A sus 53 años, el capitán Scott Kelly es un hombre moldeado y batido por el espacio. Robusto, no muy alto y sin un solo pliegue ni arruga de sobra en el cuerpo, hace pensar en un Buzz Lightyear de carne y hueso. No tiene ni una gota, en cambio, del histrionismo del personaje de Pixar. Habla con la calma adusta de un cowboy y apenas esboza una mueca para tomar el pelo a los periodistas cuando le preguntan qué resultados arrojan los análisis comparativos entre él, que pasó 340 días en el espacio, y su hermano Mark, que le esperó en Tierra: "Pues que soy más apuesto. Y listo".

Kelly está en Madrid para presentar su autobiografía, Resistencia, que publica la editorial Debate. El título es un homenaje, explica, a otro histórico pionero: Ernest Shackleton, el explorador británico del Ártico. Una copia de Endurance: Shackleton's Incredible Voyage de Alfred Lansing le acompañó en la misión de dirigir un año la Estación Espacial Internacional. "Los exploradores comparten una serie de rasgos humanos: la curiosidad, la capacidad de funcionar bajo presión, de aceptar riesgos y sobreponerse al aislamiento. Pensaba que si en algún momento la situación se volviese desesperada, leería unas páginas y me sentiría mejor".   

La primera vez que oyó hablar del proyecto de pasar un año en el espacio para observar los efectos que provoca en el ser humano, confiesa, no se sintió atraído. Acababa de volver de una misión de seis meses. Pero a medida que transcurría el tiempo, se fue dando cuenta de que los siguientes vuelos espaciales serían muy similares. "Y quería un reto". Tenía en su contra haber padecido un cáncer de próstata pero, a su favor, algo que ningún otro candidato poseía: un hermano gemelo también astronauta dispuesto a servir de sujeto de control en Tierra.

"Algunas de las cosas que hemos ido observando son sorprendentes" - explica. "Mis telómeros, las ligaduras que unen los cromosomas, se han alargado con respecto a los de Mark. Eso no se lo esperaban, porque con la edad se contraen, y se figuraban que en mi caso empeorarían". Otros efectos han sido el "encendido" y "apagado" de distintos genes para cada uno de los hermanos. "Eso puede ser bueno o ser malo" - comenta con tranquilidad. 

Scott (derecha) era tres centímetros más alto que Mark (izquierda) cuando regresó a la Tierra. NASA

"La propuesta de Trump no es seria"

"No tenemos que ir a la Luna" - zanja Kelly cuando se le pregunta por la orden presidencial para volver a poner astronautas estadounidenses en nuestro satélite dictada el pasado diciembre. Sería un buen campo de entrenamiento para las misiones tripuladas a Marte, concede, "si tuviéramos dinero ilimitado. Pero no lo tenemos". El decreto de la Casa Blanca se explica según él de forma muy simple: "Lo que ha pasado con Trump es que Obama quería ir a Marte. Pero ha dado menos dinero a la NASA y lleva así un año. No es una propuesta seria".

Dónde si ve Kelly un espacio de desarrollo es en la iniciativa privada. "El turismo espacial no lo veremos en 15 - 20 años, lo veremos en 15 - 20 meses. Estamos a punto de asistir a cambios radicales en los viajes al espacio operados por profesionales. Dentro de 100 años no sería raro que un airliner de Virgin nos pusiera de aquí a Nueva York en solo 20 minutos".

En cuanto a la misión tripulada a Marte, se muestra escéptico. "Es un problema político, no de tecnología". La próxima oportunidad que depararía la órbita de los planetas sería sobre 2030, pero Kelly duda de que la administración haya dotado a la NASA, sin cuya participación la operación sería "inviable", de los recursos necesarios. En cuánto a salir del retiro y apuntarse al viaje al planeta rojo, Kelly solo se apuntaría si fuese de ida y vuelta: "Las decisiones irreversibles no suelen ser buenas".

Scott Kelly haciendo malabares con frutas enviadas a la ISS. NASA

"Empieza por el principio", le aconsejó Wolfe

La autobiografía no existiría sin el año en el espacio, explica Kelly, ni sin la inspiración de Shackleton, pero también le debe a una obra fundamental: Lo que hay que tener (elegidos para la gloria), de Tom Wolfe. El mismo gran novelista americano orientó al astronauta para ponerse a escribir: "Empieza por el principio", fue su consejo. Y ese momento es el 20 de julio de 1969, cuando Mark y él contemplaron ante el televisor cómo Neil Armstrong se convertía en el primer hombre en pisar la Luna.

No se trata de un relato idílico. La retransmisión provocó extrañas pesadillas al niño. La juventud de Kelly estuvo marcada por el bajo rendimiento escolar, el alcoholismo de sus padres y la búsqueda de emociones fuertes. La lectura de la obra de Wolfe, que describe la vida de los pilotos de pruebas, logró descubrirle una vocación y encauzar su apetito por la adrenalina. Su libro se dirige ahora a despertar ese mismo espíritu en las generaciones venideras. "Si anima a los niños a prestar atención a sus profesores de matemáticas, solo por eso la NASA vale la pena. Y para formar a especialistas, los mejores y más brillantes en su campo, que revierten después en la economía".

¿Que fue lo que más echó de menos en su "año" en el espacio? "Cosas que en la Tierra das por hecho. Reposar, por ejemplo: nunca apoyas el cuerpo, no hay dónde hacerlo. Bañarte: lo primero que hice al llegar a casa fue tirarme a la piscina. La naturaleza, la lluvia... la primera vez que vi un perro pensé, 'qué guay'". ¿Qué echa de menos? "A los compañeros, y el trabajo diario, la mentalidad de que si no haces las cosas bien habrá consecuencias. Ver la Tierra desde el espacio. Te vuelve más empático con el resto de la humanidad".

¿Qué es, por último, lo que más le angustiaba como comandante de la misión? "No te preocupas por tí, te preocupan los demás". Los Kelly están marcados por la tragedia: la esposa de Mark es la excongresista Gabrielle Giffords, que en 2011 fue víctima de un intento de asesinato por su apoyo al control de las armas en el que fallecieron seis personas. Ella sobrevivió, pero quedó con secuelas por los disparos recibidos en la cabeza. Scott estaba en el espacio entonces y no pudo visitarla hasta su regreso. 

"En una ocasión mi hija me llamó a la ISS por una emergencia" - recuerda. "Corrí a la sala de control, pero la comunicación se cortó. Fueron 20 minutos de espera, de angustia. Cuando se restableció, me contó que el resto se había ido de visita familiar y me llamaba porque se sentía sola. Me quedé en plan '¿Qué? ¿Estoy solo en el espacio y me llamas porque te sientes sola? Tienes 21 años, Samantha, y hay siete mil millones de personas en la Tierra. Vete a buscar a uno de ellos'".

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