"El obeso no adelgaza porque siempre tiene hambre", por lo que se podría decir que el problema del exceso de grasa está en la cabeza, donde se alteran los circuitos cerebrales relacionados con la saciedad y la percepción de los alimentos, asegura en una entrevista con Efe el doctor en Biotecnología Biomédica Ricardo Moure.

Moure es miembro de la Big Van Ciencia, también monologuista y ahora fofisano en general, antes gordito, por lo que su vida científica y personal ha girado en torno a la grasa; con autoridad y no sin humor, que este "es un tema delicado", concluye que engordan aquellas personas que tienen esa debilidad o gusto, según se mire o se sienta, y cuyo "cerebro quiere comer ciertas guarrerías", normalmente con exceso de grasa y azúcar.

"El problema de lo que hace la obesidad en el cerebro no es que te vuelva una persona distinta, sino que altera ciertos circuitos relacionados con la saciedad y la percepción de los alimentos que hacen que nos sea más difícil adelgazar, se deterioran los sistemas del cerebro para saber cuándo tenemos que comer", explica.

Es decir, las personas con obesidad "tienen más hambre y además es una sensación real, por eso es más difícil para ellos regular cuándo comer o no por qué sienten que necesitan comer".

Además, los alimentos con más grasas y azúcares son adictivos, "no como el alcohol o las drogas pero hacen que en ciertas situaciones nos engañemos a nosotros mismos porque el cerebro quiere comer ciertas guarrerías".

Chocolates, embutidos, galletas... "antojos" en definitiva que sienten que necesitan, muchas veces por la noche, y que no son saludables porque "son muy adictivos".

Ricardo Moure tiene un apellido muy gallego pero es de Santander y vive en Barcelona, y desde pequeñito ha sentido los sinsabores de estar gordito, algunas burlas de compañeros a los que, si alcanzaba en la carrera, "les daba lo suyo", pero no siempre podía correr tanto como ellos.

"Eran más rápidos que yo", confiesa Ricardo, que ahora es "fofisano", los que como los "gordifuertes" tienen "barriguita pero están fuertes, hacen ejercicio pero les gusta comer".

Algo o mucho tuvieron que ver "las malas costumbres en casa" donde todos eran "gordotes" y, ya en la adolescencia y los momentos de cambio, en "el ambiente en el que te mueves", pero en todo caso él fue "un gordito feliz y gracioso".

Porque más que el drama es necesaria "mucha paciencia e información", que "al final es en gran parte lo que nos falta para saber realmente qué es comer bien y qué no y no dejarnos llevar por modas o tonterías y chorradillas en internet".

Y sobre todo, dice, "lo más importante es la prevención", que podría germinar en la escuela con una asignatura sobre "aprender cómo cuidarnos y tener una vida sana", propone el doctor, que mañana interviene en A Coruña en la primera edición de Abrente, la Alimentación y Nutrición del futuro, junto a algunos de los mejores divulgadores científicos.

"Hay que prevenir con educación, fomentando mucho las políticas de educación desde la infancia porque la educación en salud no la tenemos en las escuelas, es algo que no entiendo", lamenta Moure.

Ayudaría mucho si desde la infancia se conciencia a los niños de cómo hay que comer, trascendiendo las formas, y ahondando en la importancia de los alimentos sanos para que el cerebro interprete bien cuándo está lleno.

Después está el placer de comer, que sienten casi todas las personas, más aquellas que ingieren "comidas guarrindongas porque los alimentos que tienen más grasa y más azúcar y son más consistentes hacen que el cerebro libere neurotransmisores del placer, como hacen las drogas y el alcohol aunque estas con mayor intensidad".

Este tipo de comidas, con las que se acostumbra mal al paladar, "dan placer al cerebro que pide más y más y al final genera una adicción que a su vez hace que se coma más y por lo tanto se engorde y vuelta a empezar".

Para revertir la situación o mejorarla un poco "no hay que ser superambicioso y salir a correr o hacer cosas muy locas", basta con empezar dando paseos de veinte minutos que "tampoco es una barbaridad y después aumentar a medida que se pierde peso".

"Que luego la gente se flipa y sale a correr con 15 kilos de más y le petan los tobillos o la rodilla, después no pueden hacer ejercicio y se ponen más gordos", advierte este exgordito o, como se dice ahora, fofisano o gordifuerte.

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