Hasta hace poco, si un ciudadano quería reducir el impacto ambiental de su consumo las opciones se reducían a usar una bolsa de tela reutilizable. Pero ahora, el comprador tiene un abrumador abanico de opciones "más verdes". Ahora se puede optar por una menstruación libre de plásticos con las compresas reutilizables de tela o con copa menstrual. Cada vez más los cosméticos tienden a ir envasados en vidrio y aluminio, e incluso las marcas de ropa buscan materiales más ecológicos. 

Dado el devastador impacto en el planeta del consumismo y el aumento de la conciencia ambiental del ciudadano, las marcas no han tenido más remedio que apostar por productos más sostenibles. Las opciones ecológicas son cada vez más numerosas en los supermercados. Aunque puede que los hombre, no lo hayan notado tanto: la mayoría de los productos ecológicos se venden enfocados a las mujeres.

Hay una razón obvia (y deprimente) que explica esto: las mujeres además de ser potentes consumidoras, aún tienen una responsabilidad desproporcionada en el ámbito doméstico. El resultado de esto es lo que la firma de investigación de mercado Mintel ha denominado "brecha ecológica de género", donde la marca verde también podría ser rosa.

En un informe de 2018, Jack Duckett, un analista de estilos de vida del consumidor, apuntó que las mujeres "tienden todavía a hacerse cargo de la casa" y que la ropa, la limpieza y el reciclaje se agrupan bajo este concepto, según recoge el diario The Guardian

Pero "con campañas ecológicas y productos verdes enfocados principalmente al público femenino", los anunciantes corren el riesgo de comunicar que la sostenibilidad es trabajo de las mujeres. Se repite una vez más la idea insidiosa de la mujer como cuidadora, incluso del planeta. 

Para entender este asunto, no hay que perder de vista la misoginia como factor en la negación del cambio climático. Un artículo publicado en el International Journal for Masculinity Studies en 2014 apunta que: "Para los escépticos del clima, no era el medio ambiente el que estaba amenazado; era un cierto tipo de sociedad industrial moderna construida y dominada por su forma de masculinidad". 

Y este orden de las cosas se ve ahora amenazado principalmente por dos mujeres jóvenes: Greta Thunberg y Alexandria Ocasio-Cortez, las activistas climáticas de más alto perfil actualmente. 

Feminidad y sostenibilidad

Janet K Swim, profesora de psicología en la Universidad Estatal de Pensilvania que ha realizado una extensa investigación sobre las consecuencias sociales del comportamiento ecológico, señala una caricatura que muestra a Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos de 1901 a 1909, con un delantal "para tratar de burlarse de él por su actitud femenina" debido a sus políticas conservacionista. 

Hay evidencia que sugiere que la feminidad y el "ser verde" han llegado a estar cognitivamente vinculados (por hombres y mujeres), y que esto, por absurdo que pueda parecer, es en parte lo que desalienta a los hombres a tomar partido. 

En un estudio publicado el año pasado en la revista Sex Roles, Swim y sus colegas investigadores descubrieron que los hombres podían no estar dispuestos a llevar una bolsa de tela, o reciclar, o hacer cualquier actividad ecológica por miedo de ser percibidos como gays o afeminados. La misma preocupación que lleva a los hombres a un renunciar a dietas vegetarianas o veganas.

Del mismo modo, un artículo publicado en el Journal of Consumer Research en 2016 apuntó que "los hombres pueden evitar o incluso oponerse a los comportamientos ecológicos para salvaguardar su identidad de género" y que su implicación podría debilitar la asociación entre la feminidad y sostenibilidad.

Plastic Freedom y Package Free Shop, dos tiendas online que promueven el envasado sin plásticos, cuentan que tienen cuidado de usar un marketing neutral en cuanto al género, pero ambos coinciden en que aproximadamente el 90% de sus clientes son mujeres.  

Romper los roles de género

Según un análisis de la Oficina de Estadísticas Nacionales británica, las mujeres realizan de medida un 60% más de trabajo no remunerado que los hombres. Así, Rachel Howell, profesora de desarrollo sostenible en la universidad de Edimburgo, apunta que para cerrar la brecha de género ecológico, hay que romper la brecha asociada "a quién lava la ropa, quién hace las compras, quién limpia en casa".

Pero el impacto de las decisiones individuales como renunciar a la carne o el avión, ya sean promovidas por mujeres o por hombres, tendrán un impacto insignificante si las empresas y los gobiernos no toman decisiones drásticas. "Si las corporaciones continúan utilizando combustibles fósiles, lo que haga la gente no va a llegar a nada", apunta Areeba Hamid, activista senior de Greenpeace.

Por su parte Howell añade que: "Si bien la acción individual es importante, la individualización de la responsabilidad puede ir demasiado lejos. Tenemos que mirar el conjunto e intentar hacer algo a nivel social ”.

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