La empresaria Mar Flores en una fotografía tomada en enero de 2023, en Madrid. Gtres
El día que Mar Flores dio un ultimátum a su hijo Carlo sobre sus adicciones: su tensa relación y por qué no lo visitó en la cárcel
La modelo aborda en Mar en calma el difícil vínculo con su primogénito: "No acabamos de entendernos. Siento que no tengamos una relación maravillosa".
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Mar Flores (56 años) no defrauda en su libro, Mar en calma, en el que narra su vida y repasa sus pasajes más destacados. En otros artículos, EL ESPAÑOL ahonda en su infancia, en su familia, en el amor y en el dolor que sintió cuando fue "vapuleada" en una sociedad "machista".
Flores aborda con valentía y con sinceridad cómo se sintió a raíz de aquellas fotografías de 1999, publicadas en una revista, ya extinta, en las que compartía espacio con Alessandro Lequio (65), y que zarandearon los cimientos de la prensa del corazón de entonces.
También se sincera sobre sus relaciones amorosas, como la que vivió -turbulenta- con Carlo Costanzia o la que protagonizó con Cayetano Martínez de Irujo (62), Fernando Fernández Tapias o Javier Merino (69). Mar sufrió en el amor, sí, pero también como madre.
Carlo Costanzia y Mar Flores, en una imagen promocional del programa que graban juntos.
Este artículo se centra, en primer lugar, en la relación de Mar Flores con su hijo mayor, Carlo (32), al que le dedica el capítulo 33, titulado Rebelde con causa: "Hace unos años, mi hijo mayor no estaba bien. Tenía problemas legales, problemas de adicciones y de depresión".
"Me dolía horrores verlo así. Las cosas que me decía eran tales que un día no aguanté más y se lo dije muy seriamente: 'Carlo, no voy a permitir que me vuelvas a hablar así. Si no puedes evitarlo, lo mejor es que no nos volvamos a ver más en un tiempo. Me rompes'".
"Carlo y yo nos alejamos por muchos meses hasta que por fin me llamó". Cuenta Mar, acto seguido, la estafa en la que Carlo se vio envuelto por culpa de un amigo en torno a un negocio de coches de importación. Como consecuencia, Carlo le pidió dinero a su madre.
"Ver a un hijo con un pie en la cárcel me hizo temblar y decidí ayudarle todo lo que pude, poniendo toda la carne en el asador. (...) Yo no podía dejar a mi hijo a la deriva. (...) A pesar de ese pago, Carlo acabó en la cárcel. (...) No fui a verle ni un sólo día, me alejé".
La portada del libro de Mar Flores.
"Primero por el dolor y después porque intentamos por todos los medios que no se hiciera público para protegerle. Si yo iba a verle, la noticia saltaría a los medios y era justo lo que nadie quería. (...) Le mandaba libros, cartas, fotos, notas... (...) Carlo acabó pidiéndome que no le mandara nada ni le escribiera".
"Al salir de la cárcel, mi hijo volvió a frecuentar unas amistades tóxicas que no le hicieron bien. Tenía la pulsera telemática que tuvo que llevar durante unos meses, yo me hice responsable de él. Pero no lo veía bien porque, en realidad, no tenía buenas compañías", expone Mar.
"Todas y cada una de las noches en las que estuvo en casa, antes de acostarme, rezaba por que no hiciera nada. (...) Su estilo de vida no era bueno. Pero Carlo tampoco estuvo cómodo con nosotros. Él no se sentía integrado en el núcleo familiar".
"(...) Me duele que haya tenido que pagar tan caro ser hijo de Mar Flores. Lo sufrió cuando era pequeño. (...) Y por eso creo que, en el fondo, Carlo y yo no acabamos de entendernos. Yo le adoro, pero siento que no tengamos una relación maravillosa, esa es la verdad".
"Mi psicóloga dice que puede que haya recibido mucha información negativa sobre mí por parte de su padre, y yo no he querido nunca entrar en esa batalla. Eso ha hecho que Carlo haya tenido una sola verdad, que casualmente no es la mía".
En el siguiente capítulo, Madre e hijo, Mar explica que con 15 o 16 años su hijo Carlo la llama y le pone sobre aviso de la vida que lleva en Italia, totalmente disoluta: "Descubrí que ni siquiera estaba escolarizado. Ni vivía con su padre, se había trasladado con sus abuelos".
Como conclusión, Flores plasma en el papel lo que sigue: "Le pido a la vida que nos vuelva a unir y que mi nieto sirva de cordón umbilical para conectarnos como cuando llevaba dentro de mí".
La llegada de Javier Merino
Mar Flores y Javier Merino en una imagen de archivo. Gtres
Llegaron tiempos más sosegados con el año 2000. Reapareció en su vida su exmarido, Javier Merino, un hombre, relata Mar, "muy comprensivo, protector, con mucho sentido común. (...) Me cuidó y ayudó".
