El 4 de marzo, la Comisión de Salud Pública acordó flexibilizar las condiciones para que los familiares visitasen a sus seres queridos en las residencias, así como las salidas de estas personas. Llevaban un año encerradas en estas instituciones, habían visto morir a vecinos de habitación, amigos y hasta a sus propios cuidadores, y solo a finales de diciembre comenzaron a ver la luz al final del túnel: las vacunas contra la Covid-19 habían llegado.

Tres días antes de fin de año, las imágenes de Araceli Hidalgo recibiendo su primera dosis llegaron hasta el último rincón del país. A sus 96 años, esta granadina –residente del centro Los Olmos, de Guadalajara– afirmaba ante las cámaras haber estado deseando este momento y, aunque el pinchazo picó "un poquitillo", no podía ocultar su alegría por lo que parecía el principio del fin de la pandemia, para ella y para tanta gente.

Quedaban por llegar tres oleadas más del SARS-CoV-2. La primera, inmediatamente después de las navidades, cuando el ritmo de vacunación era exasperantemente lento. Aún así, en dos meses se alcanzó a la inmensa mayoría de personas en residencias, lo que permitió una cuarta oleada, justo después de Semana Santa, comparativamente mucho más suave, sobre todo en lo relativo al número de hospitalizaciones.

Pero el coronavirus no da tregua, y nadie podía imaginar que las cifras de contagios iban a crecer como lo han hecho en las últimas semanas, impulsadas por el aumento de la incidencia entre los jóvenes, que ha ido arrastrando a los otros tramos de edad.

España no es el único país que está viviendo un incremento su los positivos. El verano ha pillado desprevenido a aquellos estados que adelantaron todo lo posible sus campañas de vacunación para comenzar a levantar restricciones. Precipitadamente.

Así, Israel ya ha anunciado que ofrecerá una tercera dosis de la vacuna de la Covid-19 para aquellas personas vulnerables, adultos con sistemas inmunes débiles, previendo que sus niveles de anticuerpos hayan decaído tras pasar medio año desde que recibieron la esperada dosis.

La base para tomar esta decisión no está del todo clara. Hasta el momento, los casos de reinfecciones han sido mínimos y de carácter leve. Los datos en vida real afirman que las vacunas proporcionan, hasta el momento, una inmunidad fuerte incluso frente a nuevas variantes como la Delta. Eso sí, siempre que se tengan las dos dosis puestas.

Bajada de eficacia a los seis meses

No obstante, los directivos de Pfizer y Moderna, las dos primeras vacunas en ser aprobadas en Europa, llevan afirmando un tiempo que será necesaria una tercera dosis entre los seis meses y el año posterior a la primera vacunación porque la inmunidad humoral (la de los anticuerpos) va decayendo.

La primera de estas empresas ya ha anunciado su intención de presentar la autorización de esta dosis de recuerdo ante las autoridades estadounidenses y apunta que ya están en conversaciones con las europeas para hacer lo mismo. Por lo pronto, la Agencia Europea del Medicamento ha afirmado que todavía es pronto para confirmar si se necesita esa tercera dosis o no.

Sin embargo, el tiempo apremia y el incremento de contagios entre los jóvenes pone en una situación de mayor riesgo al resto de la población. Incluidas aquellas personas que, como Araceli, se vacunaron a principios de este año y ya han traspasado esa barrera de los seis meses tras la que, según las farmacéuticas, disminuiría la inmunidad.

Una decisión precipitada

Los expertos consultados por EL ESPAÑOL ven la decisión israelí como precipitada, si bien no descartan la posibilidad y creen que lo más factible sería administrar esa tercera dosis a grupos de riesgo junto con la vacuna de la gripe o espaciando ambos sueros 15 días.

"Sin conocer los datos que manejan unos y otros, es complicado poder determinar si habrá que revacunar o no", afirma José Luis Barranco, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene.

"Pensamos que hay que dejar pasar el tiempo, evaluar y monitorizar las infecciones en vacunados y su nivel de anticuerpos para determinar si va a hacer falta o no", indica señalando que ese nivel de anticuerpo "no es el correlato real de protección" y que la inmunidad celular también se puede medir para tomar esa decisión.

Lo que sí señala es que los reguladores deberán tomar una decisión en firme "de aquí a dos meses" con el objeto de preparar la campaña de vacunación de finales de año, conjugando la vacuna de la gripe y la de la Covid.

Barranco también advierte que los jóvenes que ahora se están contagiando no podrán vacunarse hasta dentro de seis meses, según lo indicado por la estrategia nacional de vacunación, por lo que coincidirán en el tiempo con esta hipotética tercera dosis. Y tendrían que esperar más ya que "se debe priorizar a quién beneficiamos más en el sentido de ahorrar hospitalizaciones, enfermedad grave, etc."

Esta visión la comparte el geriatra Pepe Gutiérrez. "La hipótesis de la revacunación anual es algo que con lo que venimos trabajando desde el principio. Si bien la vacuna es eficaz, la inmunidad humoral va decayendo con el tiempo y, aunque la celular se mantiene, puede implicar que cae la eficacia".

Aunque confía en que haya dosis suficientes para no tener que priorizar, las campañas de revacunación deben estar centradas en los grupos de riesgo, "no por edad, si bien las personas mayores son, evidentemente, de más riesgo".

Gutiérrez no se inclina por adelantar esta posibilidad ante la alarma de la quinta ola. "Lo primero que hay que constatar es si de verdad la inmunidad va descendiendo, y luego, establecer una estrategia". Hasta el momento, el aumento de contagios se ha traducido en un ligero incremento de los ingresos hospitalarios –mientras la atención primaria se colapsa– pero todo hace indicar que los mayores aguantarán esta oleada sin necesidad de volver a sentir en el brazo una nueva garantía de salud.

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