Además de una tradición religiosa y cultural, la circuncisión es una práctica que la ciencia ha calificado de segura e incluso recomendable, por su vinculación a la reducción de enfermedades de transmisión sexual y por las ventajas que reporta en cuanto a la práctica del sexo. Sin embargo, en Sudáfrica las cosas son bien distintas. 

Según un estudio publicado recientemente en The Lancet, la circuncisión que se lleva a cabo siguiendo ciertos ritos puede complicarse con la aparición de gangrena y es la principal causa de pérdida de pene en jóvenes, normalmente de un grupo socioeconómico deprimido. En concreto, los hombre de la tribu Xhosa son los que más sufren este efecto.

Al alcanzar la adolescencia, una especie de sacerdote retira el prepucio de su pene con un cuchillo tradicional denominado assegai. A continuación se envuelve el órgano viril con una tira de cuero y remedios de hierbas y el protagonista del rito se va a una cabaña durante ocho días, donde no puede beber ni comer ciertos alimentos y recibe instrucción sexual y cultural de un adulto. 

Se calcula que alrededor de 250 jóvenes sudafricanos sufren una amputación del pene al complicarse este rico. De ellos, un 9% fallece al llegar al hospital, todo porque las prácticas se llevan a cabo en el secretismo más absoluto. Aunque se pueden emplear técnicas reconstructivas convencionales, no se obtiene mucho éxito con ellas. La actividad sexual vigorosa propia de estos jóvenes hace que los implantes de tejido vascularizado se desprendan. 

Es lo que hizo a los urólogos de varios hospitales del país, con la colaboración de colegas de la Universidad de Wisconsin (en EEUU) pensar en alguna de estas personas como perfectos candidatos al que se convertiría en el primer trasplante de pene del mundo, llevado a cabo en diciembre de 2014 en el país africano. Ahora, cuando han pasado más de dos años desde que realizó, el caso se publica en una de las revistas médicas más importantes del mundo y sus autores lo hacen no sólo para detallar el proceso, sino para hacer un llamamiento: este tipo de implante va a seguir siendo necesario en su país pero, además, puede plantearse como alternativa para cirugías de cambio de sexo, aunque aún es pronto para asegurarlo. 

En realidad, el trasplante que llevaron a cabo el urólogo André van der Merwe y sus colaboradores en Ciudad del Cabo no fue el primero del mundo. En 2005, cirujanos chinos publicaban en la revista European Urology su experiencia con un varón de 44 años que recibió el pene de un donante de 22. Aunque la cirugía fue un éxito desde el punto de vista técnico, diversos problemas psicológicos -motivados en parte por el rechazo de su mujer- hicieron al receptor pedir su retirada 15 días después de la operación. 

"Quiero ver mi pene"

En el caso descrito en The Lancet todo fue bien, tanto desde el punto de vista de los médicos como del del receptor. De hecho, el paciente fue escogido entre varios candidatos, todos amputados por una circuncisión mal hecha y todos deseando recuperar su miembro. 

El afortunado fue un hombre de 21 años. Desde los 18, carecía de pene y estaba, afirman sus médicos, destrozado "psicológica y emocionalmente". Dos años después de la operación -el donante fue un hombre de 36 años en muerte cerebral que donó todos sus órganos-, la vida del joven ha cambiado por completo. 

Aunque el paciente lleva todo este tiempo tomando inmunosupresores -fármacos que tendrá que consumir toda su vida para evitar el rechazo al nuevo órgano- , se mostró encantado desde el minuto uno. De hecho, en la publicación científica se cuenta la primera frase que dijo nada más quitarle las vendas tras la cirugía: "Quiero ver mi pene". 

A los tres meses, el hombre ya tenía erecciones y en la actualidad declara mantener relaciones sexuales con regularidad, en el marco de una relación estable. De hecho, seis meses después del trasplante el hombre dejó embarazada a su pareja, aunque la mujer dio a luz a un bebé muerto, algo no relacionado con el trasplante. 

La salud mental del joven mejoró radicalmente según diversos test a los que se sometió. Y eso que hubo que afrontar un ligero inconveniente: el vello púbico del donante era de un tono ligeramente más claro que el del receptor, por lo que existe una discrepancia estética en una pequeña zona, que el joven aceptó voluntariamente. 

Para resumir el éxito del procedimiento - que el mismo equipo repitió en abril de este año en el mismo hospital y que también utilizaron médicos estadounidenses en mayo de 2016 en el segundo trasplante de pene del mundo-, basta referirse a las propias palabras del paciente. Cuando, a los 18 meses de la operación, sus médicos le preguntaron qué era lo que más valoraba de ésta, él no dudó en contestar: "Soy feliz de nuevo". 

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