El yogur es un alimento tradicional cuyo consumo se vincula con un menor riesgo de padecer obesidad y enfermedades relacionadas como la diabetes tipo 2, extendidas en dimensiones epidémicas en el mundo industrializado. No está a salvo, sin embargo, de los males de la industria de la alimentación procesada: la mayoría de los que encontramos en el súper tienen un contenido de azúcar insano, por lo que se impone elegir bien el producto para un consumo cotidiano.

Cuando un yogur saludable -esto es, el que no contiene más que leche, fermentos lácticos, leche en polvo, o nata- forma parte de nuestra dieta, sin embargo, los beneficios están probados: una revisión publicada el pasado verano relacionaba este consumo continuado con una menor incidencia de enfermedades crónicas en la vejez, así como una reducción del riesgo de sufrir síndrome metabólico, problemas cardiovasculares y cáncer colorrectal y de vejiga, al prevenir específicamente la formación de adenomas, los tumores del intestino.

Estos efectos saludables están relacionados con la capacidad prebiótica del yogur: estimula el crecimiento de las comunidades de microorganismos beneficiosos en nuestro tracto gastrointestinal, la denominada microbiota, cuyo equilibrio se relaciona con un vasto espectro de enfermedades que abarcan desde los trastornos metabólicos a la depresión. Mantener a raya a las bacterias nocivas para el organismo, por otro lado, se vincula con una reducción de la inflamación, un factor que incide tanto en el riesgo cardiovascular como en determinados cánceres.

Es aquí donde el consumo de yogur jugaría un papel importante para la salud de la mujer, según un artículo publicado en la revista Medical Hypotheses. La inflamación inducida por las bacterias, explican, está vinculada a un mayor riesgo de cáncer de mama, un mal en el que se estima que uno de cada tres casos podrían prevenirse mediante hábitos de vida saludables. La lactosa del yogur, por otra parte, contiene una serie de bacterias beneficiosas presente también en las mujeres que han sido madres y han dado el pecho.

"Sabemos que la leche materna no es estéril, y que la lactancia altera la flora microbiana de la mama", explica la Dra. Rachael Rigby, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lancaster (Reino Unido) y una de las autoras. Esta floración, sin embargo, se asocia a una mayor protección contra el cáncer de mama: cada año de lactancia, recuerdan los autores, se relaciona con una reducción de un 4,3% del riesgo de sufrir el carcinoma.

"Hay un remedio preventivo potencial, barato y sencillo, y es que las mujeres tomen yogur natural diariamente", argumentan. La Dra. Rigby precisa cómo funciona este mecanismo: "Las bacterias fermentadoras de lactosa se encuentran habitualmente en la leche. Tienden a ocupar los conductos de las mamas de la mujer durante la lactancia, y también durante un periodo desconocido una vez ha concluido". Es en ese momento en el que se refuerza su efecto protector.

Barrera contra la inflamación

La asociación entre el consumo de yogur y la reducción del riesgo de sufrir cáncer de mama se ha observado en estudios previos, recogen los autores. Ahora, su hipótesis es que las bacterias beneficiosas introducidas a través de la dieta colonizan y desplazan a las poblaciones de microorganismos dañinos. En el cuerpo humano residen cerca de diez mil millones de células bacterianas, recuerdan, y aunque la gran mayoría son inocuas, otras generan toxinas que promueven la inflamación.

La inflamación es una respuesta del organismo destinada a destruir los gérmenes nocivos; sin embargo, si se cronifica -como ocurre cuando se sufre obesidad- también causa daños. Una de sus consecuencias más habituales es la periodontitis o la inflamación de encías, que se relaciona con toda una serie de cánceres del sistema digestivo -oral, de faringe, de colon-, viscerales -de páncreas, de hígado- y también al de próstata y mama.

En este último caso, escriben los autores, "las células madre que se dividen para rellenar las paredes de los conductos mamarios se ven influenciadas por la flora microbiana. Algunos componentes de la microbiota que se han encontrado en otros órganos, como el colon y el estómago, han demostrado una acción precursora de tumores. De este modo, en el pecho se presenta un escenario similar, en el que la microbiota local regula la división celular y el riesgo de cáncer".

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