Entre cientos de micronaciones que hoy pululan por los foros del mundo, están las que se basan en reclamaciones de territorios de soberanía incierta, como el Reino de Sudán del Norte entre Egipto y Sudán. Están las que han surgido a raíz de disensiones legales con la autoridad del país en el que se enclavan, como el Principado de Hutt River, en Australia. Están las que esgrimen pretensiones de seriedad y reconocimiento, como Liberland, entre Croacia y Serbia. Están las que han puesto en riesgo a sus fundadores, como el Principado de Sealand, una plataforma artificial frente a la costa inglesa.

Y luego están las que no.

Muchas de las micronaciones que pueden encontrarse en las comunidades online son creaciones más o menos humorísticas, sin reclamaciones válidas de soberanía, sin intención de enfangarse en conflictos legales, sin esperanzas de reconocimiento salvo el de otras micronaciones, y que para sus fundadores son poco más que un entretenimiento, aunque pueda ser uno muy serio y absorbente. Las hay por todo el mundo, también en España: tal vez una de las más divertidas sea la Hispanoturk Republika of Balkonya, que presume de ser la más pequeña del mundo, situada en Valencia y que ocupa, cómo no, un balcón.

Pero tal vez todas estas micronaciones de broma le deban su inspiración a la que ha sido, además de una de las primeras, quizá la más influyente de todas ellas: la República de Molossia.

Ley marcial y estado de guerra

Pese a su exótico nombre, Molossia se encuentra ubicada en un domicilio a las afueras de la localidad de Dayton, en el estado de Nevada (EEUU), donde Kevin Baugh la fundó el 3 de septiembre de 1999. Sin embargo, Baugh mantenía desde 1977 otro proyecto anterior, la Gran República de Vuldstein, lo que ha servido al fundador para celebrar este año las cuatro décadas de existencia de su micronación de 4,5 hectáreas, distribuidas entre la propiedad de los Baugh en Nevada y otros dos enclaves en California. Molossia reclama además un área del Océano Índico a la que denomina Fosa de Neptuno.

Baugh nunca ha pretendido que su micronación sea otra cosa que una república dictatorial excomunista bajo una apariencia de democracia, algo que revela incluso en su atuendo: traje militar, gorra de plato, banda cruzada, pecho festoneado de medallas y las inevitables gafas negras. En 2008, el autodesignado Su Excelencia el Presidente Gran Almirante Coronel Doctor, Protector de la Nación y Guardián del Pueblo, proclamaba que con la plantación de dos plataneras en su jardín Molossia se convertía en "una verdadera república bananera".

La web de Molossia subraya que su territorio se encuentra desde 1999 en estado de ley marcial debido a "la inestabilidad y la constante presencia de amenaza extranjera del otro lado de la frontera". A lo largo de su historia, la micronación ha estado involucrada en varios conflictos bélicos, uno de ellos aún no concluido: Molossia está en guerra con Alemania Oriental desde el 2 de noviembre de 1983.

Las razones del conflicto son oscuras, atribuyéndose a una perturbación del sueño del entonces presidente de Vuldstein, que en aquel momento se encontraba destinado con el ejército de EEUU en Alemania Occidental. Baugh justifica la continuación de la guerra tras la reunificación alemana por el hecho de que en 1972 Fidel Castro entregó a la Repúbica Democrática Alemana una isla en la costa cubana que fue rebautizada como Cayo Ernesto Thaelmann en honor a un líder comunista germano, y que este territorio no fue incluido en el tratado de unión de las dos Alemanias. Aunque esto último es cierto, las autoridades cubanas aclararon en su día que la entrega fue puramente simbólica.

Turistas bienvenidos, pero sin tabaco

Naturalmente, Molossia cuenta con todo lo necesario para poner en marcha un país, como servicio postal, estación de radio, ferrocarril o banco central con su propia moneda, el Valora, que se acuña pegando etiquetas impresas a fichas de casino y cuyo valor está vinculado al precio de la masa de cookies. Tampoco faltan el programa espacial o la marina de guerra, formada por un puñado de balsas hinchables, ni sus propios sistemas de medida y zona horaria.

El presidente Baugh está activamente implicado en promover el sector turístico de Molossia. Para ello ofrece gratis, previa cita concertada por correo electrónico, visitas de una hora guiadas por él mismo a las principales atracciones de la micronación, como la oficina de correos, el Parque Norton, el ferrocarril, el Poste de la Paz o el tiki bar (chiringuito). Y por supuesto, los turistas podrán llevarse algún souvenir, como una bolsita de sal extraída de las minas de Molossia por los presos políticos de la República.

No es necesario el pasaporte para entrar en Molossia, aunque quienes lo lleven recibirán en sus páginas la estampación del sello oficial de la República. Pero eso sí, todos los visitantes están obligados a respetar las leyes de Molossia. Para empezar, no está permitido llevar armas, munición, explosivos ni drogas, pero tampoco tabaco, ya que está prohibido fumar en toda la micronación, ni bombillas incandescentes o bolsas de plástico, por motivos ecológicos.

Pero además, los turistas tampoco podrán importar cebollas, morsas, espinaca fresca ni peces gato. Esta última medida fue adoptada cuando una revista decidió a última hora sustituir un reportaje previsto sobre Molossia por otro sobre la captura de peces gato. Los turistas sólo podrán calzar botas vaqueras si demuestran poseer al menos dos vacas. No se permite pasear elefantes, y para mantener un rinoceronte como mascota deberá comprarse una licencia. A cambio de todo ello, en Molossia son legales el matrimonio homosexual, el aborto y el suicidio asistido.

Sin embargo, pese al tono humorístico, lo cierto es que Baugh se toma muy en serio tanto su micronación como el micronacionalismo en general. En 2012 creó una petición en la web de la Casa Blanca para solicitar el reconocimiento de Molossia, sin lograr suficientes firmas. El presidente organiza y asiste regularmente a las conferencias intermicronacionales, la última de ellas el pasado junio. Baugh es también autor de la web How To Start Your Own Micronation (cómo crear tu propia micronación), en la que, entre otros consejos derivados de su experiencia, recomienda: "recuerda, en todo momento representas a tu nación. NACIÓN. No a una pequeña web coqueta a la que llamas nación. Si vas a jugar a ello, juega bien".

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