Cada día, en Prodigios peinamos distintas fuentes de conocimiento científico en busca de algo nuevo, relevante, importante o interesante. A veces, sin embargo, encontramos estudios científicos que nos epatan. Esa persona de vuelta de todo que cualquiera de nosotros llevamos dentro se ajusta el cinturón, se pone un palillo en la boca y proclama: "¿y para esto hacía falta un estudio?"

A lo largo de este mes, y en cómodas entregas semanales, pondremos coto a algunos de estos descubrimientos tan poco aparentes para explicar qué hay detrás de ellos. Tras las dos primeras entregas publicadas, aquí van otros cuatro estudios, especialmente dedicados al ligoteo y financiados con sus duramente ganados impuestos.

Si con 18 años estás obeso, lo mismo no te casas

La obesidad es un problema creciente en los países occidentales. No lo decimos con segundas, lo que queremos decir es que cada vez hay más ciudadanos que superan con creces (30 puntos) el índice recomendable de masa corporal. Quizá por eso, en 2012, Malin Kark y Nina Karnehed, del Instituto Karolinska realizaron un estudio longitudinal siguiendo la vida marital de 486.599 hombres suecos nacidos entre 1951 y 1961.

Revisando los datos del registro para el servicio militar, comprobaron el peso de todos ellos con 18 años y cuántos se habían casado a los 40. ¡Sorpresa! Los que estaban obesos se casaban menos. Parece una obviedad, y por eso estamos mencionando este estudio, pero se extraen muchos detalles interesantes, por ejemplo, que los muy delgados tampoco se casan mucho.

Y en un mundo con cada vez más obesos, este estudio servirá para ver si la estigmatización o discriminación pre-marital hacia los gordos se mantiene o, por el contrario, disminuye porque vamos acostumbrando la mirada a estar todos un poco trofolletes.

Los hombres solteros las prefieren atractivas...

A veces la ciencia es contra-intuitiva, toda la vida pensando lo contrario hasta que llegaron la psicóloga Alison Lenton, de la Universidad de Southampton, y el economista Marco Francesconi de la Universidad de Essex a abrirnos los ojos. Analizaron registros de 84 eventos de speed dating, donde uno va y habla entre 3 y 5 minutos con una potencial interesada. Tras observar las costumbres de 1.879 hombres y 1.868 mujeres llegaron a la escandalosa conclusión de que ellos habitualmente preferían a las que consideraban más atractivas. El estudio apareció en Psychological Science.

Antes de que empiecen a dejar caer chascarrillos, atiendan a esto. Lo importante del asunto no está en ese titular facilón, sino en la realidad de que ese speed dating que antes era tan raro es la base de aplicaciones de ligoteo que ahora mismo usan miles de personas: Tinder, Grindr, OkCupid, etcétera. Y por primera vez los humanos, y sus cerebros, se ven obligados a tratar cognitivamente con varias opciones casi inmediatas para formar pareja. ¿A qué características damos más o menos peso?

Seguramente no sorprenderá a nadie que el físico es un factor clave al intentar ligar en una aplicación como Tinder o practicando speed dating, pero igual de relevante es conocer que no es por las hormonas, sino porque es una característica que requiere poco tiempo de procesamiento y evaluación. "¿Es guapa? Es guapa". Otras, como su trabajo o sus logros educativos requieren de más tiempo de procesamiento y por eso, al elegir rápido una pareja, son prescindibles. "Es abogada, ¿eso es bueno o no?"

El sexo con condón también puede disfrutarse...

Si ustedes, como yo, han usado siempre preservativo con el único objetivo de que el sexo sea lo menos placentero posible, malas noticias. Un estudio publicado hace tres años en el Journal of Sexual Medicine echa por tierra nuestras ambiciones misántropas.

La doctora Debby Herbenick, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Indiana, explicó por qué realizaron este estudio tan aparentemente banal: "Estados Unidos sigue lidiando con tasas muy altas de enfermedades de transmisión sexual, VIH y embarazos no deseados", dijo, "necesitamos comprender cómo la gente hace elecciones sobre los productos que usan (o evitan usar) y cómo estos productos contribuyen a la seguridad y a los aspectos placenteros de sus experiencias sexuales". De esta forma, "podremos enfocar mejor los mensajes de salud pública a individuos y grupos".

En otras palabras, si queremos que la gente use el preservativo, hay que hacer estudios así para saber cómo lo usan... o por qué no lo hacen.

...pero si bebes mucho igual no te lo pones

La gente que ha consumido alcohol tiene muchas más probabilidades de practicar sexo sin protección. Parece una chorrada, pero alguien tenía que medirlo. En concreto, por cada 0,1 miligramos de alcohol por mililitro de sangre las posibilidades de hacer el amor a pelo aumentan un 5%

Pero el objetivo de fondo de este estudio publicado en Addiction por cuatro investigadores del Centre for Addiction and Mental Health de Toronto, Canada, no es comprobar cuánto podemos beber antes de acabar poniéndonos el condón en la cabeza y no en la punta de la [censurado], sino valorar el alcohol como factor de riesgo independiente en la transmisión del VIH o de otras enfermedades.

Porque la realidad es que los adolescentes -especialmente los de bajo nivel socioeconómico- se ponen cada vez menos el preservativo, como mostraron el año pasado científicos de la Universidad Pompeu Fabra.

¿A qué ya no le parecen tan obvios todos estos estudios sobre el fornicio?

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