La denominada 'resistencia bacteriana' es un motivo de preocupación para las autoridades sanitarias de todo el planeta. La situación, a grandes rasgos, es la siguiente: desde su descubrimiento, los antibióticos han sido considerados la estaca en el corazón de las infecciones bacterianas que hasta entonces resultaban fatales. Pero están empezando a perder eficacia, porque las bacterias contraatacan.

Efectivamente, el uso extendido, continuado y en ocasiones abusivo de los antibióticos ha llevado a la aparición de microorganismos resistentes a esta medicación. Varias de estas 'súperbacterias' -superbugs, como los llaman los anglosajones- fabrican unas enzimas llamadas betalactamasas de espectro extendido (BLEE) que bloquean la acción de algunos antibióticos de amplio espectro, como son la popular amoxicilina o la ciprofloxacina.

El motivo de alarma es evidente: estos antibióticos son la primera línea de defensa contra multitud de infecciones y enfermedades bacterianas. "La situación con las bacterias resistentes a múltiples medicaciones se nos ha ido de las manos en los últimos años", lamenta Roger Stephan, profesor del Instituto de Seguridad Alimentaria e Higiene de la Facultad Vetsuisse de la Universidad de Zúrich (Suiza).

"Es indispensable tomar medidas que frenen la extensión de los gérmenes que producen las BLEE", prosigue el especialista. Sin embargo, primero hay que desentrañar los mecanismos por los que las superbacterias circulan y se transmiten hasta la flora intestinal de los seres humanos. Pero no son exclusivas de nuestra especie: lo que comen nuestras mascotas, de hecho, es también un ámbito a vigilar.

Los peligros de BARF

Para poner la lupa sobre los peludos de la casa, los investigadores de la Facultad Vetsuisse analizaron la microbiota -la comunidad de bacterias que vive en el tracto gastrointestinal- de perros y gatos domésticos. Entre ellas, encontraron varias capaces de producir las enzimas perniciosas. "Nos preocupó encontrar tan a menudo estos gérmenes en gatos y perros", confiesa Stephan. "Eso nos llevo a sospechar de la alimentación con carne cruda como vehículo de transmisión".

El investigador suizo hace referencia a la Dieta BARF: un nombre con muy poca mercadotecnia para humanos (la expresión "to barf" significa "vomitar" en inglés) pero que cada vez tiene más adeptos sobre todo entre los dueños de perros. Son las siglas de Biologically Appropriate Raw Food, 'comida cruda biológicamente adecuada'. La filosofía es la misma que inspira a algunas dietas humanas como la 'paleo': reivindicar alimentos más "naturales" y "primitivos" frente a los procesados. 

Pero al igual que la 'paleo', sus presuntos beneficios y su rigor histórico no están científicamente respaldados. La dieta BARF se basa en un 60-80% de huesos y carne cruda para el can, complementada con otros productos crudos como el huevo, la fruta y los vegetales. El argumento más habitual es que "los perros llevan cientos de miles de años comiendo comida sin cocinar". Eso puede ser cierto para el lobo, el chacal, el coyote o el dingo, pero no para los cánidos domésticos que han evolucionado al costado del hombre alimentándose de las sobras de sus hogueras.

Para confirmar sus sospechas, el equipo de Stephan rastreó a los principales proveedores de alimentos crudos para animales domésticos de Suiza y tomó muestras de 51 productos BARF. Se contabilizaron la cifra total de microorganismos presentes, el volumen de enterobacterias tanto normales como resistentes a los antibióticos, y también las cepas presentes de salmonela.  

En el 73% de las muestras, informan, había niveles de enterobacterias superiores a los recomendados por las autoridades sanitarias. Además, en el 61% se encontraron bacterias productoras de BLEE. En dos ocasiones se detectó salmonela y en otras dos al patógeno Escherichia coli. El temido E. coli no solo es peligroso para la salud por sí mismo: posee además el gen mcr-1 que transmite la resistencia a la colistina, un antibiótico de último recurso, tal y cómo se descubrió recientemente en China.

Manejar con precaución

"Encontrar bacterias productoras de BLEE en más del 60% de las muestras nos ha dejado realmente preocupados", explica la primera autora del trabajoMagdalena Nüesch-Inderbinen. Los dueños del animal, explican, entran en contacto con estos microorganismos cuando preparan la comida. Y los lametones, caricias y otras muestras de afecto entre perro y humano son otra forma de transmisión a la que los amantes de los animales no suelen estar dispuestos a renunciar.

El aviso a quiénes insisten en dar una dieta BARF es que "deben mantenerse estándares estrictos de higiene y manejar la comida para animales con precaución, según Nüesch-Inderbinen. "Los dueños deben saber que sus mascotas pueden estar albergando superbacterias y que ellos pueden transmitirlas". 

[Más información: Esto es lo que le estás dando de comer a tu mascota: así es realmente el pienso para perros]

Noticias relacionadas