Publicada

Antonio Orozco lleva más de dos décadas emocionando con su voz y llenando escenarios con canciones que forman parte de la memoria colectiva. En los últimos años también ha compartido una faceta más íntima, narrada en entrevistas y en El método Orozco, un documental donde hablaba de sus luchas personales y de la necesidad de cuidar su salud física y mental.

En 2020 sorprendió a su público con una notable transformación física. Más allá de la apariencia, fue el reflejo de una etapa en la que decidió priorizar su bienestar y apostar por un estilo de vida más activo. No fue un camino sencillo, pero sí un ejemplo cercano de cómo el ejercicio y la motivación pueden marcar la diferencia.

En aquel momento eligió dar un giro a su día a día tras superar una etapa de ansiedad y puso el foco en sentirse bien. “Con buenos consejos, con buenos profesionales y sobre todo con la conciencia de querer sentirte mejor”, contó en aquel momento e una entrevista en El Hormiguero. El cambio no solo se vio en su cuerpo, también en su energía y vitalidad.

El cambio de Orozco no vino de una dieta milagrosa ni de una rutina pasajera. Su secreto fue el entrenamiento funcional de alta intensidad, una disciplina que mezcla fuerza, resistencia y agilidad. Este método, popularizado en los box de CrossFit, combina halterofilia, cuerdas y boxeo.

Orozco mostró parte de su esfuerzo en redes sociales, donde compartía entrenamientos en espacios especializados. Sus rutinas buscaban imitar movimientos habituales del día a día, desde agacharse hasta empujar o saltar. Más que rendir en el gimnasio, su meta era ganar fuerza y agilidad para sentirse mejor en cualquier situación cotidiana.

El Instituto Europeo de Nutrición y Salud explica que el entrenamiento funcional se adapta al cuerpo humano porque reproduce acciones naturales como empujar, saltar o agacharse. De esa manera se activa todo el sistema muscular y articular, lo que lo convierte en una herramienta eficaz y completa.

La halterofilia fue uno de los pilares de la rutina del cantante. A diferencia de las máquinas que aíslan músculos concretos, levantar barras o mancuernas activa grandes cadenas musculares de forma simultánea. Esto genera un alto gasto energético durante el ejercicio y también después, gracias al efecto de recuperación metabólica.

Las cuerdas se convirtieron en otro de sus grandes desafíos. Al moverlas con intensidad ponía en juego brazos, espalda y abdomen en un esfuerzo corto pero muy exigente. Este tipo de ejercicio no solo ayuda a quemar calorías, también mejora la coordinación y da mayor estabilidad al cuerpo.

El boxeo fue la pieza que terminó de equilibrar su entrenamiento. Le dio resistencia, rapidez y agilidad, pero también algo más difícil de medir. Cada golpe al saco servía para liberar tensión y transformar el estrés en energía. Para Orozco, se convirtió en un desahogo físico y emocional al mismo tiempo.

A estas bases se sumaron ejercicios como planchas, sentadillas y dominadas. Todos ellos elevan la frecuencia cardiaca mientras fortalecen músculos clave. Según el IENYS, los beneficios están demostrados. Se gana fuerza, se mejora la postura, se reduce la grasa corporal y se acelera el metabolismo.

Eso sí, los expertos insisten en que este tipo de entrenamientos deben adaptarse a cada persona. La intensidad ha de ser progresiva y siempre supervisada por profesionales que ajusten los ejercicios según el nivel de cada practicante. Solo así se minimizan riesgos y se optimizan resultados.

La clave mental del cambio

Más allá de la transformación física, lo que marcó la diferencia en Orozco fue un cambio de actitud. No se trataba solo de entrenar duro o seguir una rutina exigente, sino de poner en el centro su deseo de sentirse bien. Él mismo lo resumió con una frase que lo acompañó en todo el proceso: “la conciencia de querer sentirse mejor”.

Esa idea conecta directamente con la psicología del deporte. Se trata de la motivación intrínseca, la que nace del deseo de mejorar el propio bienestar. Cuando la prioridad es tener más energía, reducir la ansiedad o dormir mejor, los cambios físicos llegan como consecuencia natural.

La ciencia respalda este enfoque. Los entrenamientos de alta intensidad liberan endorfinas que regulan el estado de ánimo y reducen el estrés. Es un círculo virtuoso. Cuanto más cuidas tu cuerpo, mejor se encuentra tu mente, y esa sensación positiva te motiva a continuar.

El IENYS explica que el entrenamiento funcional no se limita a transformar el cuerpo. También fortalece la salud mental y contribuye a mejorar la calidad de vida. Por tanto, se trata de una forma de entrenar que ayuda a vivir mejor.

La experiencia de Antonio Orozco muestra que el cambio no consiste en perseguir un cuerpo perfecto, sino en encontrar un equilibrio que permita sentirse mejor por dentro y por fuera. Al fin y al cabo, cuando la motivación nace del bienestar, los resultados llegan de manera más natural.