones que un día robó de un furgón.

Carmen Borrego, Víctor y Bibiana en la casa de El Dioni.

Carmen Borrego, Víctor y Bibiana en la casa de El Dioni. Mediaset

Pero, vamos a lo interesante, me avergüenza cómo el programa fuerza las escenas y las circunstancias, porque, por encima de la opinión de los comensales -que está más que estudiada, hups, mejor, orientada, por los que asisten: benditos sean por sus gloriosos momentos- he sentido que ha habido escenas que me han hecho revolverme en el sofá. De la vergüenza ajena. ¿En serio? ¿Por qué hacía falta que El Dioni, con su personaje cargado a cuestas, sí, tuviese que jugar con unas esposas ante sus invitados y, qué avatares, se quedasen estas activadas y no pudiese quitárselas? Insisto, ¿son imprescindibles esas escenas tan denigrantes, sobreactuadas, televisadas y poco convincentes? 

Porque, háganme caso, el público está decidido a creerse en esta vida los amores de Mujeres y Hombres y Viceversa y toda la vaina que le vendan, pero, no sé, con el Ven a cenar conmigo se tienen las espaldas mejor cubiertas. Yo, confieso, he sentido auténtica vergüenza. No sé. En fin, comienzo a explicar la noche que si no me como el artículo solo con mi opinión. La noche ya prometía cuando el propio Dioni se ha definido como un "ladrón jubilado". 

Entiendo que a él siempre lo persiga esa leyenda de aquel furgón, pero él se describe como un ser bondadoso del mundo. Y yo me derrito mientras encajo su pupila buena. "Soy responsable, puntual, mi debilidad es la gente más débil, los niños y los ancianos", se describe. Y ante cualquier prejuicio, se lo atusa: "Estoy jubilado de robar. Cuando me preguntan en referencia al furgón, me siento bien. Me gustaría hacer una película sobre eso". Es decir, para que ustedes me entiendan: yo he visto a un hombre batallando por alejarse de su pasado y, a la vez, promocionándolo para hacer caja. Ese es El Dioni que yo he visto este miércoles. 

"Me gustaría ser policía de investigación", sostiene, para apostillar: "Mejor, político". Un despropósito tras otro cargado de una sagacidad caduca. Mientras maldice no haber robado más, explica sus platos: entrante, Delicias de Brasil; principal, Furgonazo de solomillo; y de postre, A la saca. No me negarán el recochineo que se trae el menda. Pronto, como era de esperar, salen las esposas a relucir, las físicas y las verbales. "Cuando me iban a juzgar, me dijo un Guardia Civil jubilado que me iba a hacer el paripé, y luego vino y me entregó las esposas", relata el hombre. 

Hay que decir que Víctor ha sido el agitador necesario, el tonto útil de la noche. Ese showman que se necesita en las mejor..., perdón, peores tramas para disimular la bazofia que se prepara. Sobreactuado y sin gracia, me ha parecido un aguafiestas en los puntos ardientes y chispeantes y un mal animador en los momentos muertos. Una muerta en directo. No, ni eso: el percal estaba grabado. Si os digo que lo más interesante de la noche ha sido cuando se ha colado por la ventana un mosquito tigre -como mínimo, africano- y se ha suicidado un pez de mi pecera, ¿me creéis? Pues eso. Un páramo de desolación. 

Ni siquiera me ha levantado el párpado ver a Víctor confabular con el hecho de que, allí, emparedados en casa de ese señor, estaban los 140 millones. Bueno, ¿y qué me dicen de ese momento en que El Dioni, esposado (falsamente) ha recibido a la policía en casa, que no ha podido hacer nada ante un triste y ridículo cerrojo de unas esposas baratas de feria de pueblo? ¡Ni siquiera el cerrajero que ha llegado después...! Ah, sí, este sí pudo abrir y 'liberar' a El Dioni. ¿Hay alguien despierto por ahí? Os dejo cómo está la puntuación a falta del cierre de temporada de la semana que viene. 

El Dioni: 18

Víctor: 18

Bibiana: 24

[Más información: Ven a cenar conmigo (o no): ¡el duro trato de Bibiana a su empleada y la deleznable homofobia de El Dioni!]