A lo mejor nunca se ha fijado, pero no se trata de algo casual. En la mayoría de los supermercados, colocados estratégicamente al alcance de una mano aburrida mientras espera su turno en la cola para pagar, existen una serie de estanterías en forma de delgadas -paradójicamente- columnas. 

Su contenido varía ligeramente de un súper a otro, pero tiene algo en común: se compone fundamentalmente de dulces y snacks muy poco saludables. Chocolatinas, caramelos y bolsas de patatas fritas son los compañeros más habituales de esa espera a pocos pasos de la caja registradora. 

Algunos supermercados británicos decidieron hace unos años implantar un concepto denominado "política de cajas", un movimiento voluntario diseñado para contribuir a la reducción de las tasas de obesidad. Consiste en poner en esas estanterías en columnas situadas a la salida de los supermercados productos que no sean alimenticios o snacks considerados específicamente sanos. La razón: se sabe que un gran porcentaje de las compras no planeadas se escoge justo de esos lugares. 

Por supuesto, no se trata de perder dinero. La iniciativa no promueve vaciar los estantes más cercanos a las cajas registradoras, sino ayudar a que sus clientes tengan mejor salud evitando que esas compras sean de alimentos que contribuyan a empeorarla. 

La iniciativa parecía una buena duda, pero hasta ahora, poco se sabía sobre su efectividad real. En teoría, nada podía salir mal. Pero un estudio publicado en la última edición de la revista PLOS Medicine lo corrobora. 

Las cifras del 'milagro'

El trabajo, llevado a cabo por investigadores de las universidades de Cambdrige, Stirling y Newcastle, analizó los hábitos de consumo de 30.000 hogares británicos y los comparó según los supermercados donde hacían la compra, en función de si estos tenían política de cajas o no. En aras a no estigmatizar a ninguna marca, no mencionaron los resultados de cada tienda, aunque se sabe que seis de las grandes cadenas de supermercados que operan en Reino Unido llevan a cabo ese tipo de iniciativa frente a tres que no lo hacen. 

Nada más implantarse las políticas de cajas, se reducía en un 17% la compra de caramelos y chicles con azúcar, chocolates y patatas fritas de bolsa. Esa cifra se refiere a los productos que se llevan a casa, pero la cifra era aún más impresionante al evaluar las cosas que se adquirían para comer de camino a casa, por la calle, que se redujo en un 76%. 

"Muchos snacks que se compran a la salida son no planeados, lo que se llama compras por impulso y las opciones disponibles tienden a ser caramelos, chocolates o patatas", explica Jean Adams, del Centre for Diet and Activity Research de la Universidad de Cambridge. "Algunos supermercados han introducido políticas para retirar estos productos de las columnas de salida y queríamos saber si esto tenía algún impacto en las decisiones sobre las compras", concluye. 

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