Grandes olas y fuertes vientos golpean la costa de Porthleven (Reino Unido).

Grandes olas y fuertes vientos golpean la costa de Porthleven (Reino Unido). Reuters

Medio ambiente

El estudio sobre el colapso de la corriente atlántica divide a los científicos: "Es alarmista"

Una reciente investigación estima que la corriente marítima del Atlántico colapsará para 2050, lo cual tendría un gran impacto sobre el clima.

26 julio, 2023 02:52

Es un hecho que las temperaturas en el planeta Tierra se han visto influenciadas a lo largo del tiempo por diversos factores. Uno de ellos es la circulación meridional de vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), que transporta masas de agua cálida desde los trópicos hacia el norte en la superficie del océano y agua fría hacia el sur en el fondo del océano. Todo ello contribuye a la variabilidad climática.

Un posible colapso de este sistema de corrientes oceánicas podría tener graves consecuencias. Sin embargo, algunos científicos llaman a la calma y advierten que no existe evidencia suficiente como para demostrar que dicho colapso se producirá en 2050, como asegura una investigación publicada este martes en la revista Nature Communications.

Los investigadores de la Universidad de Copenhague afirman incluso que el colapso no se producirá más tarde de 2095. Éste tendría un impacto en el clima de la región del Atlántico Norte y de todo el mundo. Sin embargo, los resultados se contraponen con las estimaciones que se ofrecen en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En él se considera "poco probable" que el colapso del AMOC tenga lugar en el siglo XXI.

Por qué es "alarmista"

"A día de hoy se ha visto que los modelos de predicción de la AMOC tienen problemas y una gran dispersión en cuanto a sus resultados", asegura a EL ESPAÑOL la oceanógrafa Verónica Caínzos. No ha participado en el citado trabajo, pero sí que ha estudiado, con motivo de su tesis doctoral, los datos observacionales de la corriente marina del Atlántico en los últimos 30 años. Durante la observación no se detectaron signos de ralentización, al contrario de lo que preveían los modelos climáticos con respecto al calentamiento global.

A Caínzos le parece un estudio interesante desde el punto de vista estadístico, aunque también reconoce sus limitaciones: "No hay que ser tan alarmistas y tener en cuenta todas las incertidumbres que están relacionadas con este tipo de modelos". De hecho, como apunta la oceanógrafa, con las tendencias que tenemos hasta la fecha no se atisba ningún colapso, a pesar del incremento del CO2 en la atmósfera.

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Y es que más allá de las predicciones, en las latitudes en las que existen fondeos para medir continuamente la AMOC no se han observado cambios significativos. "En el estudio citan el descenso que se dio en el fondeo 26ºN del Atlántico en 2012, pero no añaden que hasta donde tenemos información se ha producido una recuperación", lamenta Caínzos.

La científica española no es la única que desconfía de "una investigación a la que se le da demasiado bombo porque es de aquellas de las que 'venden'". "No estoy de acuerdo con los resultados del estudio", sentencia en declaraciones a SMC Alemania Niklas Boers, catedrático de Modelización del Sistema Terrestre en la Universidad Técnica de Múnich (Alemania). "Las incertidumbres en los supuestos del modelo —muy simplificados por los autores— son demasiado altas", prosigue Boers.

Algunos investigadores advierten que no se trata de un estudio aislado que aporte pruebas limitadas. "Cuando múltiples trabajos apuntan hacia conclusiones similares hay que tomárselo muy en serio", afirma al medio alemán Stefan Rahmstorf, jefe de Análisis del Sistema Terrestre en el Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam y profesor de Física de los Océanos en la Universidad de Potsdam (Alemania).

Cómo evitar el colapso

El colapso de la AMOC podría provocar que las temperaturas en el Atlántico Norte bajasen unos 10 ºC, puesto que desaparecería el flujo de aguas cálidas hacia el norte, que son las que forman las aguas profundas. "Por tanto, nuestro clima sería bastante más frío", vaticina Caínzos.

En este sentido, la AMOC alcanzó su estado más débil durante la última glaciación, a finales del Pleistoceno, en altas latitudes nórdicas. Se conocen como ciclos Dansgaard-Oeschger, en homenaje a los paleoclimatólogos Willi Dansgaard y Hans Oeschger, que reconocieron estos fenómenos por primera vez en las relaciones isotópicas estables del agua —un indicador de las temperaturas— en las muestras de hielo de Groenlandia.

En base a este análisis, se estima que los cambios de temperatura fueron de entre 5 y 16,5 ºC en cuestión de siglos. Pese a que todavía se desconoce qué provocó aquellas variaciones tan abruptas del clima, algunas teorías señalan al colapso y la restauración del AMOC.

Otro factor que también puede influir en la evolución de la corriente atlántica es el volumen de agua dulce. En este caso, no es una predicción, sino una realidad. En 2021 un estudio publicado precisamente en la revista Nature Communications reveló que el mar de Beaufort (el mayor embalse de agua dulce del océano Ártico) aumentó su cantidad de agua dulce en un 40% en los últimos 20 años, duplicando su tamaño en más de 23.000 kilómetros cúbicos.

Esta cantidad de agua dulce, causada por el deshielo como indican los científicos, está frenando la AMOC. La ralentización podría hacer que esta corriente volviera a un estado débil, modificando el patrón de circulación de la corriente del Golfo, que es la que atempera nuestro clima. "Es por este motivo por el que si somos capaces de hacer que no aumenten las temperaturas globales, ayudaríamos a reducir el volumen de aguas dulces en el Atlántico Norte", remacha Caínzos.