Durante años se ha especulado sobre si determinados tipos de dieta podrían funcionar como verdaderas terapias contra el cáncer. De hecho, existen multitud de libros al respecto asegurando tal premisa, aunque la evidencia al respecto es más bien escasa.

Lo que sí se sabe es que la dieta puede empeorar e incluso llegar a causar cáncer, como han llegado a sugerir recientes estudios respecto a los alimentos ultraprocesados. Pero la duda sobre el proceso contrario sigue existiendo: ¿puede la alimentación prevenir o mejorar el tratamiento de un cáncer?

Algunos investigadores sugieren que sí. Es más, algunos nutrientes y sustancias químicas presentes en los alimentos de forma natural realizan las mismas rutas metabólicas que la quimio o radioterapia. Y saber cómo manipular dichas vías metabólicas podría ser clave en los futuros tratamientos contra el cáncer. O bien, restringir la dieta en determinados alimentos, con el objetivo de enlentecer el crecimiento tumoral.

Algo así sugeriría un nuevo trabajo publicado en la revista Nature: usar la alimentación como "arma" contra el cáncer, o al menos como forma de ralentizar su crecimiento. De momento, por desgracia, la opción de que la dieta sea una forma de tratamiento como sí lo es la quimioterapia no es factible.

Como bien recuerda Jason Locasale, profesor de Farmacología y Biología del Cáncer en la Universidad de Duke, y autor principal del presente trabajo, se sabe que la dieta tiene un gran impacto en múltiples enfermedades características de la sociedad occidental, como es el caso de la diabetes, la hipertensión o el conocido síndrome metabólico.

El caso del cáncer, sin embargo, es más complejo. A pesar de reunirse en un único término, el cáncer engloba a multitud de enfermedades muy diferentes entre sí que a menudo requieren una terapia específica a nivel molecular. Por ello, no se sabe cómo la dieta y la nutrición en general pueden ayudar mediante dicha vía.

Por el momento, Locasale y sus colegas se centraron en la influencia de un aminoácido esencial, la metionina, el cual es necesario para que el organismo humano funcione correctamente a nivel celular. Dado que se trata de un aminoácido esencial, debe consumirse mediante la dieta, y su fuente principal es la carne y los huevos.

Actualmente se sabe que la metionina, o más bien su reducción en la dieta, puede dar lugar a efectos antienvejecimiento y antiobesidad. Su función respecto al cáncer no se ha aclarado, pero parece ser que se absorbe mediante las mismas vías metabólicas que usan algunos fármacos usados en quimioterapia y radioterapia con el objetivo de retrasar el crecimiento tumoral.

Para el estudio, los investigadores usaron células tumorales procedentes de cáncer de colon de pacientes humanos, que fueron injertadas en ratones, además de modelos de tejidos de sarcoma de ratones. Posteriormente, alimentaron a los roedores con una dieta restringida en metionina. Según sus hallazgos, esta restricción habría ralentizado el crecimiento tumoral, y además se corroboró que la metionina usa el mismo proceso celular que emplean la quimioterapia y radioterapia.

La metionina, un arma nutricional de doble filo

Como bien puntualiza Locasale, el presente trabajo sugeriría que la restricción dietética de metionina (reducir el consumo de carne y huevos en seres humanos), podría inducir un perfil metabólico rápido y específico, al menos en ratones, mejorando determinados tipos de cáncer como es el caso de los tumores malignos de colon.

Esto daría lugar a la interrupción de la vía metabólica que usa la metionina, mejorando el efecto de la quimioterapia. Sin embargo, se trata de un estudio precoz, y por el momento no sería adecuado recomendar a los pacientes con este tipo de tumoración que restrinjan su consumo de metionina, o de forma más específica, que consuman menos carne y huevos.

En algunos tipos de cáncer, restringir el consumo de metionina produce precisamente los efectos contrarios: causaría un aumento del crecimiento tumoral.

Por tanto, es aconsejable seguir esperando a nuevos estudios que confirmen estos hallazgos. Y, sobre todo, corroborar que los mismos efectos se producirían en humanos, y no solo en roedores.

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