P. Fava
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Hulk Hogan, la leyenda de la lucha libre, ha fallecido a los 71 años de un paro cardíaco según han informado medios estadounidenses y la propia WWE. El luchador, cuyo nombre real era Terry Bolea, revolucionó el mundo del pressing catch en los años 80 y 90 con su carisma y teatralidad, volviéndose un icono internacional. Alcanzó la fama en 1984 con "Hulkamania", y en 1996 se reinventó como "Hollywood Hogan" al fundar la NWO.

Aunque Hogan ya era septuagenario, un rango de edad en el que el riesgo de paro cardíaco se multiplica, hay factores de hábitos de vida que pueden modificar la incidencia de este accidente cardiovascular, que provoca alrededor de 1.299 fallecimientos anuales de personas entre 70 y 74 años en España según el Instituto Nacional de Estadística (INE). La práctica de ejercicio de fuerza se considera cardioprotectora, y el luchador continuaba entrenando.

De hecho, Hogan llegó incluso a volver al ring con 65 años. Sin embargo, ningún otro deporte ha estado marcado por tantas muertes de sus profesionales, algunos de ellos muy jóvenes. El paro cardíaco - un fallo repentino del sistema eléctrico que controla el ritmo cardíaco, resultando en una arritmia grave- y el ataque al corazón -obstrucción del flujo sanguíneo a una parte del músculo cardíaco, generalmente debido a una arteria coronaria bloqueada- son las causas principales.

Pero no son las únicas. Muchos luchadores han visto sus problemas cardiovasculares agravados por el consumo de sustancias bien para ganar musculatura -esteroides anabólicos- como de analgésicos y calmantes para aliviar los dolores relacionados con las lesiones, operaciones y desgastes musculares y articulares que sufren. El propio Hogan había sido operado 25 veces en una década, y bromeaba con que tenía "más piezas de repuesto que originales".

Finalmente, los problemas psicológicos derivados del consumo de sustancias, entre ellas drogas recreativas, obligaron a la WWE a tomar medidas de control del dopaje, así como a establecer medidas de acompañamiento psicológico. También se han realizado programas de capacitación y prevención para evitar lesiones durante los saltos y llaves más espectaculares, que han derivado en ocasiones en daños graves e incluso muertes.

El terrible caso de Chris Benoit, que asesinó a su familia antes de suicidarse a los 40 años, fue un revulsivo para la industria. Pero otros ejemplos de luchadores que sufrieron una muerte temprana fueron Yokozuna (Rodney Anoa'i) por paro cardíaco a los 36 años; Eddie Guerrero a los 38 por Insuficiencia cardíaca; Owen Hart a los 34 en un accidente en el ring; Bray Wyatt a los 36 por infarto cardíaco; o Chyna (Joan Laurer) a los 46 por sobredosis.

El daño cerebral por golpes repetidos (CTE) también ha sido señalado como uno de los factores asociados a la mala calidad de vida de los luchadores y su mortalidad prematura. Conocido médicamente como encefalopatía traumática crónica , es una enfermedad neurodegenerativa causada por lesiones cerebrales traumáticas repetidas, incluidas conmociones y golpes subconcusionales (traumatismos que no siempre provocan síntomas evidentes).

En general, los luchadores pueden arrastrar complicaciones de salud crónicas que pueden acumularse con la edad. La rápida ganancia y pérdida de masa muscular es también un factor de estrés cardiovascular, a lo que se suma una cultura de falta de descanso y presión constante por mantener la imagen física. Finalmente, el drama de la soledad y la ansiedad que sufren, que retrató magistralmente Mickey Rourke en El Luchador, es otro agravante.

En 2006 se instauró un programa llamado WWE Wellness Program o Programa de Bienestar. Según la propia organización, busca prevenir el uso de sustancias ilícitas y atender la salud física y mental de sus talentos. Sin embargo, la WWE ha sido criticada por contratar a los luchadores como autónomos, impidiéndoles el acceso a los seguros médicos en EEUU, lo que agrava su tendencia a la automedicación y los problemas que conlleva.