Por si la pubertad no fuese lo suficientemente dura a nivel emocional, es además la época en la que comienza a desarrollarse el acné. Se trata de una inflamación crónica derivada de una producción excesiva de sebo que puede conducir a una colonización bacteriana de los folículos pilosos (los cuales permiten el crecimiento del vello). La bacteria en cuestión, Propionibacterium acnes, puede aparecer en la cara, el cuello, el pecho o la espalda. Alrededor del 80% de adolescentes sufren de acné, así que si eres preadolescente no estás solo. ¿La mala noticia? Dale la bienvenida al monstruo de las hormonas:

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Pese a que es aconsejable tomárselo con resignación, el acné puede crear serios problemas de autoestima en adolescentes y adultos. Este artículo de The Lancet publicado en 2012 alertaba de que las consecuencias emocionales y fisiológicas de tener granos en exceso pueden conducir a una depresión, pérdida de empleo o incluso intentos de suicidio. Además, los tratamientos que los dermatólogos suelen recetar a sus pacientes suelen ser lentos e ineficaces. La razón principal es que aunque los cientificos han concluido que tiene un orígen genético, se desconocen numerosos aspectos de su formación y desarrollo.

Un nuevo estudio, publicado recientemente en Nature, pretende dar luz a las causas que conducen a la aparición de estas molestas marcas sobre la piel. Sus investigadores han encontrado 15 regiones del genoma directamente relacionadas con el desarollo del acné. Se trata de una investigación entre científicos del Instituto de Dermatología del King's College (Londres, Reino Unido) y genetistas de esta misma universidad.

La metodología del estudio se ha basado en el análisis del ADN de más de 26.000 personas, que incluyen a 5000 con acné severo. Estas 15 variaciones genéticas se correspondían con estos últimos sujetos. Jonathan Baker, el líder de la investigación, ha asegurado que es la primera vez que se emplea un enfoque como el suyo: "En los últimos 20 o 30 años, ha habido pocos avances en la forma en la que tratamos el acné. Los principales métodos incluyen además numerosos efectos secundarios", ha criticado.

Baker se refiere a la isotretinoína, un fármaco que puede producir cierta sequedad cutánea, entre otros efectos. Su uso no está recomendado para mujeres embarazadas. El científico asegura además que su objetivo principal es impedir la formación de cicatrices, que permanecen en la piel incluso después de que el acné desaparezca.

Michael Simpson es el líder del laboratorio de genética que ha colaborado con el equipo dermatológico. Explica que las nuevas investigaciones abiertas podrían conducir al desarrollo de fármacos que ayuden de forma más eficaz a los pacientes. Una de las conexiones más importantes descubiertas por su equipo se encuentra en el ectodermo. Esta es la capa que se forma en el embrión para constituir el sistema nervioso, el esmalte dental o la epidermis. El equipo de Simpson cree que hay una correspondencia entre la displasia ectodérmica -un crecimiento irregular del vello- y el acné. Las personas que tengan dos copias mutadas de cierto gen, el WNT10A, tendrán más probabilidades de sufrir acné de adolescentes. Las que en cambio solo cuenten con una de ellas estarán más protegidos frente a la infección.

"Esta variación genética influye en la forma de los folículos pilosos", aclara Simpson, "y los hace más propensos a desarrollar la inflamación bacteriana". El estudio ha sido financiado por la rama de investigación del NHS, el reconocido Servicio Nacional de Salud del Reino Unido.

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