Los bulos más habituales y extendidos en el ámbito de la alimentación son los relacionados con la curación de determinadas enfermedades como el cáncer, con las propiedades beneficiosas de algunos alimentos o con el adelgazamiento. Pero son solo eso, noticias falsas propagadas con algún fin espurio.

"Ni el limón o el ajo curan el cáncer ni los alimentos con triptófano como los garbanzos mejoran los síntomas de la depresión", asegura en una entrevista con Efe la tecnóloga alimentaria y divulgadora científica Beatriz Robles, profesora en la Universidad Isabel I.

Robles participa en la primera edición de Abrente, la Alimentación y Nutrición del futuro, que se celebrará en A Coruña de la mano de Cabreiroá y que reunirá a algunos de los mejores divulgadores científicos de España para abordar de forma amena y divertida las inquietudes más comunes sobre alimentación saludable y los retos que se presentan a corto y medio plazo.

Cada vez nos preocupamos más por la alimentación, sin embargo, sostiene esta experta, "estamos tan empachados que resulta difícil tomar las decisiones adecuadas".

En la mayoría de ocasiones la desinformación tiene mucho que ver, pues "está muchas veces difuminada y puede distraernos; resulta muy difícil interpretar la etiqueta" de los productos, "nos lo están poniendo difícil por la publicidad", asevera.

Pero "lo más peligroso" en este ámbito son los bulos que hablan de supuestas propiedades curativas de los alimentos, normalmente referidos a enfermedades como el cáncer donde estos enfermos buscan la esperanza que "no encuentran en la respuesta de la medicina convencional o que ven que su tratamiento está limitado o tiene efectos secundarios adversos o incómodos".

Muchos charlatanes "cuelan su mensaje" aprovechando la situación de vulnerabilidad de estas personas, sin evidencia científica alguna. De lo contrario, sería el propio médico el que pautara dicho tratamiento.

La premisa del éxito de estos bulos es la sencillez, proporcionan soluciones aparentemente sencillas como seguir una dieta o incorporar un alimento concreto, como el limón, a problemas complejos como el sobrepeso o el cáncer.

Y también suelen contar con un poso de verosimilitud, pues enlazan sus recomendaciones con estudios científicos que supuestamente los avalan, cuando en realidad son de mala calidad o están mal interpretados y no serían válidos, advierte Robles.

En sentido contrario, hay bulos que hablan de alertas sanitarias que a lo mejor no estarían declaradas o que la industria sanitaria utiliza compuestos tóxicos como aditivos. "Estas son frecuentes", añade la experta, que precisa que"cuanto más grande es la empresa y más consumido el producto, más éxito va a tener el bulo".

Sobre el caso concreto de la crisis de listeria por carne mechada, Robles explica que "hubo un problema clarísimo de comunicación por las autoridades competentes" que "contribuyó a la confusión". Según la tecnóloga alimentaria, "es más tranquilizador decir a la población lo que se sabe con claridad".

Para hacer frente a una información falsa o a un bulo, lo primero que hay que hacer es no compartirla, pues los bulos tienen éxito "porque generan una emoción, son esperanzadores o causan miedo o indignación, y por ello se propagan con facilidad".

Ante esta situación, dice, además de no propagarlo habría que ver si la información procede de una fuente fiable, no de pantallazos o audios y textos de whatsapp, e incluso leer más allá del titular de una noticia para comprobar si se corresponde con ella.

No obstante, en general, Beatriz Robles constata la evidencia de que los españoles como consumidores tienen interés en adquirir alimentos saludables, pese a las informaciones contradictorias del propio etiquetado, como por ejemplo en el caso de las galletas, que son un "producto insano que dice que ayuda a bajar el colesterol".

Por eso, a la hora de hacer la compra, uno debe fijarse en primer lugar en la denominación legal del producto, que no es el nombre comercial sino el que figura delante de la lista de ingredientes, para así evitar comprar un queso que en realidad es un sucedáneo.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la lista de ingredientes está en orden decreciente, por lo que si al principio hay grasas de mala calidad, harinas refinadas o mucho azúcar, el producto no es bueno. Y finalmente hay que ver la tabla de valor nutricional y la cantidad de grasas saturadas y de sal: Si son elevadas, mejor no consumirlo.

Alerta sobre las consecuencias inmediatas de la obesidad y el sobrepeso, relacionadas con la alimentación, los hábitos de vida y, en general, "con todas las enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares y la diabetes, tanto en adultos como niños", alerta Robles, defensora de la dieta basada en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y semillas, con un pequeño porcentaje de productos de origen animal.

Por Elizabeth López / EFE

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