Pongámonos en situación. Estamos de vacaciones, salimos de casa para ir a la playa y, al volver, nos encontramos con que un apagón o una avería ha desconectado nuestra nevera. La pregunta, evidentemente, es: ¿qué hago con los alimentos que guardaba refrigerados? Respuestas sobre esto las hay, y para todos los gustos. Pero no todas son acertadas, o, al menos, las más recomendables.

Sobre este asunto se pronunció la nutricionista Beatriz Robles en sus redes sociales. En Instagram lanzaba esa pregunta, para acto seguido asegurar que, a pesar de los inconvenientes, no debemos entrar en pánico ante tal situación y que, afortunadamente, podemos aplicar algunas soluciones. 

Eso sí, para que las probabilidades de que los alimentos se mantengan en buenas condiciones, un factor fundamental es que previamente, la temperatura del electrodoméstico debía ser la adecuada, es decir, por debajo de los 4ºC en el frigorífico y de los -18ºC en el congelador. 

4 horas: el momento crítico

Si la causa de que el aparato haya dejado de funcionar se soluciona rápido, como ocurre, por ejemplo, por un corte de luz por un tiempo breve, las posibilidades de que la comida no sufra ningún daño aumentan.

Hay que tener en cuenta que debemos considerar como tiempo breve no más de 4 horas, que es el tiempo que se estima que un refrigerador puede mantener una temperatura fría una vez que se haya dejado de funcionar la energía, mientras que un congelador mantendrá las temperaturas bajas entre 24 y 48 horas, dependiendo de qué tan lleno esté. Eso sí, es importante asegurarse de que la puerta está perfectamente cerrada y que no existe posibilidad de que el frío escape. De otra forma, las posibilidades salir bien parados se pueden reducir mucho.

Reorganiza el interior

Superado este primer escenario, existen fórmulas que nos permitirán mantener los alimentos en buen estado, antes de que pueda volver a funcionar o nos hagamos con uno nuevo. Obviamente, una de ellas es preguntar a un vecino si nos permite usar el suyo, aunque esto no deja de ser una opción poco práctica. Beatriz Robles, en cambio, propone una segunda opción: "Compra hielo ️y mételo dentro de cada apartado (frigo y congelador): te ayudará a mantener la temperatura", apunta. Además, solo lo abriremos cuando sea totalmente imprescindible, de forma que el frío se mantenga en el interior por más tiempo. 

También es recomendable seguir algunas pautas para reorganizar el interior de la nevera. Por ejemplo, "colocar los alimentos fríos lo más juntos posible, sin que ello vaya en detrimento de su seguridad. Es decir, las carnes crudas deben estar lejos de otros tipos de alimentos para evitar que los jugos contaminen el resto", recomienda la revista Consumer. De igual modo hay que evitar introducir cualquier tipo de alimento caliente, algo que, por otra parte, no tendría mucho sentido si lo que queremos es enfriarlo.

¿Y después?

Cuando por fin hayamos encontrado la solución al problema, bien porque ha vuelto la electricidad, bien porque hemos arreglado o comprado otro frigorífico, es cuando deberemos valorar si los alimentos son aptos para el consumo o no. El primer paso es comprobar la temperatura, de modo que si no se han superado los 4ºC, seguirán siendo seguros. En el caso de alimentos que se hayan descongelado total o parcialmente, si se mantienen por debajo de los 4ºC, lo mejor pasarlos al frigorífico, para consumirlos en un plazo breve.

La importancia del frío

La importancia de mantener los alimentos en frío es conocida desde hace mucho tiempo. De hecho, existen almacenes de hielo documentados en la China del siglo XI a.C. Por tanto, la conservación en frío es una de las más conocidas y más importantes reglas  alimentarias en el ámbito doméstico. De esta forma, nos podemos asegurar de que nuestra comida se mantiene fuera de la zona de peligro, que se encuentra entre 5 ºC y 65 ºC, retrasando la degradación de los componentes de los alimentos y evitando que las bacterias se multipliquen, o que lo hagan muy lentamente. Esto se consigue porque actúa sobre el metabolismo de los microorganismos e inhibe la actividad de enzimas que generan y el proceso de degradación metabólica de las proteínas de los alimentos.

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