Como en el amor, la relación entre dos potencias nucleares se basa en la confianza. Especialmente si, como Estados Unidos y Rusia, os repartís más de 10.000 armas nucleares.

Desde 1963, estos y otros países han firmado diversos tratados en pos del desmantelamiento atómico. Pero para saber que los firmantes estaban cumpliendo con sus obligaciones de destrucción de cabezas nucleares, hacía falta una verificación. El problema es que esto suponía entregar al enemigo demasiados secretos, así que la solución provisional fue centrarse en los "sistemas de entrega", es decir, que no sabemos si Estados Unidos o Francia están eliminando sus cabezas nucleares, sólo si están eliminando sus misiles balísticos intercontinentales.

Por tanto, no sabemos cómo de cierto es este gráfico. 

Número de cabezas nucleares en 2016 (Status of World Nuclear Forces) A. V.

La opacidad ha durado muchas décadas, y muchos dirigentes se han aprovechado de ello. Por ejemplo, el dictador norcoreano Kim Jong-un, que cada pocos meses amenaza con que su país lanzará armas nucleares si Estados Unidos, Corea del Sur, Japón o quien sea se atreve a amenazarles. Se desconoce la extensión, magnitud o escala del arsenal nuclear de Pyongyang, pero las bravuconadas atómicas podrían estar aproximándose a su fin.

Fin de la intriga

Esta semana, un equipo de científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) ha presentado el primer sistema de verificación de armas nucleares capaz de distinguir las armas auténticas de las falsas sin, en ningún caso, revelar a los inspectores nada de información sobre la construcción del arma. El logro, que podría desbloquear efectivamente un proceso de desarme que parece haberse ralentizado en los últimos años, aparece publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

"La máxima de estos tratados siempre ha sido confía, pero verifica", dice a EL ESPAÑOL Scott Kemp, del Laboratorio de Seguridad y Políticas Nucleares del MIT. "Hay alguna gente que no confía en el lado opuesto, así que la verificación es una forma de asegurar que todo el mundo está siendo honesto, ayuda a cultivar la confianza y las buenas relaciones".

Grosso modo, las normas de verificación de armas nucleares exigen tres cosas: que el sistema sea capaz de decir que un arma verdadera lo es realmente un arma, que una falsa es, con seguridad, falsa, y sobre todo, que la información sensible (ya sea directa o inferible mediante una reconstrucción estadística) que se revela a los verificadores sea cero.

Un método 100% secreto

Este método propone lanzar un rayo X al interior del arma para que algunos de los fotones sean absorbidos por los materiales nucleares. Del patrón surgido de ahí podría sonsacarse el patrón de lo que contiene el arma, pero eso nunca llega a los inspectores ya que el sistema emplea un encriptado -escogido por el dueño de la cabeza nuclear- que desordena la información. La única forma para que los inspectores verifiquen la autenticidad del arma es hacer el análisis primero a una cabeza nuclear declarada activa y luego compararlo con el resto de las armas almacenadas. De ese modo, conocerían si es real o no, pero sin saber nada de su construcción, diseño.

Parece complejo, ¿verdad? Bienvenidos al mundo de la diplomacia nuclear.

"Para nosotros, las cuestiones más importantes al desarrollar el sistema eran la protección de información secreta y la eliminación de todos los escenarios en los que pudiera haber un engaño", aclara Kemp, cuyo sistema es capaz de detectar engaños con una fiabilidad del 99,9%, "aunque es capaz de detectar trampas a cualquier nivel de confianza, cuanto más tiempo lo uses más aumenta la fiabilidad".

El siguiente paso es, por supuesto, pasar del laboratorio a la demostración en escenarios reales. "Aún tenemos mucho que hacer en el MIT, pero la colaboración con laboratorios de dentro y fuera de Estados Unidos será esencial para que el concepto se convierta en un sistema práctico y aprobado internacionalmente".

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