La historia de la pandemia de 2020 se escribe sobre la marcha, y hoy ya sabemos que los primeros renglones de la 'segunda ola' de la Covid-19 se estaban escribiendo inmediatamente después de salir del primer confinamiento. En base a los rebrotes, el modelo matemático del Grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos (BIOCOM-SC) de la UPC situaba a España en la segunda mitad de julio rumbo a una nueva situación de alerta antes del otoño. El tiempo ha dado la razón a una predicción que muchos por aquél entonces no querían creer.

Ahora, cuando la segunda ola desciende, el país se enfrenta a un nuevo momento de encrucijada: los desplazamientos y las reuniones por Navidad. Clara Prats, investigadora del BIOCOM-SC y ponente sobre 'Matemáticas y COVID-19' para la tercera edición del congreso de jóvenes matemáticos BYMAT organizado con el apoyo de la Fundación BBVA, aborda las lecciones aprendidas durante el verano. Si los reencuentros navideños serán fuente de rebrotes, explica, está en nuestras manos preparar la situación para contener y sofocar a tiempo la temida 'tercera ola'.

Parece una paradoja: Cataluña está ahora mismo por debajo de Madrid en incidencia acumulada, pero se frena la desescalada por el repunte en la tasa de reproducción del virus.

En Cataluña se miran dos indicadores simultáneamente: el indicador de incidencia y un indicador de tendencia. Es decir, vemos a partir de la incidencia en la que estamos si la tendencia es de incremento, estabilidad o bajada. Se mide con el número reproductivo de la epidemia como se podría medir con otros indicadores, pero combinar ambas es importante para tomar decisiones.

¿Lo que indica su modelo entonces es que aún es temprano como para suavizar las medidas por mucho que 'la foto' a 14 días indique una bajada?

Exacto. Cuando se toman medidas las interacciones sociales bajan, y cuando se relajan, aumentan, y con ellas los contagios. Esto es lo que evaluamos con la 'R', la tendencia sobre el ritmo de contagios. Hace diez días se entró en la primera fase de desescalada: esperábamos más contagios, y se han producido, pero a un ritmo un poco mayor de lo previsto. Estábamos, por decirlo de forma gráfica, bajando de la montaña por un camino empinado, y ahora de golpe la pendiente se suaviza hasta prácticamente allanarse. Sabemos que si hay un nuevo relajamiento de las medidas, la 'R' subirá. Frenamos para no comprometer una situación que ha costado un esfuerzo muy grande: a 10-14 días, veremos si se retoma la bajada.

¿Perciben demasiada complaciencia frente a la bajada de la incidencia acumulada? ¿Nos estamos pasando de optimistas?

La incidencia es lo primero que vemos todos, pero no es el único indicador. Hay que combinarlo con muchos otros. Uno es el de tendencia del que ya hemos hablado, pero hay otros importantes como las hospitalizaciones, la ocupación de UCIs, la carga asistencial, las muertes... La positividad, cuántos positivos salen por número de tests, es muy importante. No nos podemos quedar solo con la evolución de la incidencia porque solo es una parte de la fotografía.

La investigadora de la Universitat Politècnica de Catalunya, Clara Prats.

En Madrid, la incidencia ha bajado mucho con medidas más laxas, como los confinamientos por zonas, pero sí ha habido una mayor mortalidad. ¿Significa que ha habido infradetección de casos positivos?

La incidencia no es el mejor de los indicadores porque se ve muy influenciada por cuál es tu unidad de medida. Tú puedes tener una bajada de la incidencia muy grande simplemente por cambiar tu protocolo de diagnóstico. En Madrid se deja de rastrear a los contactos que no son convivientes y eso afecta directamente a cómo se miden los casos. También se pasan de las PCR a los tests de antígenos. No es algo erróneo ni negativo en sí, es un cambio de medida. Pero no se pueden comparar los casos en el inicio y en el descenso de la ola, porque se ha cambiado la forma de medir los datos. Y en este sentido, las curvas de hospitalizaciones y muertes no se han visto afectadas. De hecho, nos cuadran con las curvas de Madrid: bajan más lentamente porque se han tomado medidas más suaves.