Javier y Mar se casaron el 25 de octubre de 2001 en una ceremonia íntima celebrada en el cortijo Torre de la Reina, en Guillena (Sevilla). Esta boda, a la que asistieron solamente familiares y amigos cercanos, fue el comienzo de una relación que duró más de 18 años.
Nacieron, de ese amor, cuatro hijos en común. Mar y Javier siempre tuvieron claro que entre ellos la cordialidad iba a reinar, pasase lo que pasase, como finalmente aconteció: el divorcio. "Ya he criado a uno sola, fue durísimo y no quiero tener que volver a hacerlo", escribe en su libro.
En otro punto de la obra, Mar describe a Javier así: "Fue como un océano de paz en mi vida". De aquella historia de amor nacieron Mauro, Beltrán, Bruno y Darío. Ellos, junto a su hijo mayor, Carlo, siempre han sido su ancla, su roca, su preocupación.
Mar revive la muerte de su padre, un deceso que acontece mientras ella vivía en Punta Cana. "Mi madre había fallecido justo antes de nuestra boda y mi padre estaba solo. Llevábamos sin verlo varios meses porque sólo volvíamos a España en verano".
"Un día, muy temprano, mi padre, que acudía a unas sesiones de rehabilitación, bajaba en su coche desde la sierra. La carretera era mala y estrecha y sobre las siete o las ocho subía un coche con unas personas que volvían de juerga por el carril en el que él bajaba. El impacto fue frontal".
Quedó ingresado en el hospital, pero finalmente falleció. "Desde que fallecieron mis padres, siento un vacío profundo y una sensación de soledad. (...) Y nunca nada vuelve a ser igual".
Separación de Javier
Mar Flores en un acto público. Gtres
Dice Mar en su obra que Javier es una persona "superdesinteresada", que nunca vendieron nada en las revistas ni se lucraron en ningún aspecto. Se casaron en régimen de separación de bienes y, al quiebre del amor, que terminó llegando, no hubo ni una sola disputa.
"Javier me ha demostrado siempre un comportamiento impecable". Añade la empresaria: "Nuestra ruptura sentimental fue por simple desgaste, porque, por desgracia, llegó el desamor. Sí que seguía estando enamorada de él (...), pero me faltaban otras cosas".
"Yo soy muy cuidadora y dadora. Y me cansé de dar y no recibir. (...) No fui capaz de comprender que el padre de mis hijos estaba viviendo en su trabajo y en sus negocios la peor crisis del mundo mundial, la de 2008. No fui capaz de verlo".
Fue aquel un trance, como en toda separación, duro y de reajuste, pero se supera. Y Mar lo superó. "En este momento de mi vida estoy feliz y tranquila, trabajando, cuidándome y disfrutando de mis hijos, y de mi nieto. Sentimentalmente no busco nada", dice ahora Mar.
Mar y Cayetano
Cayetano de Alba y Mar Flores, en un acto público. Gtres
"He demostrado mil veces en mi vida que cuando me enamoro no miro ni el dinero ni la posición social, ni el estatus ni nada", sostiene Mar en Mar en calma.
Con Cayetano vivió un romance breve, pero intenso. "Él vivía de una manutención mínima que le pasaba su madre. Con ese dinero pasaba el mes, eso sí, en un palacio de la Casa de Alba. Así que vivía al día. Quizá algunos no lo sabían, quizá otros miraron hace otro lado. (...) Yo estuve ahí".
Dice Mar que Cayetano llegó a "tocar fondo": "Le ayudé a tomar decisiones importantes que finalmente fueron cruciales para su recuperación. Tan desesperada estaba por ayudarle que me fui a hablar con su familia para que fueran conscientes de su problema".
"Desafortunadamente, todo esto hizo una mella tan grande entre nosotros que me tuve que despedir con mucho dolor de nuestra relación. (...) Estaba enamorada de Cayetano, esa es la verdad, aunque a mí me calumniaron y difamaron hasta el hartazgo".
"Suponían que como yo venía de una familia trabajadora de clase media normal lo único que hacía del brazo de Cayetano de Alba era intentar medrar social y económicamente. Otra mentira, y además repleta de prejuicios de clase".
La gran noticia
Es el capítulo 32, y en él Mar Flores habla de su papel como abuela. Dice Mar que el etiqueta de abuela, así a priori, le impactó. "No me enfadé, me quedé preocupada y conmocionada momentáneamente hasta que lo asumí".
"Carlo no estaba encaminado profesionalmente en ese momento. A eso había que sumar su vulnerabilidad en algunos aspectos. (...) Pero he de reconocer que, a pesar de ser un embarazo sorpresa, ambos fueron valientes. Alejandra y Carlo tiraron para adelante con confianza y amor".
En este punto, Mar explica que se enteró por la revista ¡HOLA! del embarazo: "(...) Cuando digerí la noticia sentí la necesidad de hablar con mi hijo. En la casa en la vivo sola, no en la familiar, organicé una comida y hablé con mi hijo de adulto a adulto. Y mi sorpresa fue que me encontré a un Carlo mucho más asentado y responsable de lo que en un principio me había imaginado".