Apoyo moral. Parece ser la receta definitiva para conseguir -de una vez y para siempre- hacer con éxito esa dieta que te permitirá recuperar tu peso ideal. No importa haber leído más de mil veces  que ese acto -sí, ponerse a dieta o a régimen o a plan- no es la vía para adelgazar, que esto se basa en la adquisición de hábitos saludables a largo plazo. Pero a estas alturas, no estamos para creernos eso

Así que llega un lunes cualquiera -preferentemente en septiembre o enero- y se empieza la enésima dieta, pero esta vez con un ingrediente que no puede fallar. Hemos convencido a alguien cercano -la pareja, el mejor amigo o la persona más cercana- para que nos acompañe en este viaje. El apoyo moral está, así, garantizado. 

La teoría es tan buena que parece infalible. Si vives con una persona que se pone a dieta a la vez que lo haces tú, jamás te tentará con saltártela. Si tienes un compañero de régimen, nunca te mirará raro cuando no quieras pedir patatas fritas de guarnición o cuando rechaces el alcohol. Al final y al cabo, estáis juntos en esto. ¿O no?

Esto es lo que han pretendido averiguar investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), que han llevado a cabo un experimento para analizar los costes y beneficios de lo que han bautizado como "dieta en pares". Y las conclusiones se alejan mucho de lo que a priori podría indicar la lógica. 

Un avance de los resultados: no, ponerse a régimen a la vez que un allegado no es una buena idea y no lo es no sólo porque no se consigue adelgazar más, sino porque las consecuencias psicológicas de la misma son peores que si se lleva a cabo de manera individual. El nuevo estudio, publicado en la revista Journal of Health Psychology, contradice así una creencia muy establecida, que figura incluso entre los consejos de la conocida web médica WebMD para adelgazar. 

Así fue el experimento

Para averiguar de una vez por todas la idoneidad de elegir a un amigo que te acompañe para intentar perder peso, los investigadores de la universidad estadounidense diseñaron meticulosamente el estudio. Para el mismo, escogieron a 67 compañeras de habitación de residencias de estudiantes (134 mujeres jóvenes en total) que querían perder peso

Las participantes fueron divididas en tres grupos: un tercio de las parejas no hacía dieta -ninguna de las dos personas-, en el otro la hizo sólo uno de los miembros de la pareja y en el último la hicieron las dos participantes, siendo éste el verdadero grupo de intervención.  

La dieta que hacían era de 1.200 kilocalorías al día y había sido diseñada por un dietista y utilizada ya en otros estudios. Para asegurarse de que los asignados a ella la seguían, debían registrar todo su consumo en una plataforma llamada MyFitnesPall y utilizar la web de la universidad para calcular lo que se consideraba una ración

Además de medir los resultados de la dieta en sí -si se adelgazaba más o menos según el grupo al que se estaba asignado-, los investigadores se fijaron en otros parámetros: la ansiedad, la depresión, si los participantes habían desarrollado síntomas de trastornos alimenticios y el estrés que sentían. 

Así influye el amigo

Los resultados del estudio -que los autores reconocen que tiene una muestra limitada, pero que es el más robusto diseñado hasta la fecha- no dejan lugar a dudas: lo que hasta ahora se veía como una gran incentiva no lo es

A la hora de conseguir adelgazar, las diferencias no existieron. Se demostró, eso sí, que las personas a dieta perdían más peso que las que no seguían ninguna pauta, pero no hubo ninguna diferencia entre las que la seguían por su cuenta con las que lo hacían en compañía. 

Lo que sí varió fue el riesgo de secuelas psicológicas. Hacer dieta y no compartir habitación con otra persona hacía que disminuyera el riesgo de presentar síntomas de ansiedad, depresión y trastornos alimenticios, algo más común en las parejas en las que ambas estaba a régimen.  

En resumen, además de no mejorar los resultados de pérdida de peso, hacer dieta con un compañero fomenta la aparición de efectos psicológicos negativos. Esto se explicaría por un fenómeno llamado corrumia, es decir la acción y efecto de rumiar sobre una misma idea de forma común, algo que tiene implicación para generar estrés e interiorizar algunos síntomas psiquiátricos.