Hace un par de décadas, el buen cinéfilo, el que no se conformaba con las limitaciones de las pantallas de los televisores de tubo, lo tenía difícil: o se iba al cine o se compraba uno de esos horribles retroproyectores que tanto se veían en los bares de finales de los 90: un invento infernal que ocupaba más espacio del humanamente comprensible y que ofrecía una calidad tirando a insultante.

Eran los años del VHS, unos tiempos oscuros en los que también comenzaron a aparecer las primeras pantallas de plasma. Con ellas, se abrió el camino hacia una buena experiencia de cine en casa.

No obstante, esa opción aún tiene sus limitaciones: en tamaños superiores a 80 pulgadas los precios siguen siendo prohibitivos (entre 10.000 y 15.000 euros). Y por mucho que se haya aumentado la media de los televisores de tubo, el tamaño todavía es insuficiente para los amantes de la pantalla grande.

El verdadero cine en casa

Los proyectores son la alternativa a los televisores más razonable para obtener una sensación cinematográfica en casa. La evolución de estos dispositivos es significativa, con unos precios que actualmente son asequibles -un reproductor doméstico con una calidad más que razonable cuesta una media de 1.000 euros- y con unas prestaciones que los equiparan a cualquier televisor (sonido envolvente, reproducción de 3D, conexión inalámbrica a diferentes dispositivos...).

Por ejemplo, hace unos días BenQ presentaba sus nuevos modelos de proyectores W2000 y W3000 que cumplen con el estándar internacional Rec. 709 en HDTV, que garantiza la reproducción precisa del color cinematográfico. Esto asegura al espectador que está viendo en todo momento los colores y tonos con los que se filmó una película.

Además, las dos grandes novedades de estos modelos son la implementación de la tecnología Cinemaster Audio +, que ofrece desde el propio proyector toda la reproducción del sonido, con supuesta calidad de sala de proyección, así como la tecnología Miracast, que facilita la conexión con smartphones y tabletas. Esta última es una de las características imprescindibles hoy en día, tanto en los nuevos proyectores como en todo tipo de televisores.

Ambos modelos sirven de ejemplo perfecto para comprender cuál es la evolución del mercado de los proyectores actualmente: unas prestaciones similares a los de un televisor, una gran calidad y una décima parte del precio de una pantalla de televisión equivalente al tamaño de proyección.

Grandes mitos de los proyectores

Existen tres razones recurrentes por las que de momento los usuarios parecen no confiar plenamente en los proyectores: el precio de las lámparas, el tamaño del salón y la necesidad de proyectar a oscuras.

En el primer caso, hace unos años el miedo tenía sentido: una lámpara de repuesto para un proyector normal podía costar alrededor de 500 euros. Hoy en día, el precio de dichas lámparas oscila entre los 100 y los 150 euros, con una duración media de dos años según el uso que se le dé al proyector.

Todo un cine en el salón. EE

Sobre el tamaño medio del salón, hay que mirar las propias especificaciones de cada proyector. Algunos modelos, como los Philips Screeneo, ofrecen tamaños de hasta 100 pulgadas a escasos centímetros de la pared. Otros modelos, como los mencionados modelos de BenQ W2000 y W3000, pueden ofrecer pantallas mayores, de hasta 300 pulgas, en distancias de entre cinco y ocho metros (una pantalla de 120 pulgadas se consigue a distancias de entre tres y cuatro metros).

Por último, ya no es necesaria una oscuridad total. Actualmente los proyectores domésticos más extendidos tienen lámparas con un brillo de imagen de entre 2000 y 3000 lúmenes ANSI. Con dicho brillo, la pantalla se podrá ver sin demasiado problema en un ambiente de luz día. Para ello, además, el proyector te dejará programar normalmente el brillo, para ajustarlo o dar más potencia en ambientes muy luminosos.

Dichos ajustes, por decir algo negativo, acortan la vida de las lámparas. Lo recomendable para conseguir la mayor calidad es trabajar con luces bajas. En cualquier caso, el resultado no se verá muy perjudicado si se mantienen unas condiciones razonables de iluminación tenue cuando es de día y no se puede dejar aislada la estancia.

La pantalla

Los expertos en pantallas proponen varias fórmulas. Es aconsejable que la pantalla sea fija. Esto se debe a un motivo muy simple: muchas pantallas enrollables, sobre todo de costes más bajos, tienden a destensarse en la parte superior. Esto hace que la imagen se vea con ondulaciones que resultan molestas.

Respecto a los materiales, existen múltiples modelos de pantallas en función de los materiales empleados en su confección. Podremos encontrar pantallas de perla de cristal, de plata, de metal, de tela, de plástico... Cada uno de estos materiales responden de una forma diferente a la reflexión de la luz, lo que las hace aconsejables según las características de la proyección: reflexivas para techo y angulaciones de izquierda a derecha; reflexión difusa para proyectores de alta luminosidad; retrorreflexivas para lugares con mucha iluminación; trasparentes para proyecciones traseras...

Sin embargo, existe toda una comunidad de fanáticos de la proyección que aconseja incluso crear la propia pantalla. En este caso, es recomendable elegir en primer lugar una proporción de pantalla -normalmente de 16:9, ya que el uso principal de los proyectores es la reproducción de películas- y pintar ese espacio con una fórmula de pinturas conocida entre los aficionados como "la fórmula enigmax". Dicha fórmula tiene tres cuartas partes de Valon Satinado blanco (o Titán Hiralux blanco) y un cuarto de TitanExport Gris Medio 104. A continuación, la mezcla se rebaja con un agua (un 10%).

Por supuesto, esta solución no satisface a todo el mundo. Muchos son los que creen que el toque de gris hace que los colores ganen en viveza y contraste. Sin embargo, otros prefieren los resultados que puede ofrecen un blanco mate a secas.

Pero que nadie se asuste: las pruebas demuestran, sin embargo, que mientras que no se tenga gotelé (que ensombrece la proyección), una simple pared lisa puede servir para dar el paso al nuevo mundo del tamaño. 

En definitiva, los proyectores no sustituyen todavía a los televisores. Son una alternativa, la mejor en ciertos momentos o para cierto tipo de usuarios. Y, desde luego, como centro audiovisual para el salón son muy interesantes. En poco tiempo la calidad ha aumentado considerablemente, acercando las calidades de forma notoria. El tiempo dirá si el futuro de las pantallas es que no haya pantallas.

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