Las latas de conserva son, sin duda, uno de los productos imprescindibles en el carrito de la compra de muchas familias en España. El atún, los refrescos o los guisantes son productos que muchas veces nos cuesta imaginar fuera de uno de estos recipientes. Las latas pueden durar años en la despensa y cuando echamos mano de ellas nos ahorran mucho tiempo en la cocina. No es extraño, por tanto, que el origen de su popularidad se encuentre en los campos de batalla. Concretamente, en los de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

Alimentarse de manera saludable en las zonas de conflictos armados es uno de los retos que han perseguido a los ejércitos durante siglos. La destrucción y el desabastecimiento que caracterizan a estos enfrentamientos hacen muy difícil aportar el número de calorías y, sobre todo, de nutrientes necesarios para un soldado que, generalmente, realiza una intensa actividad física. En las últimas décadas, los ejércitos han ido perfeccionando sus raciones de combate concentrando los alimentos necesarios en un pequeño paquete al que llaman raciones de combate.

Estos paquetes son conocidos entre los soldados como ladrillos y es fácil encontrar vídeos en internet de personas realizando una cata. Casi todos coinciden al valorar positivamente el sabor de esta comida y apuntan, incluso, que parece casera. Aunque se trata de menús muy controlados para nutrir de manera efectiva a los soldados, es frecuente encontrar en ellos alimentos prohibidos por los nutricionistas a los que recurrimos los civiles: dulces súper azucarados, todo tipo de carnes procesadas, sopas de sobre…

Calorías y objetivos

¿Son igual de malos estos productos para nosotros que para los soldados? Sí, pero con matices. "El abordaje nutricional cambia completamente en función de nuestros objetivos", explica Borja Bandera, médico especialista en Endocrinología y Nutrición y divulgador de salud en YouTube, a EL ESPAÑOL. "El principal objetivo de la alimentación de un soldado es dar soporte a su rendimiento físico y cognitivo. Los objetivos de los civiles son más variopintos, siendo la estética la que mueve a la mayoría, aunque también la salud o el rendimiento deportivo".

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que las raciones de combate deben ser fáciles de conservar, de abastecer y de conservar. Según este documento del Ministerio de Defensa, estas raciones se pueden comer directamente, pero su uso continuado no debería prolongarse más allá de una semana, "siempre que las circunstancias lo permitan". En total, hay cinco paquetes: uno para el desayuno, dos de comidas con el mismo número de kilocalorías —módulos A y B— y otros dos de pan-galleta. Además, hay cinco menús de desayunos y comidas diferentes y dos especiales para soldados musulmanes.

Cata del módulo B2 de las raciones de combate del Ejército español.

Aunque sólo pueden aportarse cifras estimadas, Bandera calcula que un soldado necesita entre 30 y 40 kilocalorías por cada kilo de peso corporal al día, dependiendo si el nivel de estrés-actividad es moderado o muy alto. "Es decir, estaríamos hablando de unas 3.000 kilocalorías diarias para un soldado de complexión media —unos 80 kilogramos de peso— aproximadamente. El gasto energético que un soldado realiza derivado de la actividad física y del ejercicio físico es mucho más elevado que el de un civil".

Procesados y azúcares

A pesar de que en estos menús es fácil encontrar alimentos saludables como las sardinas o las lentejas, los ladrillos también contienen alimentos perjudiciales: sobres de leche condensada, galletas y chocolatinas en el desayuno, chorizos, salchichas y patés en los módulos de comida. "Me imagino que es una forma de poder cuantificar fácilmente y llegar a cubrir la energía necesaria. De todas formas, no podemos hacer distinciones: si a un deportista o a un agricultor no se le recomendaría este tipo de ultraprocesados, a los militares tampoco", explica el médico.

En este sentido, Bandera explica que sería más recomendable obtener todas esas calorías a partir de alimentos saludables muy calóricos, como las cremas de frutos secos, los cereales o el aceite de oliva. Si bien es cierto que los productos azucarados no impactan de la misma manera en un soldado con un grado de actividad física alto, el experto explica que no deberíamos "atiborrar a nuestros militares de azúcar o de zumos de frutas".

Esto se debe a ue las personas con una gran actividad física como los deportistas difícilmente dejan azúcares libres procedentes de estos alimentos sin oxidar para producir energía. "Los problemas derivados del consumo frecuente de estos alimentos, como el hígado graso, simplemente no existen cuando cubres mínimo 20 kilómetros con una mochila de 12 kilogramos en la espalda todos los días", asegura Borja Bandera.

Poca fruta

Otro aspecto que llama la atención de las raciones de combate es su falta de fruta y verdura fresca por la dificultad que presenta de conservación. En su lugar, aparecen macedonias en almíbar, cremas de frutas con azúcar o bebidas energéticas con minerales y vitaminas que no aportan los mismos beneficios. El médico endocrinólogo recuerda que ni la fruta ni la verdura son alimentos reemplazables y que, aunque el procesamiento de la fruta en almíbar mejora la conservación de la fruta y permite obtener algunos de sus beneficios, presenta una mayor cantidad de azúcares libres.

De todas formas, las raciones de combate del Ejército español tienen buena fama y, sobre todo, por su buen sabor que recuerda a la comida elaborada en casa. "Es muy importante que la comida sea agradable y palatable en el contexto de un militar que tiene que comer en poco tiempo y en situaciones de estrés elevado. Si la comida fuera incomestible, el porcentaje de soldados que no cubren los requerimientos energéticos sería alto y esto puede provocar que disminuya su rendimiento y que se incremente el riesgo de lesión".

Cata del módulo B3 de la ración de combate del Ejército español.

Algunos de los militares que muestran el contenido de estas raciones de combate en internet confiesan que comer a base de ellas produce, en ocasiones, estreñimiento. Bandera explica que existen varias condiciones del propio individuo que pueden favorecer este síntoma, pero en la mayoría de las ocasiones el estreñimiento se debe a una falta de fibra insoluble en la alimentación.

Menús mejorables

¿Se puede mejorar la calidad de estas raciones de combate? Bandera sugiere que habría que encontrar una manera de incluir más fruta y verdura. Además, el endocrinólogo considera que hay que revisar si las raciones contienen el aporte de proteínas necesario para un soldado, que es muy superior al de la población civil. "La proteína es esencial para la recuperación de lesiones, el mantenimiento del tejido conjuntivo y mantener una buena calidad y cantidad de músculo. La proteína de suero que utilizan los deportistas sería una forma barata y práctica de cubrir estas necesidades".

"Todos los menús son mejorables, incluso en los hospitales, donde son muy mejorables.  La clave, que nunca es fácil, es encontrar un punto medio entre la palatabilidad del menú, su sostenibilidad económica, la salud y la adecuación a los objetivos de la persona", repasa Bandera.