Es una decisión, en definitiva, en la que influyen multitud de factores: económicos, sociales...

Efectivamente, e incluso emocionales. Los datos epidemiológicos forman solo una parte, importante eso sí, de esta decisión.

El modelo de BIOCOM-SC ya detectó los indicios a finales de julio de que la segunda ola podía presentarse antes del otoño. ¿Les sorprendió su velocidad?

Nosotros hemos seguido sobre todo la de Cataluña, que es la que trabajamos a diario, porque es muy difícil disponer del nivel de datos necesario en todos los sitios. El hecho de que tuviéramos subida en julio sorprendió a mucha gente, pero nosotros sabíamos que podía producirse, porque el virus seguía circulando. En el caso catalán, se reaccionó rápidamente para mejorar todo lo que no estaba a punto. Se tomaron medidas en sitios concretos, L'Hospitalet, Barcelona... y eso consiguió frenar la escalada en agosto. Lo que no conseguimos fue bajarla: nos mantuvimos en una incidencia bastante elevada, alrededor de 200 casos por 100.000 habitantes. Lo llamábamos la "calma tensa": sabíamos que en cuanto se desestabilizase, a medida que llegaba la vida otoñal, llegaría el crecimiento rápido.  

Miramos con preocupación a EEUU por el caso de Acción de Gracias, un gran festivo con muchos desplazamientos que se ha relacionado con un pico de ingresos hospitalarios. ¿Puede sucedernos lo mismo con la Navidad? 

Es un poco pronto para valorar el efecto de Acción de Gracias, pero la movilidad en sí no es mala. Si yo me desplazo en coche con mi familia, esto no es una actividad de riesgo, aunque el transporte público sí puede serlo. Pero el verdadero problema es que este desplazamiento sea indicativo de la interacción social que va a ocurrir después, como una comida familiar. Igual que en Acción de Gracias, Navidad aumenta el riesgo epidemiológico por el mismo motivo: yo estoy en una situación de confianza, en familia o con amigos muy próximos, y en espacios interiores en los que se van a relajar las medidas. Lo recomendable sería celebrar con las ventanas abiertas y llevando mascarilla todo el rato, hasta el momento de comerte los canelones.

En caso de seguir las recomendaciones, ¿se podría con seguridad mezclar tres grupos de convivientes, como pide Madrid?

Todo lo que suponga salir de nuestra burbuja aumenta el riesgo. La cuestión es si este riesgo es asumible o no. Todo dependerá del nivel de incidencia con el que entremos en las fiestas. Si es baja, sabemos que debido a las situaciones de riesgo aumentarán los contagios, pero lo podremos controlar rápidamente. Si, como ahora, es intermedia o alta, las Navidades pueden actuar como amplificador y podemos perder el control. 

¿A partir de qué incidencia podríamos garantizar estas Navidades mínimamente seguras?

Idealmente, deberíamos estar por debajo de los 100 casos por cada 100.000. Pero entran muchas variables. En Cataluña hemos visto que somos capaces de mantener una incidencia de 200 durante dos meses. Si llegamos con una incidencia de 100-150, podemos pensar que seremos capaces de frenar el incremento. El problema es entrar ya entre 200 o 250, que sería lo que tenemos ahora. Pero nos preocupa mucho el tema de la fatiga pandémica: las personas mayores han estado muy solas durante meses, y necesitan más que nunca el reencuentro con la familia. Combinar todo esto es un poco 'misión imposible'.

¿Y los niños? ¿Deberían contar o no como 'plaza' en la cena de Navidad?

Yo creo que deberían contar. Hay estudios que sugieren que serían menos contagiosos, pero eso no quiere decir que no contagien. Y si pueden ser un elemento de contagio, hay que contarlos en la ecuación.

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