Originarios de Extremo Oriente, donde se cultivan desde el siglo VIII, los caquis llegaron a Europa a finales del siglo XIX. Estas frutas de color anaranjado rojizo se caracterizan por ser muy versátiles, pero también por sus muchos beneficios para la salud.

En primer lugar, hay que destacar sus valores nutricionales, con una buena cantidad de nutrientes y minerales. Es cierto que las concentraciones varían entre las diferentes variedades de caquis, pero todos ellos son particularmente ricos en criptoxantina-beta y en potasio, sin olvidar que aportan una buena cantidad de fibra, fósforo, calcio, vitamina C y vitamina A.

Con esta carta de presentación, no es difícil deducir que se trata de un alimento muy completo y recomendable. Tanto que, al parecer, tomar uno al día puede ser muy beneficioso. Al menos, esta es la conclusión a la que llegó un estudio, realizado hace algunos años, que quiso ver cómo podría repercutir el consumo de esta fruta en la salud cardiovascular.

El estudio, publicado en el Journal of Agricultural and Food Chemistry, comparó los efectos de los caquis y las manzanas. El equipo de investigadores encontró que los primeros contienen concentraciones significativamente más altas de fibra dietética, minerales y compuestos fenólicos, todos ellos fundamentales para combatir la aterosclerosis (la deposición de una placa compuesta por grasas, colesterol, calcio y otras sustancias dentro de las arterias), una de las principales causas de enfermedades cardíacas, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.

A partir de estos hallazgos, los investigadores concluyeron que incluir en nuestra dieta diaria un caqui era una buena forma de ayudar a nuestro organismo a combatir la aterosclerosis.

Por su contenido en cobre, los caquis también pueden ayudar a regular la circulación sanguínea. Este mineral es un elemento esencial para absorber nutrientes necesarios para la creación de nuevos glóbulos rojos. El aumento de la circulación de glóbulos rojos sanos es necesario para la salud por varias razones, ya que ayudan a aumentar la función cognitiva, el tono muscular, el metabolismo y los niveles de energía, así como la reparación de heridas y el crecimiento celular.

El alto contenido en fibra de los caquis es ideal para facilitar la digestión. Pixabay

Antioxidantes, fibra y vitamina C

Pero no se agotan aquí los beneficios de incluir en nuestra dieta diara uno de estos frutos de color anaranjado. Al contrario, tienes muchos otros. Uno de ellos, es ayudar a mantener una buena salud visual, algo que se debe a su contenido de vitamina A y a la vitamina B, que contiene zeaxantina, un carotenoide con el potencial de ayudar a reducir las afecciones asociadas, como la degeneración macular, las cataratas y la ceguera nocturna.

Su alto contenido en fibra (una sola pieza ofrece casi el 20% de la cantidad diaria recomendada) lo convierte en un aliado ideal para una buena digestión. La fibra ayuda al cuerpo a procesar los alimentos de una manera más eficiente al agregar volumen a las heces, estimular el movimiento peristáltico para mover los alimentos a través del tracto digestivo, aumentar las secreciones de jugos gástricos y digestivos y aliviar los síntomas de estreñimiento y diarrea.

Los antioxidantes que se encuentran en los caquis, como vitamina A, betacaroteno, luteína , licopeno y criptoxantina, ayudan a combatir el estrés oxidativo causado por los radicales libres. El estrés oxidativo puede tener un papel importante en el desarrollo de problemas de salud, entre ellas, cáncer, diabetes y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Además, también pueden ayudar a disminuir los signos del envejecimiento prematuro, como arrugas, manchas de la edad y fatiga, entre otros.

Por último, no podemos olvidar que el caqui es una de las frutas con una mayor cantidad de vitamina C. Un solo caqui contiene alrededor de un 80% de la cantidad recomendada. Gracias a ello, el caqui ayuda a estimular el sistema inmunológico y aumenta la producción de glóbulos blancos, que son la principal línea de defensa del cuerpo contra las infecciones microbianas, virales y fúngicas, así como contra los cuerpos extraños y toxinas.