Es uno de los principales granos en el culo de la industria tecnológica. Tiene fama de poco simpático, directo y brillante, con un discurso que se aleja de las amable, idílica y muy medida imagen de los gigantes de la Red. Así es Evgeny Morozov, pensador y ensayista bielorruso, que está en Madrid para hablar de ciudades democráticas y tecnología bajo una premisa: los ciudadanos deberíamos saber siempre qué hay detrás de cada tecnología.

"Necesitamos una forma de distinguir qué es lo público y qué es lo privado", afirma a EL ESPAÑOL. "Me gustaría saber cuándo interactúo con la dura lógica del mercado y cuándo con una institución pública impulsada por un espíritu diferente".

Morozov critica el mensaje que dan los políticos "lleno de excusas y eufemismos": el que dice que la digitalización y privatización del sector público no afecta a la calidad del servicio ni tiene fines de lucro. "Sería bueno saber que se trata de un montón de mentiras", sostiene.

Su agudo sentido critico queda reflejado en su obra. Si con El desengaño de la Red (Destino, 2012) desmonta la utopía de la red de redes, su ensayo La locura del solucionismo tecnológico (Katz / Clave Intelectual, 2015) arremete contra el 'aura mágica' de las tecnologías supuestamente inteligentes en manos de corporaciones y en su correspondiente contexto político, en el que nada es inocente.

"Rechazo que exista una sola idea de internet", comenta Morozov. "Por un lado, hay un protocolo técnico, que además se ha vuelto invisible; por otro, hay un sueño utópico sobre la aldea global, sobre la noosfera, un lugar donde el conocimiento es ubicuo y libre y da lugar a revoluciones democráticas de todo tipo; y luego está la realidad comercial de un grupo de empresas, en su mayoría estadounidenses, que se benefician de la política exterior, comercial y de defensa de Estados Unidos, y que están utilizando la tecnología digital para colonizar la vida cotidiana".

El autor cree que los dos primeros tipos de internet -el protocolo técnico y el sueño utópico- "no están mal, vale la pena luchar por ellos". "Pero la otra realidad, la comercial, no me gusta y debería ser alejada radicalmente del actual modelo de Silicon Valley, si realmente las redes digitales quieren cumplir sus promesas iniciales", afirma.

Morozov cree que "otro internet es posible" y, precisamente por eso, ha venido a Madrid a participar en el evento Ciudades Democráticas, que apoya el proyecto D-Cent. "Es una oportunidad para reflexionar sobre cómo puede construirse un tipo diferente de instituciones digitales para aspirar a más".

Contenido, ruido, intereses

En un mundo en el que la mitad de los seres humanos cuenta con conexión a internet conviven datos útiles, ruido, información contrastada y basura... Si bien las bibliotecas, los museos, los archivos y los medios tradicionales solían ser los encargados de seleccionar y ordenar los contenidos, ¿estamos ahora en manos de Google, Facebook y otros gigantes que reinan en la Red?

Morozov es directo: "Cuando los que tienen que desempeñar esa función están desconectados de su misión real y se ven obligados a hacer dinero en lugar de ofrecer un buen servicio, su tarea se distorsiona y todo se convierte en algo lucrativo y poco más", afirma, y añade: "Esto sucede cada vez más dado que estas instituciones previamente públicas son privatizadas bajo la bandera de la austeridad".

Cuando los que seleccionan contenidos están desconectados de su misión real y se ven obligados a hacer dinero, su misión se distorsiona

"Los comisarios de contenidos digitales como Facebook nunca tuvieron una misión cívica original, nacieron directamente para ganar dinero y, por supuesto, este hecho es una fuente constante de problemas y escándalos para ellos, ya que es muy difícil equilibrar unos objetivos puramente comerciales con cualquier grado de objetividad o con un servicio a la comunidad", afirma, en relación con la penúltima polémica protagonizada por la popular red social y su manipulación de resultados en su apartado de tendencias.

Muy crítico ante las "necesidades del capitalismo", el autor cree que "el verdadero potencial liberador del desarrollo de internet como protocolo queda suprimido por los agentes comerciales que llegan a apropiárselo y operar con él".

"Es verdad que Wikileaks y Snowden no hubieran sido posibles sin internet, pero no debemos olvidar que las principales empresas de la Red, como PayPal, intentaron desactivar su infraestructura y Snowden se enfadó por la complicidad excesiva entre estas firmas tecnológicas y los espías de Estados Unidos", sentencia.

Desequilibrio, marketing, mentiras

Desde su punto de vista, Morozov asegura que instituciones como las agencias públicas de seguridad y las compañías tecnológicas juegan con ventaja frente al ciudadano individual y ejercen un "poder cada vez más desequilibrado". "No se puede culpar a internet, sino al desastroso estado de nuestras democracias que ha dejado a los ciudadanos, que son el único baluarte contra las corporaciones y los gobiernos, al margen del proceso político". "Cómo reparar esta brecha es lo que estamos discutiendo en Madrid", dice.

¿Puede contribuir la explosión de herramientas tecnológicas y procesos -sensores por todas partes, internet de las cosas, big data...- a conocer mejor la realidad de las ciudades y reforzar la democracia? Nuevamente, surge el irresistible escepticismo del pensador: "No creo que haga un descubrimiento digno de un Nobel si digo que todo el marketing que rodea a las ciudades inteligentes está impulsado por un grupo de empresas que se beneficiarán de los municipios, que están arruinados y necesitan reparar sus infraestructuras desmoronadas por falta de inversión", afirma, y prosigue: "De esta forma, los sensores, las redes y los datos se usan para maquillar su decadencia con un cierto brillo tecnológico: si quieres dar un giro positivo a la privatización de los recursos públicos, coge cualquier servicio y di que se está volviendo inteligente".

Todo el marketing que rodea a las ciudades inteligentes está impulsado por un grupo de empresas que se beneficiarán de los municipios

Para él, ni siquiera los avances en inteligencia artificial pueden ayudarnos. "En este momento", razona, "los únicos actores capaces de desplegar inteligencia artificial a escala global, para todos, son los gigantes empresariales como Google y Facebook, y se va a crear una nueva dependencia de ellos, no sólo por parte de los ciudadanos, sino también de las instituciones públicas: el reciente anuncio de que el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido tiene un acuerdo con la unidad de Inteligencia Artificial de Google es un ejemplo de ello", apunta.

"Teniendo en cuenta todo lo que sé acerca de estas empresas", concluye, "se trata de una prueba más de que los ciudadanos quizá tengan más poder tecnológico como individuos, pero en realidad cada vez tienen menos posibilidades de recuperar la dignidad y algún poder de las corporaciones y de los gobiernos".

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