Con la llegada del verano y la época de la operación bikini, las dietas milagro se reproducen por cientos, ya sea con el típico boca a boca o vía internet. Sin embargo, son muchos los estudios que corroboran que las dietas puntuales cuyo objetivo es la rápida pérdida de peso no pueden mantenerlo a largo plazo, llegando a producir el denominado efecto rebote.

Es el cambio del estilo de vida el verdadero responsable de una pérdida de peso correcta, saludable y la cual puede mantenerse a largo plazo. Y ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por Clémence Blouet del Metabolic Research Laboratories en la Universidad de Cambridge, y publicado en la revista eLife, afirma que hay un importante protagonista en esta situación: las neuronas, concretamente las neuronas que regulan el apetito.

El efecto rebote y las neuronas del apetito

Según Clémence y sus colegas, existe un grupo de neuronas cuya misión es regular el apetito, las cuales están reguladas por una proteína, la AGRP.

En su estudio llevado a cabo en ratones manipularon estas neuronas con el objetivo de manipular el apetito de los roedores. Se dispuso a las pequeñas criaturas en cámaras especiales para poder medir la cantidad de calorías que quemaban, y se recogieron datos de las mismas como la temperatura, la cual puede usarse como medida de representación de quema de calorías.

Según los investigadores, las neuronas AGRP ayudan a regular la forma en la que quemamos las calorías. Cuando estas se activan, crean apetito por lo que comemos, sin embargo cuando no tenemos comida alrededor, las neuronas provocan que se limite la quema de calorías, lo cual ralentiza la pérdida de peso. Si la comida está fácilmente disponible, las neuronas actúan en consecuencia, y queman calorías de forma normal.

En otras palabras, estas neuronas serían las responsables de que se quemen más o menos calorías, y por tanto se pierda más o menos peso. Si dichas neuronas son sometidas a una restricción calórica -como una dieta baja en calorías-, de forma natural provocaran que se quemen calorías de forma más lenta, poniendo al organismo en un "modo ahorro" y no dejando que este queme la grasa.

Un mecanismo evolutivo

Este estudio se suma a otros que indican que el organismo humano se adapta las circunstancias. Por ejemplo, si se somete al cuerpo humano a ejercicio físico constante, finalmente este se adapta y produce un gasto energético más eficiente; es decir, con la misma cantidad de ejercicio físico, se queman menos calorías, por pura adaptación.

En este caso el estudio se llevó a cabo en ratones y no en seres humanos, aunque los investigadores afirman que compartimos muchas similitudes con estos roedores y son un buen modelo. Asimismo, este mecanismo neuronal podría ser un mecanismo evolutivo cuyo objetivo es ayudar a hacer frente a la hambruna, la cual actualmente es rara en el mundo occidental y tan solo se produce de forma deliberada para perder peso -excluyendo, por supuesto, aquellos países donde aún hoy en día sí existe una falta de alimentos-.

Los investigadores sugieren que su trabajo podría colaborar a explicar por qué algunas personas que utilizan dietas restrictivas no llegan a perder peso, y dicha pérdida de peso no se logra mantener a largo plazo. Por ello sugieren, asimismo, una pérdida de peso más gradual y moderada, la cual suele tener más éxito y más oportunidades de poder mantenerse tras el paso del tiempo.

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