Tarde o temprano tenía que ocurrir. Ningún experto en patógenos o en salud pública se ha extrañado de que una enfermedad con el exótico nombre de viruela símica o del mono acabe formando brotes en distintos países europeos y norteamericanos. Porque ni ha sido la primera ni será la última que nos sorprenda, y hay un buen puñado de candidatos para ello.

"Las infecciones víricas son acontecimientos que sabemos que ocurren periódicamente en la naturaleza", apunta Mariano Esteban, jefe del grupo de Poxvirus y Vacunas del Centro Nacional de Biotecnología (perteneciente al CSIC) y académico de la Real Academia Nacional de Farmacia.

"Entre enero y febrero de 2022 han aparecido 104 casos en la República Democrática del Congo, con 37 muertes. Desde 2020 ha habido unos 10.000 casos reportados y 342 muertes". Era cuestión de tiempo que el virus se expandiera. Es sencillo: "Una vez que aparece, el virus se transmite".

Según la Organización Mundial de la Salud, hay más de 200 tipos de zoonosis, aquellas enfermedades que se transmiten desde un animal a un humanos. A veces ocurre un único salto, a veces los patógenos van y vuelven. En algunas ocasiones acaban transmitiéndose entre humanos, como el SARS-CoV-2, y en otras es el contacto continuo con los animales lo que provoca que muchas personas acaben contagiándose, como el caso de la viruela del mono, donde la transmisión entre personas suele ser pobre.

"Lo fundamental es que haya transmisión", resume Esteban, "y que el virus se adapte al hospedador y se replique". El director del Instituto de Salud Tropical de la Universidad de Navarra, Paul Nguewa, habla de una "belleza biológica a nivel molecular que les permite interactuar con el huésped y adaptarse al ambiente".

"Cualquier alteración del delicado equilibrio existente entre personas, animales y medio ambiente puede resultar peligroso", resume, advirtiendo que seis de cada diez enfermedades infecciosas conocidas en las personas pueden transmitirse a través de los animales, y tres de cada cuatro nuevas o emergentes provienen de ellos.

Víctor Briones, vicerrector de estudios de la Faculta de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y experto en vigilancia sanitaria, abunda en los detalles. "La transmisión por vía alimentaria [comida contaminada] es importante, pero la más importante es la vía aerógena" como en el caso de la gripe o la Covid, "ya que es más transmisible".

En segundo lugar, el patógeno "no debe ser muy estricto en cuanto a hospedadores". Tiene que saber adaptarse, aunque esto no es definitivo: la peste negra se transmitía por las ratas y era suficiente. Incluso hay situaciones con gran mortalidad de animales hospedadores que el microorganismo, por pura supervivencia, tenga que buscar otra.

Una guía de 2008 del Ministerio de Sanidad sobre enfermedades infecciosas importadas refería un centenar de patologías bajo vigilancia y sí, incluye la viruela del mono, pero también el primer SARS, el ébola o la fiebre de Crimea-Congo. El riesgo, lejos de disminuir, ha aumentado con la globalización y el calentamiento global. "Yo creo que es algo que irá a más", reconoce Briones. Estos son solo algunos de los ejemplos de patógenos emergentes que son vigilados continuamente.

Gripe aviar

Se trata de la más conocida y la más temida de las enfermedades zoonóticas emergentes. El subtipo A(H5N1) penetró en España en la última temporada 2021-2022, provocando focos en aves silvestres y explotaciones avícolas, dando lugar a un sacrificio masivo de animales.

Un documento del pasado marzo del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias reconocía que el riesgo de aparición de nuevos focos es "muy alto" pero su diseminación en la población general es "muy bajo", mientras que para aquellas personas en contacto con las aves de granja es bajo o moderado. En Europa se dio un caso en Reino Unido en un trabajador de una granja avícola.

El principal riesgo para la salud humana es que este virus puede recombinarse con el de la gripe estacional y "generar nuevos subtipos de potencial pandémico, además de por el riesgo de que se produzcan casos humanos graves". La alta capacidad de mutación del virus hace necesaria una vigilancia constante tanto de este subtipo como de otros aparecidos en los últimos tiempos en el mundo, como el H10N3 o el H3N8, ambos detectados en China.

Fiebre de Crimea-Congo

Esta enfermedad provocada por un arenavirus y transmitida por garrapatas del género Hyalomma se detectó por primera vez en España en 2010, en Cáceres, pero tuvieron que pasar seis años hasta que se identificaron los primeros casos en humanos. Posiblemente, el artrópodo entró en nuestro país a través de aves migratorias en ruta desde África, y se ha detectado en animales silvestres y vegetación en Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Madrid y Andalucía.

Los principales grupos de riesgo son ganaderos, agentes forestales o agricultores, así como aquellos que realizan labores de sacrificio o desollado de animales, pero también cazadores o cardadores de lana. Además, la enfermedad (que se caracteriza por fiebre, dolor muscular y sangrado de la nariz o el tracto urinario, entre otros) puede transmitirse de persona a persona por contacto directo a través de la exposición de la piel o mucosas a sangre, líquidos corporales y tejidos de pacientes sintomáticos.

