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La historia que cuenta Shaila Dúrcal engancha porque es sencilla de seguir: decidió “cuidarse” en serio, se puso en manos de un equipo y siguió una dieta cetogénica muy baja en carbohidratos, bien controlada. El resultado llegó rápido: cerca de 20 kilos menos en unos cuatro meses.

Más allá del nombre propio, el esquema es el conocido en los planes médicos de pérdida rápida: arrancas con normas claras, con alguien que te acompaña de cerca, vas aprendiendo hábitos y, si todo marcha, pasas poco a poco a una fase más flexible para mantener lo conseguido.

Para entender por qué ese arranque es tan potente conviene explicar, sin jerga innecesaria, qué es una dieta cetogénica: se minimiza el consumo de hidratos de carbono hasta bajar por debajo de un umbral que impide al organismo sostener su metabolismo glucodependiente, se mantiene una proteína suficiente (ni escasa ni desbordada) y se elevan las grasas, preferentemente de calidad.

Tras unos días, el hígado fabrica cuerpos cetónicos a partir de la grasa —propia y dietética— y esas cetonas se vuelven un combustible alternativo para tejidos como el músculo y, en parte, el cerebro, lo que reduce la secreción de insulina, moviliza reservas y, en muchas personas, atenúa el hambre espontáneamente.

El baremo en el que se movió la cantante, según Agustín Molins, especialista en medicina estética, según recoge un artículo en ‘Top Doctors’, es que “algunas personas pueden comer 50 gramos de carbohidratos y perder peso, mientras que otras se quedan con 20 gramos o menos al día”.

Además, se enmarcan dentro de los llamados VLCKD (very-low-calorie ketogenic diets): protocolos de duración limitada, con menús pautados, sustitutivos y controles analíticos; su gran baza no es mágica, es operativa: recorta la ambigüedad (qué como, cuánto, cuándo), crea un entorno de alta adherencia inicial y ofrece una métrica que engancha —la báscula baja a buen ritmo, sobre todo al principio—, lo que refuerza la percepción de autoeficacia y, por tanto, la continuidad.

Los alimentos clave

Un detalle poco vistoso pero clave es el tipo de grasa que eliges. No es igual hacer una keto con aceite de oliva virgen extra, frutos secos, aguacate y pescado azul que tirar de embutidos grasos y quesos ultraprocesados.

La eficacia a corto plazo es consistente: frente a dietas hipocalóricas estándar, las cetogénicas suelen recortar más kilos en las primeras semanas porque reducen el apetito, estabilizan glucemias y recortan antojos; pero cuando uno extiende el calendario y compara a igualdad de calorías, apoyo y constancia, la ventaja tiende a estrecharse, y el factor que mejor predice el éxito deja de ser el apellido de la dieta y pasa a ser la adherencia, es decir, si lo que haces hoy puedes sostenerlo dentro de seis meses cuando haya cumpleaños, viajes, estrés o una racha de turnos imposibles.

Volvamos a Dúrcal. En su momento, reveló que iniciaba este plan porque había ganado algo de peso tras dejar de fumar. “Me ha costado mucho porque me gusta comer”. Este proceso lo inició en 2021.

Ahora, varios años después, la cantante ha contado cómo se encuentra y cuál es su relación con la comida. En una entrevista para la revista Lecturas, Dúrcal confirma que “más o menos” se ha mantenido en el peso que bajó, aunque la relación con la comida le ha supuesto esfuerzo porque le “gusta comer”. “A veces hay que relajarse, pero sin exceder”, comenta. Por otro lado, confesó que no se sentía cómoda yendo a eventos porque le costaba elegir la ropa al verse “más rellenita”. “Ahora estoy en un momento de disfrutar la vida”, subraya.

Perder rápido se puede “comprar” con un protocolo estricto; mantenerlo ya es otra historia. Pide otras habilidades: reintroducir hidratos de calidad sin provocar rebotes, calcular porciones a ojo, cocinar fácil pero saciante y sostener una rutina de movimiento realista.

¿Y cómo se hace para no acabar saltándose la rutina? Las unidades de nutrición que trabajan con dietas bajas en carbohidratos suelen plantear una transición por etapas: ampliar verduras y frutas, subir poco a poco los carbohidratos priorizando legumbres, tubérculos y granos enteros, mantener la proteína y conservar la estructura de platos que funciona (verdura + proteína + grasa de calidad). Al mismo tiempo, observar sensaciones (hambre, energía, sueño) y pasar a controles más espaciados —analíticas, presión y peso— para no quedar atrapada en el número diario.

También hay un lado psicológico que conviene destacar. Perder peso rápido da un subidón: te sientes al mando y te ves mejor. Pero si tu identidad se queda pegada a la báscula, cualquier oscilación normal se vive como un fracaso. Por eso los equipos serios incluyen educación alimentaria y herramientas para gestionar el entorno —desde el carrito de la compra hasta las comidas fuera—, además de un plan B para semanas caóticas: recursos “comodín” muy saciantes y de preparación mínima que amortigüen el vaivén del calendario sin caer en el “todo o nada”.