Los terremotos fueron las primeras señales de que algo ocurría en La Palma. Mucho antes de que la lava brotara del Cumbre Vieja, el magma tocaba a la puerta con pequeños temblores. La energía que fue acumulando el volcán se liberó primero en forma de miles de pequeños terremotos a grandes profundidades que pronto dieron paso a otros más superficiales. La erupción estaba cerca.

Un mes después, con el volcán en pleno rendimiento, los sismos continúan y la capa subterránea de la isla bonita sigue temblando. De hecho, esta noche se ha registrado un terremoto de 4,8, la máxima magnitud desde la erupción volcánica, que se ha sentido en toda La Palma y parte de Tenerife. 

El Cumbre Vieja no muestra signos de agotamiento. Hasta 47 terremotos han detectado las estaciones sísmicas del Instituto Geográfico Nacional en las últimas horas. Para quienes no son expertos en sismología, la lógica invita a pensar que, con el paso del tiempo, los terremotos no tendrían por qué empeorar. No obstante, aunque son un síntoma de que el magma se mueve bajo la superficie, no está del todo ligado a la erupción.

El sismólogo Itahíza Domínguez cuenta que "lo esperable" mientras dure la serie sísmica es que se produzcan terremotos mayores cada vez. Y pueden suceder de distintas maneras: un gran terremoto seguido de réplicas, pequeños terremotos seguidos de uno mayor con réplicas, o una serie de actividad creciente sin uno grande que acaba disminuyendo con el tiempo.

En Canarias, sin embargo, lo que ocurre es que durante una erupción volcánica como la de La Palma, "los terremotos aumentan en número y magnitud a medida que pasa el tiempo hasta que decaen bruscamente". Esto se explica porque la presión del magma acumula lo que los expertos en sismología denominan esfuerzos que liberan la energía primero en forma de terremotos pequeños y después en otros mayores.

Jesús Ibáñez, sismólogo del Instituto Andaluz de Geofísica, coincide con Domínguez y explica que es la energía que transmite el magma a la corteza la que se propaga a lo largo de todo el sistema. Para entender lo que suponen los esfuerzos en la sismicidad volcánica, pone el ejemplo de una regla: si presionas con fuerza un extremo, se romperá hacia la mitad o el final. Lo mismo ocurre en La Palma. 

Como asegura el investigador, existen direcciones preferentes de esa acumulación de energía del magma. "Los esfuerzos están debajo de la corteza oceánica y se propagan más eficientemente hacia las profundidades", cuenta Ibáñez. Este es uno de los motivos por los que, tras un mes de erupción, se observan terremotos que han llegado a ser de 4,6 -como los detectados en las zonas de Mazo y Fuencaliente-, pero en grandes profundidades, en torno a los 30 kilómetros.

¿El final de una erupción?

El sismólogo del Instituto Andaluz de Geofísica explica que los terremotos menos profundos, que ahora se sitúan en torno a magnitudes entre dos y tres, tienen que ver con el contacto del magma con la corteza. Los más profundos, sin embargo, están relacionados con la energía liberada en profundidad.

Que lleguen a su fin o no, no dependerá de la evolución de la erupción. Como apunta Ibáñez, "pueden seguir produciéndose terremotos en profundidad incluso cuando termine la erupción". La explicación está en que la erupción parará en el momento en el que la presión que ejerce la Tierra en el exterior es mayor que la ejercida de manera subterránea.

"Los terremotos nos permiten marcar caminos donde está el magma, dónde hay zonas de debilidad, dónde hay zonas de acumulación de magma… nos permite entender lo que ocurre en el interior de la Tierra", explica Ibáñez. Ahora mismo, hay un pequeño aumento de la sismicidad a unos 10 kilómetros de profundidad asociado a la transferencia de energía del magma que está emplazado a esa profundidad. "Ese aumento de la energía es el que deforma el terreno y rompe en forma de terremoto", asegura.

Así las cosas, en la pasada noche, la red de vigilancia del IGN detectó hasta ocho sismos asociados a la erupción del Cumbre Vieja, uno de ellos de magnitud superior a tres. La máxima ha sido de 3,9 en el norte del municipio de Fuencaliente. Como recoge Europa Press, con intensidad III EMS y una profundidad de 37 km, fue sentido en Breña Alta, Santa Cruz de La Palma, Los Llanos, El Paso, Garafía, Puntagorda y Tazacorte.

Se desconoce hasta cuándo se seguirán produciendo estos temblores en la isla, pero los expertos mantienen una vigilancia continuada para tratar de prever cualquier cambio brusco que pueda presentar el volcán. No obstante, como aseguran los sismólogos, estos episodios entran dentro de la normalidad en un episodio volcánico y las profundidades a las que se están produciendo descartan -al menos, en el corto y medio plazo- que el magma abra nuevas bocas eruptivas en otros puntos.

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