Las claves
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El consumo de antidepresivos en España experimenta en los últimos años una escalada sin precedentes. El país supera un consumo de 100 dosis diarias por cada mil habitantes, según los datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad. Concretamente, en 2024 la media fue de 107,15.
Es la última cifra de un número que no para de crecer desde antes de que empezara la década de 2010. Sin embargo, si se observan los datos, se ve una distribución desigual entre comunidades autónomas. Galicia lidera, por desgracia, el ranking con más de 163 dosis al día cada mil habitantes.
Le siguen de cerca Asturias, con casi 156, y Extremadura, con casi 148 dosis diarias. Estos datos casi doblan los de Madrid (87,33), País Vasco (84,26) o Navarra (96,27). Es más, están todavía más lejos de Ceuta y Melilla, que registran las cifras más bajas del país, con 72,51 y 59,57 dosis diarias cada mil habitantes.
En 2020, un informe del Ministerio de Sanidad ya advertía de un fenómeno que cinco años más tarde sigue vigente: el entorno rural registra un consumo de antidepresivos sustancialmente mayor que el urbano.
De hecho, la dispensación de estos fármacos es mayor cuanto más pequeño es el tamaño del municipio. Ese año, al clasificar los datos por número de habitantes del edificio, el grupo de localidades con menos de 10.000 ciudadanos encabezaban la lista.
En Galicia, líder del ranking, este tipo de pueblos suponen más del 82%. En Asturias hay 68 (casi el 92% del territorio) y en Extremadura hablamos de más del 97% con 378 localidades por debajo de los 10.000 habitantes.
"Este patrón coexiste con mayor edad media, menor renta y más desempleo en áreas rurales, factores consistentemente asociados a mayor utilización de psicofármacos en España", expone Carlos Coronell, secretario del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).
Una población envejecida
Uno de los factores principales que menciona el sanitario, la edad, puede servir para ver cierto patrón y es que las comunidades con más consumo de antidepresivos también se encuentran entre las diez más envejecidas.
Según los datos de la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria, el consumo de antidepresivos en España aumenta con la edad hasta 80 años, aproximadamente, Coronell.
Aquí, se unen dos elementos: la soledad no deseada y el aislamiento social. Dos agentes que son más frecuentes en mayores y, sobre todo, en entornos con dispersión poblacional. Además, la ciencia los ha asociado en varias ocasiones a mayores tasas de depresión y una peor salud mental, "lo que contribuye al mayor uso farmacológico", sostiene el miembro de SEMERGEN.
No solo influye el envejecimiento, Coronell cuenta que la densidad poblacional y los indicadores socioeconómicos, como la renta y el desempleo, también se relacionan de forma independiente con un consumo de antidepresivos.
"La ‘clase de territorio’ importa en la medida en que concentra determinantes sociales y barreras de acceso a intervenciones no farmacológicas."
Jose Juan Uriarte, psiquiatra de la Red de Salud Mental de Bizkaia, está de acuerdo con el médico de atención primaria y añade que vivir en estos territorios puede limitar el acceso a tratamiento psicológico. Algo que permitiría poder abordar la salud mental sin que medicarse fuera algo necesario.
El especialista pone también el foco en que muchas veces la prescripción de antidepresivos se asocia en muchos casos a la soledad a causa de la falta de acceso a otro tipo de apoyos o a la pérdida de la red familiar y social, ya que muchas veces el resto de la familia se marcha de este tipo de municipios.
No todo es depresión
Jerónimo Saiz, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá, hace una puntualización sobre este tema y es que la prescripción de antidepresivos no va siempre asociada a casos de depresión. Este tipo de medicamentos también se emplean para otros problemas como el insomnio, el trastorno obsesivo-compulsivo, el estrés postraumático o la epilepsia entre otros.
"Un paciente acude a consulta con sensación de malestar, cefaleas, mareos e inestabilidad. Está intranquilo, no duerme bien y eso no es depresión, realmente, sino un síndrome ansioso-depresivo, que es bastante común, y le recetan un antidepresivo", ejemplifica el experto.
Los fármacos más habituales son el Prozac, el citalopram, la sertralina, la paroxetina y la fluvoxamina, desgrana Saiz. "Son antiguos, son baratos y tienen este amplio espectro de actuación".
¿Se puede reducir el consumo de antidepresivos en España?
Gabriel Ródenas, psiquiatra y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría Clínica, explica parte del problema de los antidepresivos hablando de una tendencia a medicalizar, "en algunas ocasiones" el malestar de las personas o incluso algunas comorbilidades, lo que va en línea también de lo explicado por Saiz.
Lo primero para reducir estas cifras es, precisamente, saber detectar qué está causando el malestar en la población. "A veces no se discrimina bien entre si es algo clínico o un problema de la vida cotidiana que se están medicalizando", sostiene.
Muchas veces, continúa, se depositan todos estos problemas en el sistema sanitario, pero las soluciones tiene que ver con factores estructurales, como la desigualdad social y dificultades para acceder a recursos básicos (vivienda, trabajo…) e, incluso, problemas económicos. "Son deficiencias estructurales que difícilmente se van a solucionar con antidepresivos", subraya Ródenas.
El experto no se olvida del problema que supone la falta de acceso a psicoterapia y que es uno de los detonantes del imparable crecimiento del uso de antidepresivos. "En el momento en el que también se pueda acceder a este tipo de servicio, probablemente habrá una reducción de la venta de estos fármacos".