Virus del Nilo Occidental

Quizá es el caso más parecido a la viruela de los monos en España de los últimos años, cuando se detectaron 77 casos, la mayoría en Sevilla, y ocho de los cuales fallecieron. La cuestión es que esto sucedió en medio de la mayor pandemia del siglo XXI, en 2020, por lo que no tuvo la trascendencia esperada.

Hasta ese momento solo se habían detectado seis casos esporádicos, transmitidos mediante mosquitos. Su reservorio animal son las aves, pero humanos y caballos suelen ser hospedadores accidentales sin capacidad para contagiar.

Aunque la mayoría de las infecciones son asintomáticas, hasta un 40% puede desarrollar síntomas parecidos a los de la gripe y, en menos del 1% de los casos, ser una enfermedad neuroinvasiva, con meningitis, encefalitis y parálisis flácida aguda. No hay vacuna y el tratamiento disponible es de soporte.

Encefalitis japonesa

Es provocada por un virus ARN de la familia de los flavivirus (también involucrados en el dengue, la fiebre amarilla y el virus del Nilo Occidental) y es endémica en las zonas rurales –preferentemente, los arrozales– del sudeste asiático y el subcontinente indio, siendo esporádica en el resto de Asia. Su reservorio son los cerdos y las aves y el vector de transmisión es un mosquito del género Culex.

Solo es sintomática en el 1% de los casos, provocando letargia, fiebre o cefaleas en un primer momento, evolucionando hasta los delirios y el coma en una fase posterior. Lo bueno es que no ha llegado a España y que tiene vacuna, pero los expertos recuerdan que su impacto mundial puede llegar a ser mayor que el del dengue. De hecho, este año ya ha protagonizado brotes más allá de su área de influencia, llegando a Australia.

Fiebre de Lassa

Se trata de unos de los virus emergentes que genera más suspicacias. Endémico de países del África Occidental (Sierra Leona, Guinea, Nigeria, Liberia), causa hasta medio millón de infecciones anuales, provocando unas 5.000 muertes.

Es transmitido a humanos a través de la rata común africana y sus excrementos, causando fiebre, vómitos y hasta conjuntivitis, mientras que en casos graves puede provocar shock, hemorragias y derrame pleural. No hay un tratamiento específico, si bien el antiviral ribavirina (de uso común en herpes y poxvirus) se ha mostrado eficaz en parte de los casos.

En los países de altos ingresos han sido pocos los casos detectados de esta enfermedad, pero hay una relación especial con nuestro país: fue el epidemiólogo Jordi Casals i Ariet quien identificó al virus responsable cuando fue víctima del mismo mientras lo investigaba en la Universidad de Yale.

Hantavirus

Es una de las familias más temidas por los investigadores. Transmitidos por ratones y ratas, causan fiebre hemorrágica que puede decantarse hacia síndromes renales o pulmonares. Su nombre procede del río Hantan, en Corea del Sur, pero ya en los años 30 hubo brotes de fiebre hemorrágica en Europa.

Dos hantavirus circulan por el continente, con una enfermedad generalmente leve. En Alemania se detectaron, solo en 2017, más de 1.700 casos de infección. Curiosamente, el virus está más presente en las regiones del norte que en el área mediterránea.

Aunque no se propaga entre humanos, al servirse de los roedores como huésped se garantiza un amplio contacto con las personas a través de excreciones o mordeduras. El tratamiento, como en muchas de las enfermedades emergentes, es únicamente de soporte, si bien se han desarrollado anticuerpos monoclonales para combatirlo.

Detectar y prevenir

El veterinario Víctor Briones considera que la vigilancia de estas enfermedades "funciona muy bien, por eso hay muy pocos brotes de enfermedades exóticas o importadas". Sin embargo, las prácticas humanas "las facilitan en cierta medida. Por ejemplo, aumenta la población ganadera porque hay que dar de comer a más y más personas, aumenta el tráfico legal o ilegal de animales y productos… Es toda una serie de circunstancias; la vigilancia siempre tiene poros por los que se puede colar algún patógeno".

Mariano Esteban explica que hay tres medidas preventivas para evitar su expansión: el desarrollo de métodos de diagnóstico rápido, el uso de antivirales y la investigación en vacunas. Si bien se ha avanzado mucho en la primera de ellas, las otras dos adolecen de falta de inversión.

Por su parte, Paul Nguewa va más allá. Cree esencial "incrementar la capacidad de compartir datos a nivel internacional y de elaborar estrategias globales". La comunicación entre los países es un instrumento esencial para adelantarse a posibles brotes. Ha sido la oportunidad perdida de la viruela del mono, que ha ido aumentando su incidencia en África en las últimas décadas, y no debería pasar con la próxima enfermedad emergente. "Los microorganismos no conocen fronteras ni continentes", sentencia.

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